JUEVES Ť 18 Ť OCTUBRE Ť 2001
Orlando Delgado
La recesión del nuevo siglo
Antes del ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono, la discusión sobre el desempeño futuro de la economía estadunidense se centraba en una pregunta: cuándo empezaría la recuperación. Algunos planteaban que sería en el cuarto trimestre de este año, otros que se daría en los primeros tres meses de 2002, y los pesimistas hablaban de que sería hasta el segundo. De estos escenarios, el gobierno de Fox escogía el que más convenía para que la economía mexicana, amarrada deliberadamente al ciclo de nuestro vecino, pudiera tener un cierre de año relativamente favorable y terminar con un crecimiento de uno por ciento.
En este momento, la discusión es sobre la duración de la recesión en el mundo y particularmente en Estados Unidos: las tesis polares son que gracias a la política fiscal y monetaria expansiva la recesión será ligera, entre dos y tres trimestres, y se reanudará pronto el crecimiento; la otra posibilidad es que sea prolongada debido a la caída de Japón y a la rápida desaceleración europea, lo que señalaría una gran recesión mundial. Para nosotros, con una economía en gran medida estructurada para abastecer a la industria de Estados Unidos, ambos escenarios resultan sombríos.
Este año, una desaceleración de la economía del norte que alcanzará un crecimiento de un poco más de uno por ciento, para nosotros significará un resultado de entre -0.5 y 0 por ciento. El año próximo, si la economía mundial se contrae y Estados Unidos no crece, tendremos una reducción de la actividad económica que podría ser de -1.5 por ciento. Las estimaciones de la Secretaría de Hacienda, presentadas el martes pasado a los diputados, que prevén un crecimiento en el país vecino de 0.3, mientras para nosotros sería de 1.74, acompañadas de una meta de inflación de 4.5 y de un dólar promedio de 10.1, resultan difíciles de aceptar.
Los analistas internacionales sostienen que el verdadero riesgo para la economía mundial está en la evolución de Japón, cuya economía está en franca recesión y los márgenes de maniobra de la política económica han desaparecido. La política monetaria, por ejemplo, no tiene ninguna posibilidad de incidir en el ciclo, ya que los niveles promedio de las tasas de interés reales son negativos. Por ello, se dice que lo único que podría ayudarle sería una pronta recuperación estadunidense. Europa presenta condiciones mucho mejores que los japoneses, pero su planteo de política monetaria está resultando conservador, a lo que se agrega que los tratados de Maastricht imposibilitan el uso de políticas anticíclicas (Dornbusch, El Universal, Finanzas, D 5, 16/10/01). Como para Japón, lo que ocurra con Estados Unidos determinará si Europa entra en una recesión que podría agudizarse rápidamente.
Aunque no se acepta, el gran riesgo no es Japón, ni Europa, sino precisamente Estados Unidos. Desde el tercer trimestre de 2000, el ritmo de crecimiento pasó de 5.7 a 1.3 y en los siguientes tres trimestres ha promediado apenas 0.8. La principal explicación de esta desaceleración es la confianza: los consumidores estadunidenses, desde hace más de un año, piensan que la evolución económica será desfavorable. Con los sucesos del 11 de septiembre, esa confianza se ha desplomado. Los bombardeos a Afganistán y las declaraciones de Bush, no han podido contrarrestar la pérdida de confianza, ya que todo indica que es difícil lograrse una captura relativamente rápida de Bin Laden. Por ello, lo más probable es que, pese a los esfuerzos de la Fed que reducirá las tasas de referencia el próximo 10 de noviembre y las devoluciones de impuestos, los estadunidenses no gastarán, provocando que la recesión se agudice.
La recesión del nuevo siglo puede tener características distintas a las de los últimos 50 años. Políticas monetarias y fiscales expansivas pueden ser incapaces de corregir un ciclo recesivo provocado por que la gente piensa, y con razón, que las cosas no mejorarán, sino que podrían empeorar. Un largo proceso de bombardeos e intervenciones por tierra que no logren su cometido, hará que el miedo de los estadunidenses a ser atacados se incremente día con día. El temor a ataques que podrían darse en su propia casa y en cualquier lugar del mundo, lo que los iría confinando, manteniéndose como prisioneros en su propio territorio. El riesgo es que sin confianza, la producción mundial se derrumbará y, con ello, los problemas de pobreza en el mundo se exacerbarán, lo cual agudizará las dificultades. Por ello, pensar que el próximo año creceremos a 1.7 es iluso.