LUNES Ť 22 Ť OCTUBRE Ť 2001

León Bendesky

De qué lado

Lo estamos viendo venir y no podremos decirnos sorprendidos por lo que ocurre ya y lo que puede pasar en un entorno de guerra, de actos de terror y de creciente inseguridad social y política. La presión está aumentando y los riesgos de mayor inestabilidad se acumulan por todas partes. Ya nos han advertido que el futuro suele lanzar su sombra mucho antes de hacer su aparición, y no deberíamos hacer como si no lo entendiéramos, especialmente ahora.

Un paso en esa dirección puede ser el de reconocer que hay muchos claroscuros en todo lo que tenemos frente. Saber que reprobar decisivamente unos actos y unas posiciones no significan, necesariamente, aceptar otros por completo y sin crítica. En este caso la posición crítica se entiende como una actitud primordial a la cual no podemos renunciar, es un asunto complejo que requiere poder distinguir y señalar lo que es importante de entre todas las cosas, hechos, principios o valores que aparentan serlo.

Cuando no existe la capacidad de ser críticos se impone la autoridad y se reduce la libertad, se nos orilla a un extremo al que en verdad no pertenecemos. El ejercicio de la crítica parte de la sospecha y en este momento son muchas las sospechas sobre lo que está ocurriendo, sobre las razones que se aducen de unas y otras de las partes para matar e imponer sus propias visiones del mundo. Y hoy nadie puede pedirnos, como usualmente se hace, que la crítica sea constructiva, no hay manera de decir nada constructivo en este momento para que sea escuchado por los talibán y sus aliados o por Bush y los suyos.

Siempre hay, por supuesto, quienes proponen matices en nuestras formas de pensar, en los propósitos para actuar y en las herramientas para comprender. Pero infortunadamente eso parece hoy irrelevante, marginal, superfluo, pues lo que está enfrentado es una creencia fundamental contra otra, y en la oposición radical entre el bien y el mal como fuerzas supremas no hay lugar para concesiones, la actual es otra versión de la madre de todas las batallas.

Las convicciones sobre las formas de vivir como personas y las ideologías sobre cómo organizar las sociedades son ya bastante difíciles de administrar como para mezclarlas con las cuestiones de fe, que está reservada sólo para la relación con Dios. De la fe no se puede pedir ni dar explicación y mucho menos debía tratarse de imponer a los demás, y Ƒno es esto lo que proponen los extremistas del Islam y también los defensores a ultranza de la sociedad occidental en su versión actual de la globalidad? Quien no está de un lado, está necesariamente del otro lado y se convierte en enemigo, así de fácil y así de peligroso. A Sontag le acaba de ocurrir.

Qué difícil se hace ahora poder articular de modo coherente, y ni siquiera digo convincente, la completa oposición al terrorismo, cualquiera que sea su forma y cualquiera que sea su origen ideológico y geográfico, y la visión totalitaria de la sociedad que promueve, con el rechazo de la defensa de un concepto de sociedad que se impone desde el otro lado también de manera total.

En Shanghai, el mensaje del presidente Bush fue muy contundente en el sentido de la razón total que le asiste y de la exigencia de compromiso que impone, y los mandatarios ahí reunidos se plegaron todos sin una sola voz disidente. Poco después todos aparecían vestidos de chinos.

Mientras nos envuelve el extremismo de una y otra denominación, esperamos expectantes e impotentes los resultados de la invasión a Afganistán y sus posibles repercusiones políticas en Pakistán e India, en las ex repúblicas soviéticas y en Oriente Medio desde Turquía hasta Israel, Palestina y más allá. La pólvora está regada y la chispa puede brotar en cualquier momento y en muchos campos distintos. Ahora el terrorismo se ha vuelto parte de las preocupaciones cotidianas, motivo de incertidumbre y de miedo, y se sabe que no hay ningún límite que lo contenga. Ahora sabemos del carbunco y sus efectos; y en horas difíciles como éstas tendremos que hablar y pensar en español, a ver si eso nos permite entender mejor y buscar más en nosotros mismos.

Esta ubicación dentro del conflicto global que ha estallado parece importante y necesaria desde México, como individuos y como nación. El nuestro es un país marginal en el ámbito de esta guerra y de los objetivos políticos y militares que persigue Estados Unidos. Tal vez sea momento de sacar ventaja de esta condición de marginalidad, pues no hay muchas ocasiones para aprovecharla. Se requiere más inteligencia y astucia para actuar desde esa posición, que para ofrecer lo que no se ha pedido y lo que tal vez no se pueda cumplir. Es momento de protegerse y no de exponerse innecesariamente; así como la naturaleza necesita del vacío, la política quiere la prudencia, actuar donde se debe, reconocer las prioridades, separar lo interno de lo externo y ponderarlos, tener un horizonte más amplio.

Y aquí cabe otro de esos matices que exige la situación actual, pues es perfectamente válido sostener que muchos mexicanos no queríamos seguir siendo gobernados por el PRI y admitir, al mismo tiempo, que no estamos de acuerdo con el modo de gobernar de Vicente Fox, con sus opciones para administrar la economía, con sus posturas frente a Washington o Madrid, o con las banalidades de las botas de charol o los desatinos de las referencias literarias. Pero todo eso puede acabar siendo irrelevante.