Ť Obra de Rascón Banda escenificada en Guanajuato
Veracruz Veracruz explora la intensa identidad de esa región de México
RENATO RAVELO ENVIADO
Guanajuato, Gto., 26 de octubre. Veracruz Veracruz, del dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda, explora una de las identidades regionales más intensas y pendientes. Bajo la dirección de Enrique Pineda, el espectáculo tiene como guía reveladora la décima y, aunque a veces resulta sólo un hilo tenue casi fallido, revela que, por ejemplo, a pesar de lo casi gemelo entre Andalucía y el puerto, hay cosas, como la fiesta brava que no cuajaron en ese estado.
El montaje, realizado en La cancha de cristal, de la Universidad de Guanajuato, debió remontar dificultades de acústica; ''además, esos malditos micrófonos" como dejó testimonio Rascón Banda, en el que solicitó que Angel Ancona, responsable de las cosas técnicas de este festival apoye esta producción y ayude a resolver los problemas de sonido ''de un lugar tan inhóspito".
Rascón expresó: ''Desde mi papel de dramaturgo que defiende la propuesta autoral, estimo, como alguno de los espectadores de anoche, que el director tuvo algunos excesos en su delirio creativo, como el de los condones bailando con la virgen, que no está en el texto, pero ¿cómo se puede contener el torrente creativo de este director que es como un volcán en erupción de imágenes que recogen el imaginario popular de Veracruz y el Caribe?"
En décima se cuenta la historia de dos hermanas que al nacer fueron separadas, una Selene, otra Helia La Petenera, pero también con música, grandes cantidades de sones y fandango, así como flamenco. Ambas se enamoran del mismo marinero.
Recreación de acentos regionales
Fiesta extraña al inicio, que inclusive tiene escenas un tanto excesivas y sin aportación mayor, como una en la que salen en traje de baño diminuto varios actores con una prótesis sexual, para supuestamente hacer una evocación que semeja más las playas de Acapulco que las del puerto.
Los bailarines principales, Ernesto Luna y Blanca Ramírez, son de hecho la constante en movimiento que hila el zapateado con el flamenco, y da cuenta de sus similitudes: ¿por qué en Veracruz no se desarrolló la fiesta brava, pero sí la tradición de la décima?, ciertamente es una pregunta que no se había formulado con anterioridad y que el montaje plantea.
''Quiero licencia, paisano, para este albur de pasiones" en el que Selene (Rosalinda Ulloa) y Helia (Rocío Gallardo) regresan a la tragedia por culpa del marinero (Raúl Pozos) y la tensión dramática se acumula, aunque ciertamente a cada número musical se destensa.
Más que a presenciar el desarrollo de una historia, con Veracruz Veracruz se acude a una reiteración de la identidad, a una recreación de esos acentos regionales que se marcan en la forma de caminar, de hablar, de cantar, de creer en la brujería y en la virgen. Es un aderezo constante: ''No por mucho madrugar vas y chingas a tu madre".
Si el planteamiento del problema por así decirlo, es disperso, la resolución armoniza imágenes, escenas, música. Incluso se da el lujo de comparar a las dos hermanas con el cuadro de las dos Fridas, por aquello de la unión de corazones.
Con la incorporación de la figura del cacique, padre de las dos muchachas, se permite guiños de tinte político aunque siempre la escena estará dominada por el baile y la música. Hasta el personaje que vende el pan, que solamente salía ataviado con un delantal, adquiere sentido cuando una de las hermanas empieza a sufrir.
Destaca Juana María Ramírez en su interpretación del tradicional son La bruja a ritmo de blues, así como las interpretaciones en vivo del grupo Tlen-Huicani, y las décimas de Guillermo Cházaro, Arcadio Hidalgo y Constantino Blanco Ruiz.
En el buen decir y en el buen ocupar el espacio, con pasión en ambos casos, sugiere el final de la pieza, los veracruzanos basan su identidad.