SABADO Ť 13 Ť OCTUBRE Ť 2001

 Robert Fisk Ť

La guerra de las palabras en Oriente Medio

Los señores Bush y Blair pueden decirle al mundo que ganarán "la guerra contra el terrorismo", pero en el Oriente Medio, donde Osama Bin Laden adquiere dimensiones míticas entre los árabes, ya la perdieron.

Sea el ministro libanés, un periodista saudí, un empleado de un banco o algún residente egipcio, la respuesta es siempre la misma: la voz del señor Bin Laden, lanzada y repetida a millones de hogares, articula las demandas, las preocupaciones -y la rabia- de los musulmanes de Oriente Medio que han visto a sus presidentes, reyes y príncipes pro occidentales evadir cualquier crítica seria a los bombardeos angloestadunidenses en Afganistán.

Al ver el último video del señor Bin Laden, las naciones occidentales se concentraron (si acaso escucharon) en sus comentarios en torno a las atrocidades de Estados Unidos. Haber expresado su aprobación -aunque negara su responsabilidad personal- ¿no significa que es realmente él quien está detrás de la matanza del 11 de septiembre?

Los árabes prestaron otros oídos. Escucharon una voz que acusa a Occidente de doble moral y "arrogancia" hacia el Medio Oriente; una voz que encara el problema central en la vida de muchos árabes: el conflicto palestino por la continuada ocupación israelí.

Ahora, según un antiguo residente de El Cairo, los árabes consideran que Estados Unidos "quiere matar al hombre dispuesto a decir la verdad".

Los civiles árabes, renuentes a identificarse cuando sus puntos de vista se contraponen con los de sus gobiernos, hablan con más soltura de su enojo. "Dicen que su objetivo es Bin Laden", dijo en Jordania Samar al-Naji. "Y luego atacan a la gente inocente de Afganistán que nada tiene que ver con el terrorismo". "Atacan a los musulmanes mientras ignoran las acciones de Israel, el Estado terrorista que está demoliendo los hogares palestinos y mata a mujeres y niños". El señor Al-Naji es sólo un empleado bancario, a los 29 años es difícil ser un político fogueado.

En la Universidad Ain Shams, en El Cairo, se elevan plegarias por los muertos de Afganistán; mientras, en el poblado de Zagazig, en el delta del Nilo, los estudiantes van al corazón del problema de los regímenes árabes pro occidentales: "Mandatarios nuestros, por qué callan", cantan entre todos. "¿Ya recibieron órdenes de Estados Unidos?" No es cierto esto último, por supuesto. Los mandatarios de esos Estados árabes que nos gusta llamar "moderados" no necesitan órdenes para brindar su discreto apoyo a Occidente. Después de todo, el señor Bin Laden está llamando a su derrocamiento.

Es únicamente en los países árabes más libres que los ministros pueden hablar con más soltura. El secretario de información libanés, Ghazi Aridi, considera el video del señor Bin Laden como "un golpe de lucidez". Ha habido, dijo, "una instigación internacional contra su persona. Si lo matan, se convertirá en símbolo, y si sobrevive, será un símbolo aún más fuerte".

En el Golfo, los sentimientos son muy frágiles. "Mire, conozco a una vieja que se queda despierta hasta altas horas de la noche para elevar plegarias en favor del señor Bin Laden", expresó un periodista saudí. "Su aparición por televisión le hizo muy buenas relaciones públicas, especialmente cuando habló de los palestinos. En público no lo ensalzan, en las mezquitas no hay comentarios. Pero en privado, todos hablan de 'él' ".

Jamla Kashoggi, editor saudí, insiste en que muchos saudíes son bastante más críticos hacia Bin Laden -considerando que difama al Islam- y mucho menos pesimistas en cuanto al resultado en Afganistán. "En Kandahar hay quien apoya a la monarquía y quien apoya al talibán", afirmó. "Aquellos afganos desilusionados con los mujaidines antirrusos y que se convirtieron en los talibán, están hoy desilusionados de éstos y pueden retornar a las filas monárquicas." Pero esta posición, que seguramente coincide con la propia familia real de Arabia Saudita, es minoritaria.

En esos países afligidos por el "terrorismo", con mucho más sufrimiento y muerte que los crímenes contra la humanidad perpetrados en Nueva York y Washington, el mismo lenguaje usado por el presidente Bush está causando mucha ira.

"Estoy harto de oír hablar de terrorismo, terrorismo, terrorismo", me gritó un prominente gerente libanés de la industria de la construcción. "A sus enemigos les llaman 'terroristas', 'locos' o 'malvados'. Cuando nosotros tenemos enemigos, se nos pide que hagamos compromisos con ellos. Ustedes tienen a Bin Laden. Nosotros a Sharon ?quién de ellos es su amigo y a quién le estrecha la mano el señor Bush".

Muchos libaneses consideran que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, debería ser condenado como criminal de guerra por su papel en la matanza de los campos de Sabra y Shatila en 1982, en la cual mil 800 civiles ?casi la mitad del número de personas asesinadas el 11 de septiembre en Estados Unidos? fueron ejecutadas en tres días por los aliados de las milicias cristianas de Israel mientras el ejército israelí observaba desde el perímetro de los campamentos.
 


Ť El autor es corresponsal del diario inglés The Independent y ha obtenido en siete ocasiones el premio nacional de periodismo en Inglaterra. El artículo aquí presentado fue tomado de ese diario.


Traducción: Ramón Vera Herrera