VIERNES Ť 12 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť Con la crisis, sus clientes en el mundo aumentaron
La agencia afgana en el exilio Aip, fuente principal de noticias bélicas
DPA
Peshawar, 11 de octubre. Sólo hay una cosa que obliga a Mohammed Yakub Sharafat a de-jar su trabajo en la agencia Afghan Islamic Press (Aip): la llamada del almuecín para la oración. Y es que para el fundador de la Aip el Islam es tan importante como su natal Afganistán, y por eso decidió llamar así a la empresa informativa que creó en 1992.
Desde hace tiempo las siglas Aip son ya conocidas en todo el mundo, debido a que cuenta con agencias y periódicos internacionales entre sus clientes, y muchos más con la crisis actual.
La agencia -con sede en Peshawar, Pakistán- se ha convertido, junto con la televisión qatarí Al Jazeera y la cadena estadunidense CNN, en una de las fuentes principales de noticias sobre el conflicto.
Sharafat, nacido en 1958, tenía sólo 20 años cuando huyó de los comunistas a Pa-kistán. En 1979, cuando las tropas soviéticas entraron en Afganistán, el tío de Sharafat fundó una milicia, se convirtió en mujaidin (guerrero) y se involucró en la guerra santa contra el invasor.
Su sobrino, Sharafat, en aquella época solía enfadarse por las noticias que oía: la perspectiva soviética era la dominante, no la de los mujaidines, comenta hoy, "por eso decidí fundar la Aip. Quería contarle al mundo la verdad sobre la resistencia a las tropas soviéticas".
La sede de la Aip en Peshawar se asemeja a un viejo garaje, apenas amueblado. Suena el teléfono. Es un portavoz de la Alianza del Norte, opositora de los talibán, que llama con su teléfono satelital desde el norte de Afganistán. Dice que la guerrilla acaba de ganar una batalla.
Sharafat toma algunas notas y después conversa por teléfono con un portavoz talibán, para contrastar los datos, y luego con uno de sus informantes en Afganistán. Pero el operativo se prolonga, las conexiones telefónicas son pésimas.
Con toda la información recolectada, Sharafat toma un folio con el logo de Aip y empieza a redactar en urdu, la lengua de Pakistán en caracteres arábigos.
Una vez terminada la crónica, la envía por fax a sus clientes. Utiliza ese sistema desde hace 10 años, pero en los "viejos tiempo" ni eso: llamaba por teléfono a algunos periodistas conocidos y les contaba sus novedades. Su "éxito se basa en su honestidad profesional", dice un antiguo cliente de la agencia.
"Recoger noticias y difundirlas no es problema", dice Sharafat, a pesar de las numerosas dificultades técnicas. "El problema es estar siempre seguro de la verdad y mantener la credibilidad".
Tiene tres colaboradores en Afganistán y otros tres en Pakistán, pero el texto final siempre es obra del jefe de la agencia.
Vive con su mujer e hijos, tres varones y cuatro niñas, en una colonia de refugiados en las afueras de Peshawar, y allí financia una escuela para niñas, algo imposible en el Afganistán de los talibán.