Lunes en la Ciencia, 19 de noviembre del 2001


 
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Jorge Ibáñez Cornejo

Electroquímica, alternativa ecológica para el futuro

ibanez_jorge_ju04ji2-okLa mayoría de las sustancias contaminantes del ambiente pueden ser transformadas en compuestos menos dañinos o más amigables con el medio ambiente a través de reacciones de intercambio de electrones.

Por ejemplo, una sustancia como el cromo VI resulta tóxica, pero si se reduce (es decir, si sufre una transferencia de electrones debido a la aplicación de corriente eléctrica y reacciones químicas) puede convertirse en cromo III, transformación que disminuye mucho su toxicidad.

Estos procesos han sido estudiados por el doctor Jorge Ibáñez Cornejo (Guadalajara, Jalisco, 1955) desde su formación doctoral y posdoctoral en la Universidad de Houston, Texas, en Estados Unidos, lo que dio lugar posteriormente a que junto al doctor Krishnan Rajeshwar hicieran una recopilación del tema, analizando mil 600 artículos de diferentes partes del mundo.

Esta revisión de las tecnologías existentes en el campo de la electro y fotoelectroquímica para la remediación ambiental, el monitoreo de contaminantes y el reciclaje de residuos tóxicos se concretó en el libro Electroquímica ambiental (Environmental Electrochemistry), publicado por Academic Press, EU).

Lo que falta por hacer en la electroquímica, dice Ibáñez, investigador del Departamento de Ciencias de la Universidad Iberoamericana, es optimizar los voltajes, las cantidades de corriente, los materiales de electrodo, el diseño de los reactores y los esquemas de separación, para que los procesos no necesiten cantidades enormes de energía.

Además, recalca, una vez que un contaminante se produjo no se puede desaparecer. "La gente piensa que nosotros tenemos una varita mágica para anular el dañoibanez_jorge_ju04tr2 causado, pero lo único posible es transformar a los contaminantes en sustancias que sean más amigables al ambiente".

Estas técnicas, explica Ibáñez, pueden servir tanto donde hay efluentes como donde hay contaminantes almacenados. No obstante, agrega que aunque el método ideal para la transformación de sustancias tóxicas es normalmente a través del tratamiento biológico con microrganismos, esto no siempre es posible, por lo que la electroquímica es una buena opción.

Pero más allá de llevar estos procesos a una escala utilizable -área en la que Ibáñez registró una patente para la eliminación de cromatos e iones metálicos mediante aluminio- el investigador ahora busca hacer de su conocimiento en ésta área, una experiencia educativa y de difusión que impacte en la sociedad.

Y cuando Jorge Ibáñez dice que en este propósito está "su fibra más sensible", habla más que en serio. No disimula su entusiasmo ni al contar cómo incluso solicitó su cambio del área de química en el Sistema Nacional de Investigadores a la de educación.

El doctor Ibáñez Cornejo, quien en 1998 obtuvo el Premio Nacional de Química Andrés Manuel del Río, en el área académica-docencia, no deja de insistir en lo redituable que ha sido el cambio, "aunque para algunos colegas esto sería como tirar la toalla o ir en retroceso".

Junto con su equipo de trabajo, el especialista ha desarrollado métodos para llevar las experiencias de la industria o de plantas piloto a pequeñas escalas accesibles a todos los alumnos, incluso de áreas rurales, para que "la química deje de ser sólo de pizarrón".

En el mundo, cita Jorge Ibáñez con datos de la International Union for Pure and Applied Chemistry, 80 por ciento de los estudiantes de secundarias y preparatorias no tienen acceso a experimentación, y aunque no conocemos las cifras en México, el panorama debe ser semejante.

"Con gotitas de sustancias y granulitos se pueden llevar a cabo experimentos, incluso en los mismos pupitres, sin necesidad de laboratorio. Trabajamos en la documentación, diseño y validación de estas experiencias para que sean reproducidas en otros lugares hasta con pilas y clips para papel".

En la Universidad Iberoamericana, el doctor Ibáñez, junto con otros investigadores, fundaron el Centro Mexicano de Química en Microescala que da cursos a distintas entidades educativas de todo el país, lo que de acuerdo al investigador permite el ahorro de mucho dinero y la disminución drástica de toxicidad y de desechos peligrosos.

Ibáñez cierra su maletín lleno de tubitos, ligas y dispositivos dentro de plumas de escribir, entre muchas otras cosas y finaliza : "Creo que todos aquellos que nos dedicamos a la ciencia y a la educación tenemos una gran responsabilidad social, y aunque a veces la presión de evaluación es tan grande que sucumbimos a la obligación de la productividad y publicar aunque no haya impacto social, no hay que perder de vista las cosas importantes de nuestro trabajo". (Mirna Servín FOTOS Guillermo Sologuren)

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