VIERNES Ť 19 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Pablo Espinosa

Clapton, el desconocido

Todo comenzó en febrero en un palacio celestial redondo: el Royal Albert Hall de Londres, con una versión actualizada del Libro de El Génesis: en el sexto día Dios creó el blues. Y vio, mejor oyó, que era bueno. Allí, sentado en una silla, sobre una alfombra persa, en medio del escenario bajo una luz azul semejante a una mujer desnuda, un músico desconocido iniciaba la última gira mundial de su existencia.

Desde aquella butaca londinense dimos a conocer en estas páginas de La Jornada la primicia que esta noche, ocho meses después, es una bella realidad: Eric Clapton hará estallar el látigo de seis cabezas, las cuerdas de su guitarra, en forma de relámpagos que harán hervir y hartarse de belleza a la ciudad de México.

Se vive una emoción sólo comparable a los preámbulos del coito.

derek"Señoras y señores, con ustedes Eric Clapton, ese gran desconocido", debiera decir en el micrófono alguno de sus camaradas músicos que viajan con él por todo el mundo desde que en febrero se embarcaron con un interés por encima de todas las cosas: el placer de hacer música juntos.

"Son muchas las razones de su incógnita belleza, de su escondida real valía, de su cuasi anónima virtud", ya no haría falta que dijera el espontáneo presentador en el micrófono, porque las pruebas están a la vista: en primer lugar, los números de la taquilla: en los primeros 15 días luego de que se abriera la taquilla, una runfla de adictos a la belleza agotamos los boletos de las primeras filas. En los siguientes dos meses, otros devotos de la buena música dieron cuenta de los mejores sitios en el graderío. Pero dos meses después la cifra no llegaba ni a 20 mil boletos vendidos, de un total de 55 mil.

De manera tal que en el transcurso del tiempo otros adeptos al rock recibieron con júbilo la noticia de que Toto, esa referencia en la educación sentimental de muchos, estaría también en el banquete. Para los claptonianos, Toto será un "telonero", para los organizadores y quienes compraron el resto de los boletos que no se habían vendido será una cena con dos platos principales. Lo cierto es que ayer todavía había boletos en taquilla y que de no haber sido por el "gancho" popero de Toto, el todo hubiera sido desangelado en sentido figuerucho, porque en el sentido real no hay lugar donde vaya Dios que no esté lleno de ángeles.

También es otra demostración de que el blues tiene mucho de ese canto a un dios desconocido. Quien diga que conoce a Eric Clapton miente de alguna manera.

Tenemos ante nosotros a un músico que se sale de los cartabones y que los incluye todos. Un espejo de los personajes goetheanos La Angustia, La Preocupación, La Pena, pero también del miltoniano El Limbo y del flaubertiano Felicidad.

Para muchos, Clapton es el autor de una rola pop de título Tears in Heaven. Muchos, entre esos muchos, también se desgarraban las vestiduras porque Clapton no se comportaba como personaje de Eurípides en la consternación mundial por la muerte, trágica, de su pequeño hijo. Un buen día dijo a un reportero: "Lo que pasa es que ustedes los latinos gustan de ostentar el llanto, mostrar el dolor. Entiéndanme, yo soy inglés, eso no me hace menos sensible, pero mi conducta pública no es la que ustedes esperarían; lamento no complaceros".

Clapton también es desconocido porque no responde al cartabón del rock star, como lo suele pintar a la medida el negocio de la música. Cuando la era del libre mercado llegó, ya Clapton estaba de regreso del infierno. Su paisano Sting habló por él: "Es que ustedes los periodistas y su público quisieran vernos tirados en la calle, moribundos de borrachos o drogados o en las revistas del corazón. Les frustra lo contrario. No imaginan lo que amamos. No nos soportan como seres de carne y hueso, como Johann Sebastian Bach rodeado de animales domésticos, de hijos y con su mujer en la cocina, escribiendo obras maestras".

Clapton es desconocido de manera similar a los miles que nombran a Kundera, pero no han leído una línea de ese maestro checo. Igual es un músico de rock. Les dice algo siempre y cuando esté asociado a un logo, un anuncio comercial que salta en la tele, algún referente de consumo. Les da lo mismo decir El Sordo de Lepanto que el Manco de Bonn. Les suena igual ''Remedios Varó'' que ''José Luis Borgues".

Para muchos Clapton es autor de Layla, ciertamente una de las grandes maravillas del mundo, pero poco se sabe del Clapton culto, lector de excelencia y exquisitez, como cuando supo del amor tan profundo que duele (Have you ever loved a woman/ so much that is a shame and a sin?) porque amaba sin medida a la mujer de su mejor amigo, George Harrison, y una tarde que leía al poeta persa Nizami, en particular su Story of Layla and Majnun acerca del amor de un hombre por una mujer que pertenece a otro hiló metáforas y escribió varias rolas de blues, entre ellas I'm yours, con letra de Nizami, y la susodicha Layla, en un sistema de vasos comunicantes con El libro de los amores difíciles de Italo Calvino y con un guiño humorístico con la del filósofo checo Milan Kundera hacia El libro de los amores ridículos.

Hay quienes tienen, entre el sector de radicales jevis del rock acá, del lado moridor, a Clapton como un autor popero, pasándose por el mismísimo arco del triunfo por lo menos un par de las más hermosas canciones de amor en el planeta: Thorn tree in the garden, una rareza similar a la más bella canción de amor escrita por Dylan: You belong to me. La otra rola hermosérrima de amor de Clapton es la conocida Wonderful tonight, que contiene versos tan sublimes como sencillos en una historia de la vida cotidiana, en especial cuando él le dice a ella todo en una frase: "Eres hermosérrima" (you look wonderful tonight), y que es el capítulo más intenso de las 24 noches de Clapton en el Royal Albert Hall que conocemos en disco y que repite con regularidad como un rito pagano, como lo hizo en febrero al iniciar la última gira mundial de su vida y que esta noche toca puerto en la ciudad más grande del planeta. Desde allí, desde su trono sobre un tapete persa en el Foro Sol, esplenderán los relámpagos de su guitarra y de su mano lenta emergerá un sonido inversamente proporcional a las luces de bengala que caen sobre el Islam y que son los relámpagos, rayos y centellas de una música tan honda, azul y bella que es el blues, blús, bluuuuuus.

Señoras y señores, con ustedes: dios, es decir, Eric Clapton.