DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE DE 2001


Los "dilemas" morales de los aliados

La guerra acaba de comenzar

"Cuando veamos las imágenes de la próxima masacre debemos preguntarnos de qué lado estamos. ¿En el lado de las víctimas, o de los asesinos? Y si el lado del bien acaba coincidiendo con el lado de los asesinos, ¿en qué nos convertimos?" Estos son algunos cuestionamientos que hace el veterano periodista inglés, una de las miradas más agudas del conflicto afgano

Robert FISK

Cuando el ejército iraní se concentró en la frontera occidental de Afganistán en 1998 y se preparaba para atacar y vengarse de la matanza de sus diplomáticos -y aliados afganos- por parte del talibán en Mazar-i-Sharif, los iraníes recibieron un mensaje del líder talibán en Kandahar.

"Ustedes pueden decidir la fecha de su invasión -decía el comunicado de dos frases enviado por los hombres del mullah Omar-, nosotros decidiremos la fecha de su retirada". Los iraníes se contuvieron. Pero el hecho es que aun siendo un mensaje talibán, era una respuesta muy afgana. Estados Unidos y los británicos, o la "coalición", tal como nos sugieren llamarla, están recibiendo ahora un tratamiento similar. La Alianza del Norte estuvo mirando cómo los bombarderos estadunidenses limpiaban su ruta hacia Kabul. Estuvieron agradecidos. Entraron en Kabul y ahora les piden a los británicos que se vayan. El pobre viejo Jack Straw tuvo problemas para comunicarse con el ministro de Asuntos Exteriores afgano para arreglar las cosas. El teléfono satelital afgano no estaba conectado. Se admiten apuestas de que no.

MetrallaEl misterio es por qué jamás creímos que esta gente nos fuera a obedecer. Las reglas afganas no funcionan así. Los grupos étnicos y tribales no reciben órdenes de extranjeros. Hacen tratos. Occidente quiso usar a la Alianza del Norte como sus soldados de infantería en Afganistán. La Alianza quería usar los bombardeos estadunidenses como ayuda para ocupar la capital. Para los tadjikos y uzbekos y hazaras todo estaba muy claro. Ellos destruían a los talibanes y luego tomaban posesión de Afganistán, o al menos de todo lo que pudieran tragarse. Y si se mostraban indulgentes con una pequeña venganza aquí y allá (500 o 600 luchadores paquistaníes fueron masacrados en un baño de sangre en Mazar, una posible atrocidad contra los derechos humanos en la toma de Kunduz), ¿de qué se sorprenden? Incluso ahora, que enfrentamos los amargos frutos de nuestra coalición con la Alianza del Norte, reaccionamos con una singular repetición de nuestra aventura en Bosnia. Llamamos a la moderación a nuestros aliados y al mismo tiempo le recordamos al mundo que los afganos son gente cruel que ama la guerra.

Cuando los pistoleros de la Alianza se preparan para irrumpir en Kandahar, el señor Blair llama a la "moderación". Y ahora los medios occidentales se dedican a informar a sus lectores y televidentes de que era previsible que nuestros soldados de infantería cometieran una masacre. Un periodista irlandés se me acercó la semana pasada con una queja que me resulta familiar. ¿No estaba yo siendo un poco melindroso al mostrarme tan molesto por la pequeña matanza en Mazar? ¿No que los afganos estaban impregnados de tradiciones guerreras ancestrales? ¿No era demasiado pedir que los afganos se comportaran de forma civilizada? Intenté recordarle a mi entrevistador que la civilización de Afganistán es anterior a la irlandesa y, de hecho, a gran parte de la europea, y que los misiles, tanques, piezas de artillería y lanzagranadas que utilizaban los afganos para destruirse unos a otros habían sido proporcionados por los poderes civilizados de fuera de Afganistán.

¿No escuché esa misma tontería de "ancestrales tradiciones guerreras" en boca del secretario de Relaciones Exteriores británico, Malcolm Rifkind, cuando trataba de lavarse las manos de lo que ocurría en Bosnia?

La responsabilidad

El punto es que no podemos adoptar el ejército de otros como nuestro propio ejército y después negarnos a aceptar la responsabilidad por su comportamiento. No les permitimos a los alemanes hacer eso después de la Segunda Guerra Mundial. Y cuando nuestros chicos de la Alianza del Norte entran en éxtasis asesino, tenemos que responsabilizarnos por los resultados sangrientos.

Tomemos el caso de Kunduz. Más de 50 aviones de Estados Unidos habían estado bombardeando las líneas talibanes de la zona en un intento deliberado por acabar con la moral de los combatientes y permitir a los pistoleros de la Alianza del Norte capturar el distrito.

La Alianza ha dado a los talibanes una fecha límite. Está bastante claro lo que va a ocurrir si los talibanes ignoran este hecho. Serán masacrados a sangre fría. Espero que esto no sea cierto, pero me temo que lo es.

Entonces, ¿vamos a hacernos los indiferentes cuando se desenvainen los cuchillos? ¿Vamos a admitir que ayudamos a la Alianza a ganar esta mano pero luego eludir cualquier interés en los resultados? ¿No hay una flaqueza, un paralelo horrible con Osama bin Laden? Aunque él haya simplemente inspirado a los asesinos que perpetraron los crímenes contra la humanidad del 11 de septiembre, se le acusa de la muerte de 5 mil personas. Pero en cambio, si nosotros facilitamos la acción de los asesinos de la Alianza, parece que somos inocentes del crimen.

Mientras tanto, fuera de Kabul, la familiar anarquía de la Alianza del Norte está apoderándose del lugar. Los señores de la guerra de Jalalabad están peleando por ver quién manda en qué partes de la provincia de Nangahar. Los líderes tribales pashtunes de los alrededores de Kandahar intentan combatir a la Alianza del Norte. Los miembros hazara de la Alianza amenazan a sus camaradas tadjikos y uzbekos si no reciben una parte suficiente del poder en Kabul.

En medio de todo esto, el pobre viejo burro de las Naciones Unidas se arrastra hacia el abismo al asumir la más imposible tarea jamás enfrentada por los hombres de Estado en la historia del mundo moderno: arreglar Afganistán. ¿Será la Alianza lo suficientemente gentil para permitir a los pashtunes tener su parte proporcional en el gobierno? ¿Podemos tener unos pocos talibanes moderados, quizás con barbas más cortas, en una administración de base más amplia? ¿Una base más amplia?

El único fenómeno de base amplia que los afganos conocen son los ceses al fuego. E incluso entonces, sólo son para los afganos. El más siniestro elemento de la oferta de alto al fuego en Kunduz es que sólo implica a los pashtunes, no a los combatientes extranjeros (por ejemplo árabes) que se encuentran en el área. Serán presumiblemente masacrados o, según las estremecedoras palabras del reportero de la BBC, no les darán cuartel.

Mi propia experiencia sobre ejércitos que no dan cuartel es que intentan cometer crímenes de guerra -como ocurrió ya en Mazar- y que eso sólo atiza la resistencia de esos hombres que escapan al baño de sangre. Pero vale la pena recordar la base moral sobre la cual estamos promoviendo esta guerra. Se trata, recuerden, de la guerra "por la civilización". Es una guerra por "la democracia". Es una guerra del "bien contra el mal". Es una guerra en la que "o estás conmigo o estás contra mí".

Por eso, cuando veamos las imágenes de la próxima masacre debemos preguntarnos de qué lado estamos. ¿En el lado de las víctimas, o de los asesinos? Y si el lado del bien acaba coincidiendo con el lado de los asesinos, ¿en qué nos convertimos? Estamos escuchando mucho sobre el éxito de los aliados en esta guerra. Pero la guerra sólo acaba de empezar. (Copyright The Independent)* (Traducción: Guiomar Rovira)