MONICA MATEOS-VEGA
José Gorostiza (1901-1973) es comparado con Juan Rulfo, porque con una sola obra, su poema Muerte sin fin, se colocó entre los grandes escritores de habla hispana.
De gran aliento, de gran luz e inteligencia, Muerte sin fin ha sido equiparado por los críticos, por su aportación a la lírica, tan sólo con el Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz y con las Soledades de Góngora.
"Basta revisar los poemas extensos que han surgido dentro de nuestra tradición, para advertir que ninguno se acerca en términos de estructura a lo logrado por José Gorostiza en Muerte sin fin. Ni el Canto a un dios mineral, de su amigo Jorge Cuesta, pese a sus afinidades temáticas y su pareja factura intelectual, ni los Sueños de Bernardo Ortiz de Montellano, ni el Estudio de cristal de Enrique González Rojo, ni Anagnórisis de Tomás Segovia, ni Algo sobre la muerte del mayor Sabines de Jaime Sabines, ni siquiera los poemas extensos de Octavio Paz, entre los que hay que incluir cumbres extraordinarias como Piedra de sol, Blanco y Pasado en claro, logran escapar a la estructura que se menciona", señala Evodio Escalante en el libro José Gorostiza. Entre la redención y la catástrofe.
Gorostiza nació en Villahermosa, Tabasco, el 10 de noviembre de 1901. Formó parte del grupo de intelectuales conocido como Contemporáneos.
Su primer libro de poemas, Canciones para cantar en las barcas, lo dio a conocer en 1925, el mismo año en que André Breton publicó el Manifiesto del surrealismo.
No obstante, en esa época "una severa depresión alejó a Gorostiza de la poesía. No sólo dejó de escribir, sino que declaró a sus amigos que nunca había sido poeta y que las Canciones habían sido una veleidad de adolescente", explica Guillermo Sheridan en la nota introductoria del libro José Gorostiza. Poesía completa (FCE, 1996).
El poeta ejercía como diplomático en Europa y, agrega Sheridan, "escribía en secreto: entre 1925 y 1938 publicó en revista siete poemas redactados con posterioridad a las Canciones, de los cuales al menos Preludio y Epodo pertenecían a proyectos en proceso, y que reunió en la edición de 1964 con un título aquiescente: Del poema frustrado.
"Su melancolía tocó fondo en 1935 y entonces comenzó a luchar contra ella de diferentes maneras: se enamoró de Josefina Ortega, deseó volver a Europa, decidió escribir de nuevo. En ese año, en sus cartas a Xavier Villaurrutia, empieza a reflexionar sobre algunos temas que más tarde llegarán a Muerte sin fin (1939), impreso al cuidado de Bernardo Ortiz de Montellano, en la editorial Cvltvra.
"La publicación del poema coincide con el momento en el que Gorostiza tiene a su primer hijo y se acredita como secretario de la embajada mexicana ante la dictadura de Mussolini. Después, regresa a su empecinado silencio, si bien hoy sabemos, gracias a su archivo, que por lo menos desde 1936, junto a Muerte sin fin, ensayaba otros poemas que no terminaría."
Gorostiza reconoció en una entrevista concedida en los últimos años de su vida que estaba escribiendo poemas: "Se llama El semejante a sí mismo. Es un título tomado de una obra de Juan Ruiz de Alarcón. El título está apoyado también en Sor Juana. Es el Narciso, y esto se me ocurrió porque la vida y la muerte son las dos caras de un mismo proceso, y desde joven tenía la idea de escribir un libro sobre el amor. Yo creo que el amor es una especie de narcisismo, es el amarse a sí mismo; el amor no es sino el espejo de agua donde uno quiere verse reflejado".
El poeta murió en la ciudad de México en 1973. Pidió que todo lo que no había publicado en vida fuera destruido. El escritor Alfredo Juan Alvarez señala que "existen textos inéditos del poeta pero tienen un carácter muy privado, no porque sean cosas que no pueden darse a conocer sino porque son, a decir de la familia, textos que hablan acerca de sus ideas y experiencias en la diplomacia.
"No son parte de un diario literario, son como una especie de bitácora diplomática que no es muy extensa. Quizá puede haber por ahí uno que otro poema pero ya está publicada la mayoría de su poesía, sus cartas, sus críticas, su prosa.
"Esos textos diplomáticos inéditos ocuparían muchos tomos, pero la recopilación es una labor que tendría que realizar el acervo histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores.''