James Petras
Estados Unidos y Afganistán: una guerra injusta
Veinticuatro de octubre de 2001. La investigación de los actos terroristas del 11 de septiembre continúa, el bombardeo de Afganistán continúa y sin embargo sigue faltando evidencia que vincule a Bin Laden con una conspiración internacional. A pesar de que la policía ha recibido 350 mil llamadas que reportan sospechosos y circunstancias extrañas ante las autoridades, y aunque la policía federal y local ha arrestado a 830 sujetos, el gobierno confiesa que ninguno de los sospechosos tiene nexos con los actos del 11 de septiembre.
Mientras la propaganda de guerra se enfoca sobre el talibán afgano y en la búsqueda de Bin Laden, el presunto autor intelectual, los investigadores estadunidenses y alemanes buscan en Hamburgo un punto posible de incubación de la conjura para atacar objetivos en Estados Unidos. La razón es que siete de los sospechosos principales estudiaron en escuelas técnicas por varios años, y la mayoría se conoció mientras vivía y estudiaba en Alemania. La pesquisa de la Interpol y de cientos de agencias policiacas en Norteamérica, Europa y otros sitios no ha podido presentar evidencias que conecten a los sospechosos con las bases militares o las redes internacionales del Al Qaeda afgano. Miles de horas de búsqueda e interrogatorios, cientos de arrestos y el gasto de decenas de millones de dólares para procesar conversaciones telefónicas grabadas, la intervención de correos electrónicos, faxes y otras formas de comunicación, no muestran evidencias de una red internacional.
La hipótesis de una conspiración dirigida por Bin Laden es, a juzgar por las pruebas presentadas, nula. En la presentación del caso contra Bin Laden en el Reino Unido, Tony Blair tuvo que admitir explícitamente que la evidencia "no podría asegurar un juicio en la corte". El talibán parece tan seguro de que no existen pruebas contra Bin Laden que ha ofrecido entregarlo a Washington siempre y cuando el juicio se efectúe en un país alterno.
¿Qué significa que no haya evidencia suficiente para identificar una red terrorista vinculada al 11 de septiembre?
De acuerdo con las reglas elementales de la lógica, la respuesta más directa y simple es que no existe tal red implicada en el crimen. Durante casi dos meses la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) ha insistido en que "es inminente un nuevo ataque masivo". No ha pasado nada. No hay nuevos complots ni se ha identificado a nuevos conspiradores. Una vez más debemos aceptar la posibilidad de que los perpetradores de los sucesos del 11 de septiembre no sean parte de una red internacional; por lo menos Washington no ha podido verificarlo.
Pero existen varios fragmentos de evidencia, bastante sugerentes, que no han sido explorados y que podrían guardar relación con las pesquisas. Un reporte significativo, que fue pasado por alto, señala que al menos cinco de los principales sospechosos pudieron haber recibido entrenamiento en bases militares estadunidenses en los noventa, y tres de ellos estuvieron después en Chechenia. ¿Eran acaso agentes dobles, trabajando a favor y en contra de Estados Unidos al mismo tiempo? ¿Acaso Estados Unidos entrenó a terroristas árabes para desestabilizar la influencia Rusia en la estratégica Chechenia? Aclarar la relación de Estados Unidos con los cinco sospechosos que pudieran haber recibido entrenamiento militar, contribuiría a la investigación y tal vez explicaría la presteza de Washington en acusar a Bin Laden y al talibán.
Muchos de los sospechosos ingresaron en Estados Unidos con visas de negocios de entradas múltiples (no de turistas ni de estudiantes), las cuales son mucho más difíciles de obtener. La pregunta es: ¿se llevó a cabo alguna revisión rutinaria de antecedentes? Si no, ¿por qué? ¿Por qué se otorgaron visas de negocios para una visita prolongada a individuos sin acreditaciones de negocios? Son éstas preguntas importantes. Las respuestas podrían abrir líneas de investigación totalmente nuevas.
Por varias razones vitales, se necesita, urge, una nueva investigación, independiente, sobre los hechos del 11 de septiembre. Para empezar, los bombardeos masivos sobre la población civil y militar de Afganistán están descuajando a la mayoría de los 27 millones de afganos y les impide recibir cualquier ayuda alimentaria. El hambre crece y los cientos de muertos podrían volverse millones en poco tiempo. Casi dos tercios de los 27 millones de afganos son grupos muy vulnerables: mujeres y niños. Además, los bombardeos estadunidenses violan los principios fundamentales de las leyes internacionales que subyacen a las relaciones entre los Estados. Sentar el precedente de acciones militares unilaterales sin justificación jurídica no puede sino conducir a un caos internacional y a un conflicto generalizado y permanente.
Un tribunal internacional independiente podría exigir pruebas contundentes y, en ausencia de éstas, determinar que la guerra carece de legitimidad, procediendo a movilizar el respaldo de la opinión pública en favor de un cese inmediato del bombardeo.
El 23 de octubre de 2001, el prominente diario británico The Guardian invocó importantes razones extra judiciales para la premura estadunidense en bombardear al talibán. Para 1998, una compañía petrolera con sede en Houston, Texas, Unocal, cercana a Cheney y a Bush, invitó al talibán a Estados Unidos; ahí se les paseó y se les propuso transportar crudo del Mar Caspio a los puertos de Pakistán vía Afganistán, es decir, sin pasar por Rusia o Irán. El acuerdo fue bloqueado debido a las fuertes objeciones presentadas por las feministas y los ambientalistas.
El derrocamiento del régimen talibán por parte de Estados Unidos podría reabrir este acuerdo de un oleoducto ?que implica miles de millones de dólares? entre Unocal y un nuevo régimen de coalición pro estadunidense.
La guerra ha servido como pretexto para reconcentrar e incrementar la riqueza. Se impulsan en el Congreso estadunidense recortes tributarios por 100 mil millones de dólares que favorecerán a 1 por ciento de la población. Treinta y siete mil millones de dólares adicionales para gastos militares enriquecen al complejo industrial militar. Cualquier crítica a las legislaciones de "vía rápida" o fast-track que facilitan acuerdos internacionales de comercio se califican de "socavamiento de los esfuerzos de guerra".
La teoría de la "conspiración terrorista internacional" que justifica la guerra sirve a los intereses de los poderosos grupos económicos que se beneficiarán de "la guerra global" y de la concentración del poder presidencial. Cuestionar el mito de la conspiración es cuestionar la guerra y las políticas que sitúan miles de millones de dólares en las poderosas corporaciones estadunidenses.
Propongamos otro escenario: se constituye una corte internacional independiente que decide rechazar, con base en la ausencia de pruebas, los cargos de conspiración internacional y finca causa probable para un veredicto de culpabilidad limitada ?que se circunscribe a los directamente implicados en los actos de violencia?. ¿Cuáles serían las consecuencias posibles? Disminuiría el respaldo con que cuenta el gasto de guerra entre la opinión pública. Se impugnaría y debatiría en el Congreso toda reducción tributaria que favorezca a los ricos. Se colapsaría la llamada "Alianza Global". Washington tendría que concentrarse en indagar las fuentes internas del terrorismo con ántrax. Estados Unidos tendría que tomar medidas para contrarrestar la profundización de la recesión económica.
Los afganos tendrán que vérselas con los
escombros y la destrucción que se le infligió a un pueblo
a causa de un "error de identidad". Es muy probable que muchos afganos
perezcan de hambre o enfermedades; toda una generación de gente
joven, aquellos que sobrevivan, estarán descuajados de sus raíces
y en su memoria colectiva quedará grabada la imagen de la destrucción
masiva. De entre los escombros y la desesperación surgirán
jóvenes militantes que serán profundamente hostiles a Estados
Unidos y a Europa Occidental. En Afganistán, la siguiente generación
de "condenados de la tierra" conformará, con toda seguridad, un
nuevo y más radical movimiento que atraviese el Medio Oriente y
más allá, y que dará forma a una conflagración
política global. El siglo XX nos enseñó que las guerras
procrean revoluciones.
Traducción: Ramón Vera Herrera