LUNES Ť 8 Ť OCTUBRE Ť 2001

José Cueli

Sólo guerra y futbol

Domingo futbolero en día tequilero nublado y guerrero y ni a quien le interese la novillada a celebrarse en la Plaza México. Un tequila, otro, otro más; limón, sal y unas cervezas obscuras para el equilibrio emotivo. Venga el desmadre familia cuatachero entre la espuma resbalando como coro de arcángeles, en espera del gol, y sentir la sangre latir en el alma y la vida esfumarse.

La pasión desapareció de la fiesta brava y se quedó en el futbol. Medio México se quedó paralizado noventa minutos. Los mexicanos románticos, tan dados como somos a la nostalgia y las añoranzas, al taco y al mariachi, afirmamos nuestra indiscutible disposición del destino en el aire impalpable de la música melancólica, ritmo ranchero tan opuesto a su captación televisiva, mercantil, política y guerrera.

Los mexicanos entequilados y encervezados, jugadores, comentaristas y televidentes sufrimos, casi no gozamos, la gota de hiel, de no ganarle a Costa Rica, para acentuar nuestras nostalgias, memorias de otras pérdidas, en la afirmación excepcional de la fantasía mexicana.

La selección mexicana vibrando en el verde del estadio, en un marco multicolor se perdía en el intento de aprisionar el balón y hacer vibrar a un México deprimido, en medio de los más vivos y peregrinos contrastes, antes de clausurar las frescas ilusiones, esperanza más frescas y negarlas al ritmo del grito que rasga el vientre como navajazo... "de piedra ha de ser la cama", rematadas con el šay! de mi llorona, llorona... y ni quien se acordara de la novillada, incluidos los cabales, que ya es decir.