MARTES Ť 13 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť "Nos hostigan, nos persiguen y hasta nos matan por defender nuestros bosques"

Campesinos ecologistas buscan justicia en la capital

Ť "No tenemos nada; no llega Progresa ni Procampo; no hay caminos", aseguran

VICTOR BALLINAS

En la sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, en Guerrero, el ambiente en que viven los campesinos que luchan por la defensa de los bosques "es de miedo". Existe temor al Ejército, a las policías -estatal y municipal- y a los caciques. "Estamos solos y aislados en nuestras comunidades, por eso los guachos -militares- hacen lo que quieren; nos amenazan, nos hostigan, nos persiguen y hasta nos matan por oponernos a la tala de los bosques."

Por "la violencia que se ha incrementado contra ellos en sus localidades" y ante el asesinato de la defensora de derechos humanos Digna Ochoa, "quien les había prometido tocar puertas para conseguir apoyo para sus comunidades", los campesinos ecologistas decidieron salir de su estado, "donde nos tienen olvidados", y llegar a la capital del país para denunciar el clima de represión que padecen desde hace cuatro años, y que les ha costado ya cuatro muertos, seis presos, de los cuales dos fueron excarcelados el jueves pasado -Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera-, y la persecución de otros ocho.

La Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán denuncia: "las autoridades municipales y estatales nos inventan delitos. Nos acusan primero de robo, y cuando uno consigue un amparo, entonces cambian el delito. Lo que quieren es que no les estorbemos para que puedan sacar toda la madera que quieran".

Paula González Santana, campesina de 61 años e integrante de la organización ecologista, dice que ha pagado muy caro el pertenecer a la lucha: "dos hijos muertos, otro preso y tres más huidos del gobierno -cuentan con órdenes de aprehensión en su contra".

Por andar en la lucha, los caciques asesinaron a mis hijos, insiste González Santana. "Ellos estaban desde el principio en el movimiento ecologista. Iban a las reuniones, a la organización, cuidaban los bosques, participaban apagando los incendios, pero los caciques los mandaron matar para enseñarnos que ellos hacen lo que quieren."

A su hijo Jesús Cabrera González lo mataron en 1998. En febrero de 2000 le asesinaron a otro: Sergio. Hace un par de meses le encarcelaron a uno más: Gerardo.

Tres más de sus hijos andan a salto de mata. "Están huidos del gobierno. Los acusan a los tres de haber asesinado a uno de los hijos del cacique Faustino... También a mi yerno, Rogelio Carrillo Mendoza, y a mi sobrino, Roberto Cabrera Torres, los persiguen por el mismo delito."

En busca de entrevista

Paula González, integrante de la comisión de campesinos ecologistas que se encuentran en la ciudad desde hace nueve días y que trataron de entrevistarse, sin conseguirlo, con el presidente Vicente Fox, relata: "a mi hijo Gerardo, que tenía un amparo que le consiguió el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez porque lo acusaban de abigeato, los guachos fueron por él a su casa en la comunidad de Banco Nuevo.

"El gobierno -los soldados- fue hasta su casa y le hablaron. Le dijeron que los acompañara, que si tenía amparo, nada iba a pasar, que nada más necesitaba entregar una copia al Ministerio Público. Que como tenía ese amparo, sólo necesitaba ir a entregarlo y ya. Mi hijo se confió y salió con ellos. Apenas caminaron poco, y que le dicen que estaba detenido,guerrero_ejercito_yyx acusado por asesinato. Lo engañaron los guachos."

Agrega: "estoy aquí porque quiero que se haga justicia, que ayuden a todas las viudas que ha dejado la lucha por la defensa de los bosques. Ojalá y ahora sí el gobierno nos apoye, que nos mande programas sociales, caminos, luz, clínicas de salud. Ojalá nos escuche".

La viuda de Jesús Cabrera González, Marisela Sánchez Mendoza, quien también forma parte de la comisión de campesinos ecologistas que está en la ciudad, demanda justicia y apoyo del gobierno. "Tenemos miedo de que nos pase algo por andar acá. Ellos -los caciques- bien que saben quiénes andamos aquí. Nos hostigan, nos vigilan, se quieren meter a las casas."

Allá, abunda Sánchez Mendoza, "no tenemos nada. No llega Progresa ni Procampo, no hay caminos, y los que existen están en malas condiciones. No todas las comunidades tienen luz, por eso estamos acá, porque queremos que nos apoyen. šYa basta de olvido! šNo más engaños!

"Quiero justicia para todos. Para nuestros muertos. Que liberen a los detenidos y que detengan las persecuciones contra nosotros. Yo estoy aquí, y dejé a mis cuatro hijos encargados con mi madre. Cuando mataron a mi esposo, Jesús, me quedé con cuatro niños. Uno tenía dos meses en 1998, cuando asesinaron a mi marido.

"No tenemos nada allá. No hay trabajo, lo que sembramos no vale, el café no lo compran, el maíz nos lo roban... no hay apoyos. Una se las ve difícil, pero aun con todo yo sigo en la lucha, porque sé que si no defendemos nuestros bosques, todo se va a acabar y entonces ya no tendremos nada, ni agua".

Paula González, Marisela Sánchez, Teresa Torres Rojas y el comisario ejidal Fidel Baena Ortiz denuncian: "los guachos llegan cerca de las casas de los que están huidos o de los que han muerto, para interrogar a los niños y adolescentes. Les preguntan 'Ƒcómo se llama tu papá? ƑDónde está? ƑVerdad que tu padre tiene un rifle como éste?'"

Teresa Torres, otra integrante de la Organización de Campesinos Ecologistas, acusa: "los del gobierno -militares- fueron a mi casa y llamaron a mi hijo para que saliera. Cuando llegó junto a ellos, le enseñaron un rifle y le preguntaron: 'Ƒeste rifle se parece al de tu papá, verdad?' Mi hijo les dijo que no, que no tenía. Entonces le dijeron: 'Ƒtú has visto gente encapuchada por aquí, con armas, verdad?' El niño dijo que no, que no había visto nada de eso que le decían".

Y los soldados insistían -continúa su relato-: 'ven con nosotros, te vamos a dar dinero para que compres chicles, pero necesitamos que nos digas cuándo vienen esas personas encapuchadas'. Le ofrecieron el rifle y se lo quisieron poner en las manos, pero mi hijo dijo que no, que no lo quería".

González interviene y dice: "a mi casa también fueron los guachos. Les preguntaron a mis nietos por su padre, y ellos dijeron que no estaba, que había huido. Entonces les dijeron: 'verdad que tu papá tiene una arma como ésta'. Los pequeños dijeron que no, pero aquellos querían entrar a la casa".

El comisario Fidel Baena Ortiz manifiesta: "allá vivimos con miedo. No sabemos cuándo nos van a inventar algo o si nos detienen. Como están las cosas, ya no sabe uno qué puede pasarle. Eso sí, me podrán acusar de delitos, pero ninguno que yo cometa. Así es como ellos -los caciques y autoridades locales- actúan. Se protegen y nos mandan a los guachos".

Baena Ortiz no oculta su temor. "Nos puede pasar cualquier cosa. Uno anda solo por allá. Uno va con la autoridad, y ellos quieren que uno haga lo que nos piden, pero no lo vamos a hacer. Yo reclamo apoyos, programas para la comunidad, y el presidente municipal de Petatlán, Jorge Ramírez Espino, me dice que no hay dinero.

"Cuando andan en campaña prometen hasta teléfono, y entonces yo les digo: pa' qué quiero teléfono. No tenemos luz, no tenemos clínicas, mejor apóyenos con eso, con servicios".

Agrega: "nos traen a puros engaños y mentiras; ya no les creemos. Yo le digo a la gente que ya no quiero ir a ver a la autoridad, porque nada más es perder tiempo. Nos prometen y prometen que ya viene la ayuda, que ya va a llegar el equipo contra incendios para los bosques, y nada más no llega. Y cuando voy a ver al presidente municipal me dice que no llegó la ayuda".

Los campesinos ecologistas, que paradójicamente son dueños de la gran región boscosa de la sierra guerrerense, viven en la miseria y, desde hace varios años, también con miedo.