VIERNES Ť 19 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť En otro foro, versión checa y en teatro guiñol de Alí Babá y los cuarenta ladrones

El grupo canadiense de mimos Omnibus escenifica en el Cervantino una crítica al imperialismo estadunidense

ANGEL VARGAS ENVIADO

Guanajuato, Gto., 18 de octubre. Los integrantes de la compañía Omnibus reivindican la mímica como un arte del cuerpo, por encima de otros elementos con los que se suele identificar esta especialidad, entre ellos el silencio y el movimiento:

''Muchas veces el cuerpo reivindica más esta disciplina por su inmovilidad que por su movimiento. Lo que vuelve atípico nuestro quehacer es que no somos atléticos, como quienes trabajan en el circo, sino que apostamos porque nuestros músculos y expresión razonen, que trabajen sobre las emociones y la pasión. No hay movimiento que, por pequeño, carezca de significado".

El grupo llega al Cervantino con una obra, Divine Beauties, de Jean Asselin, que crítica la hegemonía estadunidense en el mundo y mucho tiene que ver con los acontecimientos que se suscitaron a partir de los atentados en Nueva York.

''Es un espectáculo típico iconoclasta en relación con el imperio americano. El nexo que tiene con los hechos de septiembre es casual. Es iconoclasta respecto del fervor religioso. Critica todos los fascismos y todas las hegemonías", comentan.

Esto no significa que se trate de un espectáculo con compromiso; es muy libre, aclaran: ''El impacto es a través de la poesía, porque es precisa y dice las cosas verdaderas. No buscamos dar un panorama completo de la hegemonía americana, porque el objetivo del poeta es hacer una visión crítica de las cosas, no exhaustiva".

Con 25 años de existencia, Omnibus está integrado por nueve artistas y su propuesta, además de ''la reivindicación del cuerpo", busca ampliar la dramaturgia del arte del cuerpo.

El grupo ofrecerá tres funciones en el Teatro Cervantes de esta capital, a partir de este viernes y hasta el domingo.

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En tanto, otro de los participantes en el 29 Festival Internacional Cervantino, el director checo Stanislav Doubrava está convencido de que el teatro guiñol representa más que una diversión:

''Es un instrumento capaz de llegar al ánimo y al intelecto del espectador, sin importar su edad."

Sus montajes se caracterizan por fusionar textos dramáticos de la literatura clásica con objetos artísticos, como la escenografía, el vestuario y la música, para presentar una propuesta expresiva en la que los títeres sean más que simples muñecos manipulados y se conviertan en mensajeros de una historia.

Al frente de la compañía Naif de Liberec, el director checo presentó en la fiesta cervantina una versión de Alí Babá y los cuarenta ladrones, uno de los cuentos clásicos de Las mil y unas noches.

A través de su mirada, la historia adquiere un toque humorístico, definido por los atributos cómicos que confiere a los personajes, como tener mal aliento o ser distraído, muy suspicaz o demasiado abnegado.

Lo que sobresale de esta obra es que si bien los diálogos son en checo, logra una completa interacción con el público, en especial con los niños, quienes siguen la trama fielmente y comprueban la teoría del teatrista de que ''la magia del teatro rompe con la barrera del lenguaje".

''Después de la Segunda Guerra mundial se formó una red de teatros profesionales siguiendo el modelo ruso, el cual provocó que este tipo de teatro fuera considerado arte y consiguiera subsidio gubernamental", apunta.

''Hoy día, esta forma de teatro juega un papel preponderante en la labor educativa de niños y jóvenes en la República Checa, tendencia única en el mundo", dijo.