Ť Shimon Peres Ť
El terrorismo, una amenaza mundial
El ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono pone de relieve otra de las facetas de la globalización: la generalización del terrorismo.
Hasta el presente conocimos la globalización económica. A medida que la economía dejó de depender de la producción del suelo, su rol de economía nacional dejó de ser tal. Desde el momento en que la economía pasó del suelo a la ciencia, la tecnología y las telecomunicaciones, los terrenos fértiles, las fronteras, el mar y la tierra perdieron la importancia de la cual habían gozado hasta ese momento, y la economía pasó a ser parte del proceso mundial de globalización.
La globalización de la economía no es tan sólo un concepto, sino el resultado de cambios fundamentales a nivel mundial.
Aun cuando los países continuaron conservando su calidad de nación, comenzaron a transferir porciones de su economía a manos privadas, porque tampoco la privatización no es sólo un concepto, sino el resultado de la globalización.
El significativo cambio en la naturaleza de la economía mundial hizo que los ejércitos gozaran de menos importancia, armadas que en principio fueron creadas con el fin de proteger la tierra. Ningún ejército está capacitado para obtener los logros de la ciencia o del espacio cibernético.
Lo que constituyó la tarea de las guerras tradicionales como forma de defensa está debilitándose gradualmente, a pesar de que los conflictos no han cesado.
El conflicto todo se desarrolla entre el mundo "en red" (que prospera en tecnología de punta) y el "desconectado", arraigado a la agricultura, a la pobreza y al nacionalismo.
El terrorismo parece ser, hasta hoy en día, el armamento del pobre, del amargado, de los fanáticos, de aquellos que aún viven en el mundo del ayer.
El terrorismo ha pasado a ser un instrumento muy peligroso, porque las armas modernas, así como los aviones civiles, han ido a parar en manos de anarquistas, y en nombre de un dios que condena matanzas, ellos se han convertido en asesinos de masas que explotan los significados mundiales de comunicación y pasaje de fronteras.
Sin embargo, el mundo está pasando de una posición de estrategia nacional a una situación de estrategia generalizada. De batallas entre ejércitos a una lucha contra peligros. De un mundo de enemigos (nacionalista) a un mundo de peligros (global).
El peligro generalizado no conoce fronteras. Puede estallar en cualquier lugar y en todo momento. Pretendiendo estar guiado por valores humanos, las atrocidades que perpetra son indiscriminadas, ilimitadas, degradan civiles, individuos inocentes. Diseminando el horror, constituye la personificación actual de Satanás.
Libertad en peligro
No existe espacio alguno para mediar entre malignas acciones y conducta civilizada. Si se permite que este terrorismo triunfe, todo pozo de agua podrá ser envenenado y todo niño podrá ser asesinado. El mismo pondrá en peligro la libertad y la seguridad del mundo entero, de todos los países, de todos los individuos. En potencia, puede crear pandemonio en el seno de vuelos locales e internacionales, provocando un golpe fatal al turismo y arruinando el comercio mundial, propagando el miedo y acabando de manera insidiosa con la seguridad.
¿De qué manera debería ser confrontado?
Para comenzar, debería ser evaluada la magnitud del peligro e identificada su verdadera naturaleza. Es necesario comprender que el terrorismo no cesará hasta que las manos del último terrorista en el mundo no sean inclementemente desarticuladas. La situación presente requiere una percepción clara: poseemos ejércitos carentes de enemigos, y estamos expuestos a peligros que carecen de ejércitos. No queda otra opción que adaptar el sistema de defensa mundial al nuevo peligro que está afrontando el mundo entero.
Tómese a la OTAN como ejemplo. Fue creada para contener la amenaza de la Unión Soviética -tal como ocurrió en aquel tiempo-, pero desde que ésta se desintegró la organización no se ha enfrentado a ningún enemigo real.
Por otro lado, la OTAN posee amplios presupuestos y hábiles expertos que podrían ser aprovechados para luchar no contra los adversarios de ayer, sino contra los peligros de hoy. Naturalmente, la actual coalición de la organización necesita de un cambio, que incluya a Rusia, India, China y Japón, que se han unido a Estados Unidos y a Europa en la nueva alianza contra el terrorismo.
La OTAN debe adoptar una nueva estrategia y crear una coalición apropiada con el fin de luchar contra el terrorismo mundial.
Distintamente a las guerras convencionales, entre ejércitos uniformados y países que luchaban en el frente, la campaña contra el terrorismo deberá ser dirigida contra enemigos carentes de documentos identificatorios y diseminados por lugares que no luchan en un frente.
Se trata de una batalla que deberá ser librada en mortecinas esquinas más que en líneas del frente. Se trata de un conflicto que tendrá que vérselas con mentiras, tergiversaciones, hipocresía de los asesinos, que fomentan el terrorismo también so pretexto de clérigos. Una campaña que castigará a todos aquellos países que patrocinen el terrorismo y respalden a las naciones que se opongan a él.
Esta batalla debe ser planificada de una manera sistemática. Deberá utilizar todos los instrumentos disponibles capaces de frustrar amenazas de terroristas, disponer y aprovechar toda información exacta y actualizada, y una cooperación total, frenando incitaciones manifiestas u ocultas, realizando un escrutinio sobre la procedencia de los fondos, controlando la explotación de los medios de comunicación. Y todo esto deberá ser llevado a cabo bajo condiciones dificultosas, ya que la democracia no puede, y no debe, abandonar sus valores morales, aun bajo el acecho de tan amarga guerra.
Deberá recordarse que las democracias fueron forzadas a trazar mecanismos antidemocráticos (ejércitos, servicios de inteligencia y fuerzas policiales) con el propósito de defender vidas. Los ejércitos no gozan de libertad de expresión o de los derechos comunes de los trabajadores; las órdenes no pueden ser desobedecidas. A esto se le llama disciplina. Y aún más, las democracias no pueden sobrevivir sin una defensa militar, que parecería contradecir su ideología misma. Naturalmente, un ejército en países democráticos tiene que ser sujeto a la autoridad de instituciones electas y no operar como entidad independiente.
Los mismos pasos seguidos por un ejército disciplinado deberán ahora ser establecidos para luchar contra el terrorismo, aplicando la misma fórmula y dentro de los límites de las mismas restricciones. Esta batalla contra el terrorismo debe proteger vidas y salvaguardar libertades de la manera más eficaz.
Ninguno de nosotros pretende convertir al terrorismo en una guerra, o en un pretexto para desencadenar una lucha contra religiones, pueblos o grupos específicos. La batalla contra el terrorismo deberá enfocarse sólo en eso. Por este motivo, clérigos y otros líderes espirituales deberán hacer un llamado abierto a sus fieles para unirse a la guerra contra el mismo. Ellos deberán prohibir actos suicidas de unos pocos con el propósito de matar a muchos. El Todopoderoso nos enseñó a defender el principio de santidad de la vida y nos prohibió la justificación de las matanzas.
El nuevo peligro es grande y terrible. No podrá ser vencido con el uso de palabras vacías o bajo la amenaza de una espada. Deberá ser derrotado. Y nosotros somos los que triunfaremos.
El autor es canciller de Israel