LUNES Ť 19 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

José Cueli

Nada

Cartelito puente en la tarde soleada que el frío invernal desgarraba. Los cabales nos repartíamos el silencio con las manos en los bolsillos. En la plaza se velaba aquello que se llamó toreo. La banda a muerte tocaba y la corrida se iba por el desfiladero. La queja de una copla agarradora en el aire presidía el festejo. El duende en la sombra esperaba... esperaba que saliera la luna de noviembre y se hiciera presente. Una voz de nadie gritaba por los toros, los toros bravos con cara, pitones, casta y la muerte en la mirada.

¿Adónde se fueron los toros encastados? Esos que eran carne, fuego desnudo en el vuelo del capote, marcando los tiempos de la verónica y el remate con la media. Toros de encastada embestida desmayada que requerían toreros con "eso" que desapareció. Toros con cien capotes bordados de fantasía y filigranas toreras que a la brisa recortaban. Sólo nos quedaba a los viejos aficionados el recuerdo en la vieja copla torera:

¡Ay de Ronda!/ sin toreros,/ sin toros,/ y sin fama,/ cuando fue la emperadora...

Cuando en el redondel tres toreros en busca de fama y seis torillos mansos de Garfias caminaban, se caían, derrotaban... y no aparecía el toro encastado y los toreros no toreaban; ni intentaban la verónica y la media, ni el pase natural con el de pecho, ni la estocada de frente y por derecho. Total, lo demás fue lo de menos. En conjunto la incapacidad de los toreros (Ortega, Mora, Bricio) para lidiar la destartalada corrida. Los viejos aficionados en la encarnación de las nostalgias de aquellas tardes, salimos del coso en busca del calor coñaquero.