SABADO Ť 3 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Juan Arturo Brenann
Separación y neurastenia
Más por los enconados conflictos internos del medio cultural que por razones estrictamente artísticas, la ópera en México ha pasado en tiempos recientes por una evidente crisis; para muestra basta constatar la parquedad de la oferta operística de este 2001. Cada vez que hay una crisis operística en México (cosa que ocurre más o menos cada tercer día) se elevan voces diversas para proponer y discutir alternativas, paliativos y remedios.
Por razones muy evidentes, una de las alternativas que parecen más viables es dirigir más atención y recursos hacia la ópera de cámara, que en años recientes ha estado bastante abandonada.
Hace unos días, en el Teatro Julio Castillo se ofreció una doble función de ópera de la que es posible rescatar algunas generalizaciones para un posible nuevo enfoque de este tema.
Para la primera parte se puso en escena La voz humana, de Francis Poulenc, en versión muy similar a la efectuada hace unos meses por la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl. La obra misma, realizada con la lucidez y el refinamiento característicos en Poulenc, es un interesante (y por momentos sobrecogedor) estudio de la neurosis causada por la separación de los amantes. A pesar de una mejoría notable en la componente escénica, gracias al uso de un espacio específicamente teatral, esta versión de La voz humana tuvo dos carencias notables. La primera está en el hecho de que se presentó traducida al español.
La traducción de Francisco Serrano no es mala ni mucho menos, pero este hecho demuestra una clara inconsistencia: si en Bellas Artes y otros espacios se presentan las óperas en su lengua original, y supertituladas con frecuencia cada vez mayor, Ƒpor qué no respetar el sugerente y atractivo francés original de la obra de Poulenc? No quiero imaginarme el justificado escándalo que ocurriría el día que se presentara una ópera de Puccini, Gounod o Wagner traducida al español.
El otro problema de esta Voz humana fue un claro miscast. No hay duda de que Olivia Gorra es una de nuestras sopranos más destacadas, pero su entrenamiento belcantista y su práctica continua de otro tipo de repertorio no resultaron lo más adecuado para los decadentes ambientes sonoros propuestos por Poulenc en su ópera. A pesar de ello, la cantante realizó de manera más que decorosa este complejo tour de force telefónico y unipersonal, y logró por momentos transmitir con intensidad la desolación del abandono.
En la segunda parte de la función, que resultó más redonda y satisfactoria que la primera, se presentó La noche de un neurasténico, divertimento lúdico, ligero y muy divertido creado por Nino Rota. Mínima y compacta comedia de tres alcobas, la pieza de Rota alude sutilmente, bajo una apariencia engañosamente superficial, a algunas lacras y defectos de la condición humana en los que el público no puede menos que sentirse retratado. La dirección escénica de Juan José Gurrola resultó estilísticamente variada, mas no incoherente; un toque de expresionismo aquí, un apunte de surrealismo allá, algo de burlesque por este lado, algo del absurdo por aquel otro.
Gracias al plan teatral de Gurrola y al trabajo musical de Juan Trigos al frente de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (más continuo y compacto en Rota que en Poulenc), La noche de un neurasténico fluyó con buenos tiempos escénicos y musicales, sin baches ni costuras, y tuvo la virtud de un reparto sólido y homogéneo que evidentemente se estaba divirtiendo a lo grande con los enredos de esta sabrosa mini-ópera.
El buen trabajo protagónico de Armando Mora fue bien secundado, tanto en lo vocal como en lo teatral, por Claudia Montiel, Mario Hoyos y Antonio Duque como los causantes de sus desvelos. Muy atractiva también la presencia de Martín Luna, joven barítono que poco a poco está dando pasos firmes en una carrera prometedora.
A la luz del buen resultado general de esta doble función operística sería interesante que las instancias adecuadas retomaran en serio la discusión de la ópera de cámara como una alternativa digna de ser considerada y explorada. Es muy importante, sin embargo, que este análisis (y su consecuente puesta en práctica) sea enfocado a partir del hecho de que en el campo de la ópera de cámara hay obras importantes que merecen ser puestas en escena, y no desde el punto de vista de que resultan más fáciles y más baratas.