SABADO Ť 10 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

José Cueli

Beisbol, Ƒotra máscara de la guerra?

La semana anterior abordamos las máscaras de la guerra. Juego incesante entre representaciones, desplazamiento de los afectos a través de la cadena asociativa de representaciones, juego de metáforas y metonimias. Espejos de doble faz abiertos hacia laberintos en espiral...

Siguiendo en las línea de estas reflexiones, asocio (špor algo será!) con la Serie Mundial de beisbol. La semana pasada los estadunidenses se olvidaron (?) de la guerra para concentrarse en el beisbol. Los yanquis de Nueva York y los diamantes de Arizona acapararon la atención de millones de espectadores.

Gacias a la ''magia televisiva" muchos mexicanos nos involucramos en esa serie a pesar de no ser aficionados al beisbol. Y es que esos encuentros fueron algo más, mucho más que ese deporte. Tras esos partidos, poligraña televisiva consciente y fluida, cargados de emoción que se transmitía a toda América Latina, con la variedad de jugadores del Caribe, incluido un mexicano, había algo más flotando en el ambiente.

La guerra de Afganistán desplazada a los estadios deportivos. Emoción enmascarada y transmutada por efecto del desplazamiento y de la negación (quizá maniaca) en el Yankee Stadium. Desplazamiento entendido como la colocación de un afecto intenso en otro objeto o en otra circunstancia, con fines defensivos. Negación, como la tendencia a negar sensaciones y hechos dolorosos. Negación en la fantasía, que aunque sabedores en la realidad de una verdad desagradable, a pesar de ello (o precisamente por ello), nos complacemos en sueños diurnos o ''series mundiales" en que esa verdad puede ser negada. Intento construir otras realidades como refugio ante la angustia y la depresión ante lo traumático de la realidad. Lucha entre la negación y el recuerdo.

Y así, pareciera que la semana pasada hubiéramos ''jugado" a cambiar las ''luces de la guerra" por las ''luces del Yankee Stadium", quizá por ello la emoción era difícil de describir. El vigor del juego con ímpetus primigenios que parecía intentar asirse desesperadamente al instinto de vida en un intento de negar y conjurar al instinto de muerte. Emoción desbordada en las jugadas que adquiría un refinamiento intelectual y de aristocracia al intermedio de las séptimas entradas para sobrecogernos con los himnos entonados apuntando al gesto chovinista estadunidense muy distante de la amplitud de todo espíritu humanista y universal.

Juegos que no terminaban hasta el último momento, en el último out de la novena entrada. Sensación casi perceptible de que dos espirales paralelas se desdoblaban para volver a enlazarse; espirales ascendentes de la sique, curiosidad, incertidumbre, temblor, revelación, de donde emergía Arizona y su desierto (Ƒcoincidencia?) como vencedor.

La sensación del que escribe es que la mayoría, dejando de lado a los de Arizona estaba con los yanquis a pesar de haber sido apaleados en dos ocasiones (Ƒocasiones gemelas?) y vencedores en tres apretadas victorias en su Yankee Stadium, luego de haber sido derrotados en el calor del desierto de Arizona.

Las emociones colocadas en la guerra de Afganistán encontraron un nuevo escenario y nuevos personajes para desplazarse y negarse. Pero acabó el beisbol, los yanquis fueron derrotados en una serie mundial heredera directa de los afectos más intensos despertados por la guerra y acabó con ello la posibilidad de desplazar esa emoción, llena de talento avizor y gran sensibilidad desembocando en la nada. La guerra seguirá, con sus misiles, armas bacteriológicas y su cauda de muerte, dolor y destrucción. El desplazamiento y la negación como mecanismos de defensa funcionarios una semana. ƑY luego?