domingo Ť 25 Ť noviembre Ť 2001
Antonio Gershenson
La política económica para 2002
La más importante
operación de bolsa del año ha sido la venta de Banamex, y se fue, como las demás, sin pagar impuestos. Con estos impuestos alcanzaba para construir una nueva refinería para Pemex. Y ahora ya esta operación se tradujo, como estaba previsto, en el despido de miles de empleados
En las discusiones entre el secretario de Hacienda y los legisladores está presente la definición de buena parte de la política económica para 2002. El proyecto entregado al Congreso implica seguir con la política económica de los últimos gobiernos del antiguo régimen, incluso con las mismas personas, a pesar de que la gran mayoría de los mexicanos votó por el cambio. Una parte importante de las cámaras legislativas, que a juzgar por las declaraciones publicadas sería la mayoría, plantea cambios importantes a esa iniciativa.
La iniciativa oficial plantea recortes drásticos en el gasto productivo y social, no sólo por una convicción tecnocrática sino como una presión para que las cámaras aprueben la propuesta de reforma fiscal del Poder Ejecutivo, especialmente el cobro del IVA a medicinas, alimentos, libros y demás. No es cierto que, como dijo en su comparecencia el secretario de Hacienda, el IVA sea el más eficaz instrumento de recaudación. Especialmente en tiempos de crisis como el actual, el bajo poder de compra ya ha hecho que la recaudación fiscal federal, incluido el IVA, se desplome en comparación con lo "previsto" oficialmente. Si se le exprime más a los que menos tienen, pues eso hará que tengan menos no sólo para comer, para curarse, etc., sino para que el IVA de lo que no pudieron comprar llegue a las arcas federales, que por cierto que no andan tan mal, pues presumen los tecnócratas de las mayores reservas en la historia de México, mientras que incluso el llamado desempleo abierto ha subido a casi el doble.
A juzgar por las declaraciones publicadas, no hay diputados o senadores que quieran que no haya reforma fiscal en general. La cuestión está en cómo reformar. Uno de los temas de cambio en discusión es eliminar la exención de impuestos que tienen las operaciones en la Bolsa de Valores. En vez de sacar el dinero de los hambrientos y de los enfermos, se plantea sacarlo no sólo de los que sí tienen dinero, sino de los que teniéndolo lo usan de una manera improductiva, en la especulación bursátil, en comprar acciones hoy con la intención de venderlas cuando suban de precio, tal vez la semana próxima.
La más importante operación de bolsa del año ha sido la venta de Banamex, y se fue, como las demás, sin pagar impuestos. Con estos impuestos alcanzaba para construir una nueva refinería para Pemex. Y ahora ya esta operación se tradujo, como estaba previsto, en el despido de miles de empleados. Se subsidió una operación que no sólo no generaba empleos, sino que los iba a reducir. Es más, tal reducción de empleos es uno de los propósitos de las fusiones como esta, pues permite una mayor rentabilidad al proporcionar el mismo servicio a menos costo.
En cambio, por ejemplo, la industria de la construcción, que necesariamente genera un empleo considerable, está al borde de la ruina. En vez de proponer al Congreso un programa de vivienda, que además de contribuir a resolver el problema habitacional genere empleos, el gobierno federal quiere seguir subsidiando la inversión especulativa aun cuanto elimine empleos.
Los admiradores del dios del mercado quieren que sea éste el que regule la actividad de industrias de largos plazos de recuperación de la inversión, como la eléctrica y la petrolera, a pesar de las trágicas experiencias vividas en otros países y en el nuestro a ese respecto. Pues bien, que dejen a la bolsa al libre juego de las fuerzas del mercado, que no la subsidien, a ver si así se vuelve más eficiente, y que permitan que la economía del país se desarrolle en vez de seguir poniéndole trabas y frenos, al extremo de haber casi congelado la inversión pública federal durante el año que está terminando. Ť