Ť Refiere La verdad prohibida los contactos secretos de George W. Bush con el talibán
Lanzó Libia, no EU, primera orden de captura internacional contra Bin Laden, revela libro
Ť Destacan los autores grandes maniobras petroleras en Asia central como telón de fondo
AFP
Paris, 12 de noviembre. La primera orden de captura internacional contra Osama Bin Laden fue emitida en marzo de 1998, pero no por Estados Unidos ?que sin embargo lo acusaba ya de ser el instigador, cinco años antes, del primer atentado contra el World Trade Center?, sino por la Libia de Muammar Kadafi, que Washington considera un "Estado terrorista".
Esta revelación, acompañada de la fotocopia en francés, inglés y árabe de la "nota roja" marcada "Confidencial: para uso exclusivo de la policía y de las autoridades judiciales" emitida por Interpol, se encuentra en el libro Bin Laden: La vérité interdite (Bin Laden: La verdad prohibida) publicado en Francia por la editorial Denoel.
Escrito
por dos especialistas de la investigación (Jean-Charles Brisard,
directivo de una firma de investigaciones financieras, y Guillaume Dasquié,
jefe de redacción de la publicación Intelligence Online)
este libro detalla las reticencias del Departamento de Estado estadunidense
de indisponerse con el régimen talibán.
Recordando que hasta julio pasado el Departamento de Estado estadunidense negociaba con los representantes de los talibanes, el libro remonta la historia de los contactos secretos establecidos por el gobierno de George W. Bush con los "estudiantes de teología", teniendo por telón de fondo grandes maniobras petroleras en Asia central.
Tras ello, los autores evocan la importancia de los intereses petroleros en el entorno del presidente Bush, y señalan que su consejera de Seguridad, la muy influyente Condoleeza Rice, fue directora de Chevron de 1999 a 2000.
Brisard y Dasquié dan cuenta asimismo de las estrechas relaciones entre los dirigentes de Arabia Saudita y la poderosa familia Bin Laden, de la que no todos los miembros ?afirman los autores? consideran a Osama la "oveja negra", como lo afirma uno de sus hermanos, y, pese a que aseguran lo contrario, siguen teniendo relaciones con él.
El libro describe con detalle también la manera en que los miembros de la familia real saudita apoyan y financian las redes encargadas de propagar en el mundo el wahabismo, su versión fundamentalista del Islam.
"Se habla sin problemas de 'terrorismo de Estado' respecto a Libia o a Irán. Arabia Saudita no figura en la listas negras por la simple y única razón de que hay que contar con ella en la escena petrolera mundial. Sin ese maná, es probable que figuraría en buen puesto en dichas listas", consideran los autores.
Ese contexto puede quizá permitir comprender por qué Estados Unidos no aprovechó la propuesta que le hizo Sudán, en 1996, de expulsar a Osama Bin Laden.
En todo caso, adquiere toda su significación con el descubrimiento de que la primera orden de captura internacional contra Bin Laden fue lanzada en 1998 por Libia, y no por Estados Unidos, pese al atentado contra el World Trade Center en febrero de 1993 y los atentados estadunidenses de Dharan (Arabia Saudita) dos años más tarde.
El gobierno de Muamar Kadafi estaba aparentemente más preocupado por hacer detener a Bin Laden, que había lanzado contra él al Grupo de Combate Islámico Libio, que la justicia estadunidense, pese a que Washington lo calificaba ya de "principal patrocinador financiero de las actividades islamistas extremistas en el mundo".
"Tarde o temprano se abrirá el proceso de los terroristas, de quiénes les dan las órdenes y quizá de los estados que los albergan y los apoyan objetivamente. Más incierto es el proceso, que queda por hacer, de quiénes los inspiran y financian por acción, omisión o interés", concluyen Brisard y Dasquié.