lunes Ť 8 Ť octubre Ť 2001
Iván Restrepo
Sólo promesas sobre transporte público
Hace casi diez años, en marzo de 1992, el entonces presidente del PRI en el Distrito Federal, Manuel Aguilera Gómez, declaró que debía "ponerse un ultimátum a los dueños de las unidades de transporte de carga y pasajeros para que cambien sus unidades de tal forma que ninguna unidad que contamine pueda ingresar o circular en el Valle de México". Quien después fuera regente de la capital agregó: "no existe alternativa para los capitalinos, más que reducir la combustión de energéticos". Interrogado sobre si las medidas tomadas por las autoridades de entonces para evitar la contaminación del aire, entre ellas el programa Hoy no circula, podían causar un problema político, se preguntó a su vez qué era más dañino políticamente: "enfrentar la realidad o que las autoridades parecieran ignorantes de la problemática sin poderla enfrentar".
Por las mismas fechas, las autoridades del transporte del Distrito Federal y el estado de México revelaron que para evitar "el deterioro y el colapso del transporte en la zona metropolitana, estudiaban conjuntamente la modernización del servicio, incluso la construcción de un tren elevado para ampliar las posibilidades del uso masivo y no individual de vehículos". Además, todos los sistemas de transporte habían sido rebasados por la demanda de la población, destacando la pérdida de importancia del Metro como medio central de traslado, lo que a su vez confirmaba el reinado de los microbuses.
Ha pasado una década y la zona metropolitana de la ciudad de México no dispone de un transporte público eficiente, seguro y ambientalmente limpio. Los rezagos de una de las columnas vertebrales de la urbe no han dejado de crecer, se trate de microbuses, taxis, autobuses, servicio eléctrico o Metro. Los primeros terminaron por convertirse en un enorme monstruo que creció gracias al amparo del partido, cuyo dirigente en 1992 exigía tomar medidas para evitar la contaminación y el deterioro ambiental causados por el deficiente transporte. 30 mil permisionarios de microbuses y taxis, pertenecientes a tres organizaciones políticas afiliadas al PRI, conforman hoy el pulpo que dicta su ley en la ciudad. Dominan la escena que hace precisamente 20 años ocupaba otro pulpo: el camionero, que desapareció en una jugada político-económica del entonces regente Carlos Hank.
Liquidada Ruta 100 en 1995, la mayoría de las acciones en el terreno del transporte público quedaron en manos del nuevo pulpo de mil tentáculos. Cuatro años de gobierno opositor en la ciudad no han podido vencerlo. La sustitución de unidades por otras menos contaminantes, seguras, cómodas y eficientes no está cerca; la mayor parte cumplió su vida útil y contamina sin cesar: recorren al día cinco veces más kilómetros que los automóviles particulares.
El panorama en los municipios conurbados del estado de México es más crítico. Allí, por lo menos la mitad de las unidades de transporte colectivo deben ser sustituidas por obsoletas y porque son un peligro para los usuarios. Muchas datan de los años setenta y apenas cubren dos tercios de la demanda de servicio. Además, circulan cientos de unidades piratas y toleradas que se convierten en competencia desleal y desalientan la inversión por parte de aquellos permisionarios que desean renovar su flota vehicular.
Resolver los problemas anteriores en la zona metropolitana no exige estudios como si se partiera de cero. Existen diagnósticos y propuestas viables. Menciono una perfeccionada con el paso de los años y que data de los tiempos en que el PRI exigía a uno de sus más distinguidos militantes, el regente Manuel Camacho, poner orden en el transporte. Me refiero al Programa Integral del Transporte que en su parte medular previene evitar el colapso de dicho servicio mejorándolo en calidad y eficiencia en beneficio de quienes más lo necesitan: la mayoría de los ciudadanos del Valle de México. Cita también la construcción de un tren elevado entre Chapultepec o la colonia San Rafael y Valle Dorado, por no demandar demoliciones, apertura de calles o zanjas, y cuyo costo era mucho menor que cualquiera de las líneas anteriores del Metro.
Una década de declaraciones de dirigentes, políticos y funcionarios, de planes, promesas y diagnósticos sobre el transporte público y su solución. Mientras, continúa el reinado de microbuses. Ť