Espejo en Estados Unidos México, D.F. sábado 13 de octubre de 2001
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Editorial
 
PREMIO PARA PROMOVER LA PAZ

SOLLa Organización de las Naciones Unidas (ONU) y su secretario general, el ghanés Kofi Annan, recibieron ayer el Premio Nobel de la Paz por su labor en favor de "un mundo más organizado y pacífico".

Si bien la ONU ha sido un organismo que ha logrado sembrar esperanza en diversos ámbitos como el respeto a los derechos humanos y el desarrollo económico y social de los pueblos, poco es lo que ha hecho en la práctica para evitar la explosión de conflictos bélicos; es decir: su labor en favor de la paz es un punto en cuestión. Para muestra, hay que recordar que desde su creación, en 1945, prácticamente no ha pasado un año sin conflictos armados, ya sea entre naciones o dentro de ellas. 

Queda claro que Naciones Unidas no funge como un gobierno mundial, ni tampoco se le puede considerar una organización democrática que represente los intereses legítimos de todos los estados del orbe, pero sí carga con la responsabilidad de facilitar los medios que contribuyan a encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales. Sin embargo, al margen de diversos e incuestionables logros humanitarios, tan sólo para referirnos a la última década, la ONU pasó casi inadvertida ante las masacres en Ruanda, Uganda y Burundi, en la guerra serbio--croata y en la guerra de Kosovo, donde terminó siendo comparsa de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

También es cierto que el peso en la toma de decisiones en la organización, sobre todo en materia de paz y seguridad, se inclina en favor de los intereses de los países miembros con mayor poderío económico y militar e influencia internacional. Sin ambages, la ONU ha tenido que tolerar el desdén --y el incumplimiento de pagos como elemento de presión-- de Estados Unidos, país que no ha respetado las obligaciones de la Carta de las Naciones Unidas, y mucho menos las opiniones de otros estados miembros.

Lo que hemos presenciando es que Estados Unidos influye discrecionalmente en las decisiones de la ONU --o bien ignora resoluciones como las emitidas sobre la situación de Palestina--, y literalmente amenaza a los países para que respalden sin condición alguna sus intervenciones armadas, mismas que en los años posteriores a la guerra fría se han ido desplazando geográficamente de acuerdo con los intereses estadunidenses.

Evidentemente, sin restarle crédito a su actual secretario general, quien ha dedicado 40 años de su vida a la organización, y a la luz del papel que ha de jugar la ONU durante la intervención estadunidense en Afganistán, y después de ella, tenemos que entender que la decisión del comité noruego sólo busca dar mayor legitimidad a Naciones Unidas en su hasta ahora tibio papel de promotor de la paz mundial. No se premió a la ONU por sus logros en favor de la paz, sino como un estímulo para que se le revalore en el nuevo escenario mundial, tan peligroso y con desequilibrios cada vez más acentuados.
 

 

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