jueves Ť 15 Ť noviembre Ť 2001
Sami David
ƑDemocracia autoritaria?
Otra vez la arremetida contra las instituciones. Otra vez las tentaciones arbitrarias volcadas sobre el escenario político nacional. Como si con ello se siguiese un plan, una estrategia para socavar la armonía del país y llegar a situaciones límites. Lo grave es que la gobernabilidad está en tela de juicio. Por lo que lo ganado se iría por la borda. De hecho, el clima que enturbia la realidad sociopolítica mexicana se debe a la falta de búsqueda de consensos.
Hay fallas en el quehacer político, ciertamente. Aunque estas carencias deben ser subsanadas para que la vida republicana cobre nueva dinámica, nuevo vigor, y así las cosas marchen por los caminos institucionales adecuados.
La prueba del error y del acierto ya casi es una manera cotidiana de gobernar. Sin apego a planes y programas, muchas veces soslayando las normas, sin el asomo de la mínima sensibilidad social. Inseguridad pública, asesinatos de magistrados y de ilustres luchadores sociales, despidos en la planta productiva y un largo etcétera que preocupa son las circunstancias que generan esta reflexión. Y la lectura que se nos muestra es, insisto, la carencia del ejercicio político.
Conviene, ahora, realizar un trabajo a fondo para consolidar lo conseguido. Y recordar que en política la forma también es fondo. De ahí las voces que resaltan que la convivencia social se encuentra en riesgos. Reducir la crítica y las expresiones ciudadanas a la mínima expresión significan afanes totalitarios, deseos de imponer la voluntad personal. Y eso no es sensato.
Por ende, el clima de libertades de que gozamos se encuentra en grave contingencia. Y de todo ello los medios de comunicación, especialmente los escritos, han dado cuenta pormenorizada. Aunque ahora también se pretende satanizar su función social. "Tanto va el cántaro al pozo...", apunta el adagio. Pero nadie desea, ni mucho menos la sociedad mexicana, las resquebrajaduras del cacharro. Recordemos que la ciudadanía optó, libremente, por el cambio. Sufragó en paz, sin coacciones. Y acaso los medios de comunicación masiva, la prensa y la radio, concretamente, lograron penetrar en gruesas capas de población, más reactivas que analíticas, por lo que el voto útil se hizo presente, socavando incluso la preferencia electoral, la libre voluntad ciudadana.
Un espejismo, desde luego, cuya consecuencia ahora padecemos. Así, el titular del Ejecutivo ascendió al poder. Al igual que los diputados y senadores, quienes de alguna manera representan la voz del pueblo, el contrapeso para que nadie abuse de la autoridad conferida mediante la elección. Dos poderes, ciertamente, y el Judicial, para dirimir controversias, para aplicar la ley. He aquí la esencia republicana: la sociedad gobernando a través de sus representantes. No la disputa misma por afanes protagónicos. "Si no lo hiciere así, que el pueblo os lo demande", indica la fórmula de protesta al asumir los cargos de representación popular. Y el pueblo mexicano demanda paz y tranquilidad. Y requiere de empleo, de expectativas de desarrollo.
Pero el pueblo no es una entelequia, sino una realidad. Las presiones que el Ejecutivo realiza por diversos conductos para que el Congreso de la Unión legisle al gusto del titular representan una intromisión. Urge, sí, una reforma fiscal, acorde con las presentes circunstancias, pero sin apretar los bolsillos de quienes están más desprotegidos. Por ello los legisladores deben tener libertad para reflexionar, debatir y votar lo conducente. Ese es su trabajo. Y ningún organismo empresarial ni instancia alguna tienen el poder de instigar para que se precipiten las decisiones republicanas de los representantes populares. Ni los dislates verborreicos, o las posturas de menosprecio para quienes ejercen con autonomía la función social que les corresponde hacer, son acciones sensatas.
La prensa escrita tiene, justamente, ese papel, esa cualidad. Y debe ejercer a plenitud su tarea. Así como el Ejecutivo tiene la obligación de gobernar.
Escuchar la voz del pueblo es síntoma de prudencia. De otra manera, el efecto del sufragio se vuelve contraproducente. Menospreciar a quienes lo llevaron al gobierno es temerario. Y puede llevar a posturas inadecuadas ƑO acaso la democracia autoritaria empieza a instaurarse en México? El trabajo político es la única vía; por eso ahora, más que nunca, conviene que los partidos políticos se fortalezcan, que la Asamblea Nacional del PRI asuma su condición reflexiva y modifique a fondo lo necesario, siempre con ánimo social.
El Partido Revolucionario Institucional aún está a tiempo de volverse la opción que los mexicanos requerimos. Para frenar el protagonismo y los aspectos volitivos de quienes ahora ejercen el poder, soslayando al pueblo de México.