EL CISEN EN EL CASO DIGNA OCHOA
Ayer
el secretario de Gobernación, Santiago Creel, informó que
el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) entregó
a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF),
el jueves pasado, los archivos que tenía en su poder sobre el caso
de la abogada y defensora de los derechos humanos Digna Ochoa, asesinada
el 19 de octubre.
El hecho, por sí mismo, es indicativo de la disposición
de las autoridades federales a colaborar con las capitalinas en el esclarecimiento
del repudiable e indignante homicidio de la luchadora social veracruzana,
y resulta, en esa medida, plausible.
Pero, al mismo tiempo, el dato de que el Cisen haya almacenado
información sobre Digna Ochoa --y acaso también sobre su
asesinato-- resulta difícilmente explicable de acuerdo con las tareas
oficiales de esa dependencia, encargada de la seguridad de la nación,
pero no, hasta donde se sepa, de la de los particulares, sean cuales sean
las actividades de éstos.
Que el Cisen haya tenido un archivo sobre la extinta abogada
evoca, en forma inevitable, las prácticas clandestinas de monitoreo
furtivo y espionaje político que el Estado mexicano realizó
en forma sistemática hasta tiempos muy recientes, en torno a opositores
políticos, líderes y activistas sociales, y hasta funcionarios
prominentes del mismo régimen. Tales prácticas, en cuya ejecución
destacó la tristemente célebre Dirección Federal de
Seguridad --predecesora del Cisen en tanto que organización oficial
encargada de la seguridad nacional--, tendrían que haber estado
abolidas para cuando Digna Ochoa y los otros abogados del Centro de Derechos
Humanos Miguel Agustín Pro Juárez recibieron las primeras
amenazas de muerte.
Cabe preguntarse ahora si el Cisen simplemente "heredó"
archivos anteriores, si se involucró en la investigación
--o, al menos, en el seguimiento-- de las amenazas referidas o si, peor
aun, vigilaba en forma indebida las actividades de Digna Ochoa. ¿Desde
cuál perspectiva podría considerarse que las tareas de la
víctima, o bien los riesgos que corría, eran asuntos relacionados
con la seguridad nacional?
Es deseable, sin duda, que el gobierno federal siga dando
muestras de voluntad de colaboración en las pesquisas sobre el crimen
de la abogada Ochoa, pero es necesario, además, que las dudas expuestas
sean puntual y satisfactoriamente despejadas.
En términos generales, es pertinente insistir en
la necesidad de que los acervos documentales del espionaje y la represión,
que recientemente el gobierno federal puso a disposición de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de la Procuraduría General
de la República (PGR), sean abiertos a la sociedad en general, la
cual ha sido, a fin de cuentas, la principal agraviada del autoritarismo,
la impunidad y la arbitrariedad de la que son expresión y símbolo
tales archivos.
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