LUNES Ť 15 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Especialista dice que los menores son más afectados por ese tipo de contaminación

El AICM, "de los peores generadores de ruido"

Ť La Ssa elaborará una norma oficial para establecer el nivel aceptable de decibeles

CAROLINA GOMEZ MENA

La exposición prolongada a ruidos -todo sonido que cause molestia- intensos que superen los 65 decibeles provoca, además de daños auditivos, problemas "cognoscitivos, fisiológicos y de motivación", entre los que se encuentran dificultades para desarrollar tareas complejas, desconcentración, estrés, taquicardia e incremento de la presión sanguínea, revelan estudios realizados en Estados Unidos y Alemania.

Por lo anterior y porque existen indicios de que en las principales ciudades del país los niveles de ruido no son aceptables, la Secretaría de Salud (Ssa) elaborará una norma oficial mexicana de ruido urbano, informó el doctor Carlos Santos Burgoa, director general de Salud Ambiental de la dependencia.

Entrevistado durante una conferencia ofrecida por el investigador y catedrático estadunidense Gary Evans, de la Universidad Cornell, acerca de los efectos auditivos que provoca en la población tener un aeropuerto dentro de una ciudad, Santos Burgoa dijo que con esta norma -que a más tardar deberá estar lista en dos años- se llenará "el vacío" existente en la materia, pues pese a contar con "varias normas ecológicas de emisión de ruido de vehículos y maquinaria, lo que no tenemos es el promedio que delimite cuándo se produce daño" físico en los habitantes.

"Aspiramos a tener algo similar a la norma atmosférica", y para eso la Ssa en primera instancia hará "una evaluación de riesgos", la que tomará como "referencia" los parámetros internacionales de daño (65 decibeles), pero "no se copiarán" estos puntos de vista, comentó Santos Burgoa.

El funcionario refirió que la dependencia compilará toda la información existente al respecto, nacional e internacional, a fin de "sustentar que existe un riesgo para la salud de la población mexicana y así decidir cuál es el nivel aceptable de ruido urbano".

Una norma oficial sanitaria, aunque no sanciona, "sí es una meta a la cual todosaeropuerto_jj2 -en este caso transporte, industria y las demás fuentes de ruido- deberán ajustar sus niveles de emisión" para evitar que las instancias encargadas de vigilar emprendan acciones en contra de los infractores.

"En el caso de la excesiva emisión de gases contaminantes, este papel corresponde a la Comisión Ambiental Metropolitana", ejemplificó al sugerir que, derivado de la futura norma de ruido urbano, se deberán crear órganos fiscalizadores.

La Ssa hará un estudio epidemiológico, y para ello prevé levantar una encuesta nacional o estatal en la que se cuantificarán la exposición y los efectos físicos mediante la aplicación de estudios audiométricos a la población, así como también fisiológicos y sicológicos.

Posteriormente la dependencia se dará a la tarea de elaborar un "criterio de calidad ambiental", producto del cual se generarán las "medidas de manejo" correspondientes, todo ello en el marco de "evitar la exposición excesiva e innecesaria a elementos físicos, químicos y biológicos" que afecten la salud de la población, subrayó.

En lo que respecta al ruido provocado por los aviones del aeropuerto capitalino -el despegue de una aeronave genera entre 130 y 140 decibles, y una a 300 metros de altitud aproximadamente 110, niveles considerados dañinos para la salud-, Santos Burgoa admitió que la Ssa no ha emitido ninguna recomendación respecto a si esa terminal debe ser cerrada, o si es más pertinente Texcoco o Tizayuca. No obstante, dijo que este es un tema que preocupa a la dependencia, aunque por lo pronto "no puede adoptar una postura".

En torno a ello, Gary Evans consideró que el hecho de que el aeropuerto haya quedado rodeado por la mancha urbana hace que esta ciudad tenga "graves problemas de ruido", al grado de que "es uno de los peores casos que he visto en el mundo".

Según el experto, los principales daños se registran en los menores de edad, los cuales empiezan a tener serios problemas de aprendizaje, como se demostró en las ciudades estadunidenses de Los Angeles y Nueva York, y en la alemana Munich, en donde la actividad aeroportuaria generó también dificultades de concentración y motivación, además de aumento del estrés debido a la segregación de hormonas como la norepinefrina y epinefrina, lo que predispone a estas personas a sufrir males cardiacos a edades más tempranas.