LUNES Ť 15 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť Paco Ignacio Taibo II
Café, espías, amantes y nazis /VI
EL POTRERO
En México la guerra cobraba formas muy extrañas: informes periodísticos y radiofónicos que ponían de moda nombres hasta hace media hora desconocidos, marcas de aviones, apellidos de generales japoneses y mariscales alemanes, geografía de mares en el Báltico o penínsulas en Malasia. Y había una guerra potente entre la IG Farben, la Bayer mexicana, empresa alemana productora de la cafiaspirina, y las empresas norteamericanas.
Esta guerra en México se recrudece en 1941. Los norteamericanos hacen circular una lista negra de empresas alemanas y los industriales quieren sacar del mercado la aspirina alemana, por más que sea maravillosa, y para eso han inventado una cosa extraña que se llama "mejoral". El "mejoral" reparte calendarios con el Sagrado Corazón de Jesús y la frase "mejor mejora Mejoral". Un calendario muy original, insuperable contra el dolor de cabeza, con un siniestro Jesús de Nazaret mostrando a pecho abierto el apuñalado corazón.
La asociación de publicistas, un nuevo gremio que ha adquirido un enorme poder, informa que en América Latina en 1941 la frase de "mejor mejora" se oirá en la radio 4 millones 700 mil veces.
Eso era la guerra en México, y una guerra de rumores. Algunas detenciones de espías alemanes, la ruptura de relaciones consulares, el reconocimiento de la Francia Libre, cuando en las primeras horas de la noche del 13 de mayo el Potrero del Llano, antes llamado Lucífero, una de las naves que el gobierno de México le habían incautado a Italia el año anterior, cruzaba las aguas de la costa de Florida rumbo a Miami con 46 mil barriles de petróleo.
El capitán Gabriel Cruz estaba inquieto porque en las últimas semanas los submarinos alemanes habían estado danzando por el Caribe, entrando y saliendo de puertos de colonias inglesas hundiendo mercantes, pero aún así decidió navegar de noche con las luces encendidas para que se viera clarita la bandera mexicana que traía pintada a babor y a estribor.
Casi a las doce de la noche, faltarían cinco minutos, el teniente Richard Suhren al mando del submarino alemán U564 identificó en el periscopio la bandera mexicana del barco que había detectado en la distancia.
Suhren esperó apretando los dientes y conteniendo la respiración, como si sus actos alteraran la dirección del proyectil. Un solo torpedo impactó en el centro del petrolero mexicano. El incendio se produjo casi de inmediato. Varios de los marinos debieron haber muerto en esos primeros instantes. El barco abierto en dos no se hundía, pero las llamas invadieron la cubierta. Uno de los marineros al intentar lanzar una lancha de salvamento al mar murió víctima de los golpes, varios ardieron en el barco o en el océano; parecía que todos se iban a freir vivos, pero asiéndose a tablones y salvavidas de corcho, una parte de la tripulación logró alejarse de la gigantesca antorcha. Catorce de los 36 tripulantes del Potrero de Llano murieron en esos primeros momentos.
El mar siguió ardiendo durante horas. El U564 se alejó de la zona a media profundidad. Horas más tarde los náufragos mexicanos fueron recogidos por unidades navales norteamericanas y llevados a Miami. La radio lanzó rápidamente un boletín informativo: Barco mexicano hundido por un submarino alemán.
La prensa mexicana retomó la noticia de inmediato con sus titulares habitualmente folclóricos: "El torpedo villano". Y la calle, que es maledicente y rumorosa, se debatía entre el furor patrio contra el pinche submarino alemán que abusivo e hijo de su puta madre había tirado un torpedo contra un barco mexicano desarmado y los maliciosos, alimentados por los partidos conservadores, que decían que había sido un submarino gringo porque los yanquis querían que México entrara en guerra de su lado.