DOMINGO Ť21 Ť OCTUBRE Ť 2001
Jenaro Villamil Rodríguez
Macarthismo con ántrax
Una nueva enfermedad está en riesgo de expanderse por todo el territorio de Estados Unidos. No es un ataque "bioterrorista", pero es más letal que el ántrax. No se esconde en las montañas de Afganistán, sino que pasea por todas y cada una de las calles de las macrópolis estadunidenses. Es un virus muy similar al que provocó la persecución macarthista de los años cincuenta, sólo que ahora no son los comunistas ni los homosexuales sus víctimas, sino los "traidores a la patria", los "aliados al terrorismo", los desertores de la lucha contra "el mal". Sus manifestaciones ya no son ocultas, sino que ahora se transmiten en vivo y a todo color por alguna de las mil 500 estaciones de televisión y se difunden en los más de 220 millones de aparatos o se expanden en alguno de los 7 mil 800 sitios de Internet y en la mayoría de los 580 millones de aparatos radiofónicos que conforman la sociedad mediática más poderosa del mundo (catorce veces más grande que la de México y con una influencia global única).
El primer síntoma de esta enfermedad es la intoxicación de patriotismo que se desató como una respuesta orientada desde el poder para enfrentar el shock provocado el 11 de septiembre. Entre sus víctimas han estado el conductor Peter Jennings, quien recibió miles de llamadas telefónicas por "atreverse" a criticar a George W. Bush el día de los atentados; o decenas de comentaristas y conductores televisivos que han puesto en duda la validez del maniqueísmo que se esconde en la Libertad Duradera. Hasta el personaje de historieta Homero Simpson y una frase de John Lennon han sido acusados de "proterroristas". Ahora el patriotismo se ha transformado en censura y tiene entre sus principales objetivos todas aquellas voces críticas -el círculo rojo estadunidense- que no se han ido con la propaganda fácil de Robert Murdoch o con los esquemas belicistas de Samuel P. Hungtinton, difundidos en una entrevista reciente en The New York Times.
Entre estos personajes se encuentran, de acuerdo con información publicada en La Jornada, la escritora Susan Sontag, el lingüista Noam Chomsky, o Bill Malheer, identificados como "trilogía diabólica", aunque entre ellos sólo tengan en común su profunda crítica a la guerra y sus advertencias sobre los excesos del poder militar y político contra los propios ciudadanos estadunidenses.
El clima de hostigamiento creciente contra los "disidentes internos" de la guerra de Bush y Blair coincide con el brote de sicosis por los casos de contaminación por ántrax, con la "videoguerra" perdida frente a los mensajes de Osama Bin Laden, transmitidos por Al Jazeera a todo el mundo, y con los indicios crecientes de que el verdadero odio está adentro, no afuera, y que operan por lo menos 600 grupos xenófobos, fundamentalistas, neonazis o de defensa de la pureza de los WASP (blancos, anglosajones y protestantes) en territorio de Estados Unidos.
Los irónicos llamados a la calma de la FBI y del procurador Ashcroft sólo alientan el terror. Estados Unidos ya no está en guerra contra el terrorismo sino contra el terror interno, creciente, inducido o provocado después del shock del 11 de septiembre.
La hostilidad contra los críticos forma parte de un escenario negativo que atenta contra los propios valores que fundaron la sociedad de ese país. Ha sido un recurso permanente en situaciones de guerra, pero nunca como ahora la batalla se está trasladando a los edificios, las avenidas, los malls y las oficinas de los grandes medios estadunidenses.
Noam Chomsky escribió en 1992, en sus Cartas de Lexington, que el "modo más crudo de asesinar a la historia es mentir. Otro modo más efectivo es marcar los límites del discurso... El 'modelo de propaganda' sostiene que el servilismo hacia el poder es un factor básico que influye en el producto de los medios" (pp. 183-184). Chomsky, viejo "demonio" para el establishment periodístico y mediático, escribió esto en el contexto de la crítica a la cobertura del conflicto en Medio Oriente. Quizá nunca calculó que esa operación comenzara a realizarse en el seno de la propia sociedad estadunidense, justo cuando los enemigos tradicionales de la guerra fría habían sido "derrotados".
El neomarcathismo se puede potencializar debido a una característica única de la actual sociedad mediática estadunidense: la facilidad con la cual se operan los linchamientos desde la pantalla, desde la radio, desde la prensa escrita, y su impronta en el inconsciente de los ciudadanos. Evidentemente, el ántrax se ha vuelto real porque ha adquirido rating y porque concuerda con el guión de una amenaza diabólica que va a atentar contra la vida y la seguridad estadunidenses. Como señala Susan Sontang en relación con las "evidencias creíbles" de la FBI sobre un inminente y nuevo ataque dentro de Estados Unidos: "es como decir que es posible que aparezca un elefante rosa en mi alcoba, mientras estoy hablando contigo por teléfono desde mi cocina" (La Jornada, 20-octubre-2001, p 4a).
El problema es que el elefante rosa se apareció no en la recámara, sino en la pantalla, y ahora tiene como objetivo silenciar y hostigar a todos aquellos que no aceptan al verdadero halcón que está en casa.
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