JUEVES Ť 18 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť El presidente cubano reflexionó sobre el conflicto durante el congreso de la Felap
"En esta extraña guerra, nadie puede descartar el uso de armas atómicas", afirma Fidel Castro
Ť Confiesa que "no le quita el sueño" que Cuba pudiera aparecer en la lista de 7 países terroristas
BLANCHE PETRICH ENVIADA
La Habana. El presidente de Cuba, Fidel Castro, frente al micrófono, piensa en voz alta, extensamente, sobre la mayor crisis de la era contemporánea, sin medir -en apariencia- si lo que dice es "políticamente correcto", en tiempos en que la mayoría de los gobernantes del mundo uniforman su discurso.
"Guerra extraña ésta, que se anuncia prolongada y larga, para combatir un fenómeno inventado y utilizado por el más imperial y desarrollado de los países". Un conflicto "de alcances y complicaciones impredecibles", en el cual nadie puede descartar el riesgo "de que en un momento dado incluso las armas atómicas sean utilizadas".
Durante cinco días, del 8 al 12 de octubre, el mandatario cubano presidió un congreso de periodistas latinoamericanos y caribeños en la capital isleña. Participó en la reflexión colectiva de informadores, entrevistó a su manera a los ponentes, "tiró línea", inevitablemente, a los casi 400 comunicadores de una veintena de países que acudieron a la convocatoria de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap).
Muchos de los congresistas iban en pleno vuelo cuando en Asia Central iniciaban los bombardeos a Afganistán. El gran telón de fondo resultó ser, pues, esta gran crisis mundial. Un timing involuntario que Fidel Castro consideró "el minuto más oportuno" para un debate entre periodistas.
Castro lo había dicho y lo repite: "La posición de Cuba es cese a la guerra y búsquese la solución, porque no sabemos qué problemas pueden salir de la región, pues ahí mismo hay dos potencias nucleares enemigas y porque lo de Bin Laden y Estados Unidos es como lo del perro y el gato."
Respecto al hecho de que Cuba pueda aparecer en la lista de siete países terroristas, confiesa que es algo que no le quita el sueño, convencido de que en otros momentos de la historia toda la colaboración de su gobierno con los movimientos rebeldes en Africa y América Latina ha sido "una página limpia". Ligero de humor, confiesa: "No tengo ningún temor a que me sancionen ni a 15 días en el infierno. Si hay quien haga esa asociación de ideas (entre revolución y terrorismo) se debe a que ha habido décadas de condicionamiento propagandístico. Son sectores que actúan conforme a un reflejo condicionado, no a un razonamiento."
Sobre la preocupación central del mundo actual, el terrorismo, apunta: "No hay ningún caso en la historia en que el terrorismo haya beneficiado a una lucha popular. Es un método torpe que causa daño terrible a quienes luchan por causas humanas y nobles". Subraya la diferencia entre lucha armada y terrorismo. ƑEjemplos? "La independencia de Estados Unidos se consiguió con lucha armada. Quizá ahora quieran declarar terroristas a George Washington y a Abraham Lincoln".
Las reliquias de Aeroflot
Y al final, en la clausura del evento, la noche del jueves 11, se sumerge durante más de tres horas en una larga disertación sobre la crisis mundial que marca la era.
También se divierte y divierte, como cuando comenta los partes de guerra que día a día emite el Pentágono rindiendo cuentas de los bombardeos masivos a la remota Afganistán. Cosas que tiene esta operación militar -dice- "que a veces provocan risa en medio del drama", como aquella que da cuenta de la "colosal victoria que significó la neutralización" de la fuerza aérea afgana.
"Pero si es que -se carcajea Castro- la fuerza aérea de Afganistán no existe. Creo que tenían 20 aviones y no tengo la menor noticia de que alguno de ellos haya volado en los últimos seis meses. Son aviones soviéticos. De esos tenemos nosotros algunos cuantos aquí". Su audiencia ríe. Tal vez quienes lo escuchan conozcan algunas de las reliquias de Aeroflot que, oscuras y frías, olorosas a desinfectante y con un sobrecogedor concierto de ruidos metálicos, todavía vuelan desde algunos puntos remotos de la isla hasta La Habana. "Y sabemos la velocidad que alcanzan los aviones soviéticos, el mantenimiento que deben tener, las piezas que se les deben cambiar para que vuelen. Y si es conveniente que vuelen o no".
Esa flotilla afgana, real o no, que describe Fidel, se enfrenta con los aviones comandos Jaguar que dirigen los combates aéreos con computadoras y programas. Sigue ironizando a costillas de la imponente tecnología bélica en Estados Unidos: "Ellos -los norteamericanos y sus socios- tienen no se sabe cuántos satélites espías que pueden ver la chapa (placa) de un autobús o curiosear a cualquier dama que se le ocurra tomar el sol en la azotea de su casa."
Fidel ya tiene al auditorio en el bolsillo. Entonces vuelve de la risa al drama y a las posibles consecuencias de esta nueva aventura bélica: "Estados Unidos reclama el derecho de hacer polvo a cualquier país. Todos estamos expuestos. Han invocado a Colombia, y a todos nos pueden convertir en Colombia".
Deja ver, entre líneas, que los cubanos no pueden dejar de sentir pasos en la azotea por el peso de la declaración de Bush del día 20. "Es la más grave amenaza que se haya hecho a la humanidad. Pero aquí no podrían encontrar ni un pretexto, no somos fanáticos, nunca hemos hablado con un talibán, nuestras diferencias políticas e ideológicas con ellos son abismales. No compartimos prácticas como la destrucción de vidas. Ellos son fanáticos que se rigen por normas religiosas. Tienen más relación con los imperialistas, que adoran a su dios, el dinero".
ƑQué diría Marx?
Líder de uno de los últimos bastiones del socialismo, nacido en los años treinta, Castro invoca en una sola frase el ocaso del imperio napoleónico y al viejo de barbas, el judío alemán que transformara el pensamiento político de su siglo: "ƑSerá este primer año del siglo el 18 Brumario de Jorge W. Bush?", se pregunta, asociando la obra que analizó el fin del imperio de Bonaparte: "ƑQué diría Carlos Marx de este golpe de Estado mundial?".
Castro, por lo pronto, augura que en esta aventura el presidente George Bush no podrá decir, como el triunfante Julio César en el mejor momento del imperio romano: veni, vidi, vici. "Tal vez lo que diga será: Llegué, ví cosas horribles y he metido la pata".
De ahí a las películas de vaqueros y a sus recuerdos de infancia. "Tal vez he visto más películas de vaqueros que cualquiera de ustedes", comparte. "Y de niño no comprendía por qué disparaban y disparaban y nunca se acababan las balas. Pero me reía. Después ya las veía, pero como películas cómicas. Ahora me divierto viendo esas películas que tienen cosas tan locas. Y esto lo digo sin hacer burla de nuestro vecino presidente, de verdad. Hay que usar un lenguaje diplomático, serio y no hacer uso, ni mucho menos abuso, de los adjetivos. Pero en esas películas había una cosa muy cómica, dentro de todo. Como ahora, en esos partes de guerra".
Vuelve, con sarcasmo, a los comunicados del Pentágono de los últimos días, donde dan cuenta de la "derrota" de la fuerza aérea afgana. "Aparece un cañón por acá, otra pieza por allá, una ametralladora cuatro bocas, una camioneta, porque ni transporte ni gasolina tienen los afganos. Sin embargo, Estados Unidos avanza con un éxito colosal. Sólo por casualidad murieron cuatro funcionarios de la ONU, porque parece que un cohete inteligente se equivocó y dio en otro lugar. Y mientras tanto, los afganos reciben del cielo exquisitos alimentos".
Errores históricos de Washington y Moscú
A fines de los setenta, representantes del entonces gobierno revolucionario de Kabul acudieron en La Habana a la Cumbre de Países no Alineados. No eran, desde luego, los fundamentalistas de hoy. Fidel recuerda ese momento. Y lo que siguió: Estados Unidos organizó de inmediato la contrarrevolución. Y Moscú, contra la opinión de La Habana, cayó "en el disparatado error de invadir". A los soviéticos -comenta ahora el mandatario cubano- "los conocimos muy bien, mejor que a nosotros mismos: cabeciduros como no hay otros, dogmáticos, academicistas en la guerra, en la economía y en la política. Ahora a los rusos que ya no son soviéticos y a las repúblicas de Tadjikistán, Uzbekistán y Kazajstán se les ha complicado mucho la situación porque India tiene armas nucleares, Pakistán las tiene, y hay una situación interna crecientemente complicada, pues no sólo son musulmanes, sino son de la misma etnia que los talibanes. Y son fanáticos. No como los vietnamitas, que eran patriotas."
Pasó la medianoche y Castro se adentra en la madrugada siguiendo el hilo de sus pensamientos en voz alta. Un asistente le pasa unas hojas. Es el último reporte de los sondeos sobre el "estado de la opinión pública", que en los últimos tiempos las autoridades han dado por hacer, interrogando a distintas capas de población sobre infinidad de temas. Así se arman estadísticas y los funcionarios, según explica el presidente, cuentan con retroalimentación desde la ciudadanía. En los sondeos no sólo se incorporan, sino que incluso se enfatizan algunas de las opiniones críticas.
Y Castro lee en voz alta alguna de esas opiniones. Es un ciudadano de la provincia: "Fidel está hablando demasiado estos días. Hubo un tiempo que no hubo comida. A ver si la cosa no se pone difícil otra vez y vuelve a escasear la comida otra vez". Entonces el dirigente empieza a buscar tierra firme donde aterrizar su largo discurso nocturno.