LUNES Ť 22 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Se presentará en el Teatro Orientación del DF

Versión bogotana del Don Juan, de Moliére, en el Festival Cervantino

RENATO RAVELO ENVIADO

Guanajuato, Gto., 22 de octubre. Don Juan, de Moliére, la versión barroca, contraparte de la propuesta romántica de Zorrilla, se llevó a escena en una ambiciosa relectura según la cual el escenario es el espacio que contiene y proyecta la seducción, y el único infierno posible es ser expulsado del mismo.

La Compañía Estable del Camarín del Carmen, que tiene su sede en el barrio de La Candelaria, donde los balcones anuncian una Bogotá que inunda la mirada de flores y esquinas, se presentó en un montaje que podrá ser apreciado en estos días en el Teatro Orientación, como parte de las actividades de Arte 01.

Comedia, no tragedia, propone Moliére, y el director polaco de la agrupación colombiana, Pawel Nowicki, o alguien de quien no se da crédito como adaptador en el programa, decidió someter la pieza teatral a veces a la farsa, a veces al absurdo, en una reordenamiento a los valores propuestos por el escritor francés en el mito del conquistador.

Don Juan, proponía Moliére, debe ser exhibido por su falta de fe. Tres ocasiones, acertado, repiten la escena en la que Don Juan ofrece monedas de oro a cambio de que alguien abjure del creador, sin que esto signifique que la obra tenga esa carga moral.

Más bien existencial: "Este hombre solamente cree que dos más dos son cuatro", dice Sganarelle como explicación y revelación del comportamiento de su amo. Destacan, por cierto, tanto las actuaciones de Robinson Díaz en ese papel y la de Hernán Méndez en el de Don Juan.

Esas son las ventajas de la versión de Moliére sobre la del otro Don Juan, que se complica con vericuetos morales. Y la apuesta que durante la primera parte no parece muy clara, por parte del grupo colombiano, se delinea con ciertas licencias sobre el original en la resolución.

Queda entonces claro que existe una concepción estética que tiene que ver con el hecho de que durante el primer acto no se usa el vestuario de época, se hacen referencias cómicas que trastocan el ritmo de la representación, y en general se pone el texto a revitalizarse, con la consigna de que la intención original con la que se escribió puede encontrar otras posibilidades sonoras y escénicas.

No obstante, estos cambios de sentido, como toda apuesta hacen que el grupo caiga en las trampas de la solución fácil o incluso la confusa en esta compañía, que bajo la dirección de Gloria Zea en Colombia, se ha desarrollado, en los últimos 10 años, de una manera diversa lo mismo en la ópera que en los repertorios nacionales o universales.

El director, de origen polaco, llegó a Colombia en 1989 y fundó con sus alumnos de teatro el grupo Estudio Teatro. Desde el año de 1997, con el antecedente de un par de obras trabajadas con Nowicki, se forma la compañía de manera estable, como única en su género en el país.

La puesta en escena del Don Juan, de Moliére, con la agrupación colombiana transcurrió con fluidez, gracias a esos atajos formales, hasta el punto de quiebre con la idea de la escena como la auténtica validación de lo real, a pesar de que se trata de algo imaginario, impostado, actuado, hechizo.

La representación, con toda su falsedad, parece proponer el conjunto actoral, es la única forma de penetrar la verdad del drama que trata a su vez de penetrar la vida, y en la que se propone la hipótesis que el único pecado imperdonable, la puerta al infierno, es no creer.