Cuauhtémoc Cárdenas
Expropiación depredadora
Vuelven a verse los machetes campesinos en la ciudad de México. Se han alzado no para agredir, sino como símbolos de un reclamo de justicia, como rechazo a un despojo no sólo injusto y depredador, sino también de despilfarro y de lucro indebido.
Los ejidatarios de San Salvador Atenco y de otras comunidades de la zona de Texcoco están decididos a los mayores esfuerzos y sacrificios, están decididos, como lo han expresado con indignación y valor, a ofrendar sus vidas para defender sus tierras, cultivadas por ellos, sus padres y abuelos desde muchas generaciones atrás. Quieren ellos y quieren que sus hijos puedan seguir obteniendo producto de la tierra, que es vida para ellos.
Se les pretende despojar, y para ello el gobierno federal ha emitido un decreto expropiatorio, para hacer un negocio privado, muy jugoso seguramente para inversionistas y también para funcionarios que otorgan concesiones y aportan recursos públicos, con la construcción de un nuevo aeropuerto para el área metropolitana de nuestra capital.
Los expropiadores pretenden pagar a los campesinos una miseria por sus tierras, que no haría falta expropiar si el gobierno federal pusiera a disposición de este proyecto los terrenos que posee en la misma zona, más de mil 500 hectáreas, colindantes con el aeropuerto actual, suficientes por sus dimensiones para construir las nuevas pistas, terminales y servicios que se requieran.
Nunca se negociaron los precios de los terrenos ejidales, considerando que se asignarían a un negocio privado, que esa es la previsión de la construcción y la operación concesionada del nuevo aeropuerto. Nunca se puso en contacto a los ejidatarios con los potenciales compradores de sus terrenos para convenir precios y condiciones, no en función del valor actual de las tierras agrícolas, sino del uso comercial al que se estarían destinando.
Con el proyecto del aeropuerto en Texcoco no sólo se dañaría a los ejidatarios que hoy se defienden contra una expropiación indebida e injusta, sino a todos los mexicanos, pues estarían echándose por la borda los miles de millones de pesos que se han invertido en el aeropuerto actual, que vería el fin de sus días como terminal aérea con el proyecto de Texcoco.
Ninguna ciudad -ahí están los casos de Nueva York, Londres, París, Buenos Aires y Washington- que cuente con un aeropuerto para servicios intensivos lo desecha porque se construya uno nuevo. Ciudades que tenían hace algunos años un aeropuerto, ahora tienen dos y hasta tres, para ordenar sus servicios nacionales e internacionales.
Una solución racional, una solución justa a las necesidades que establece un tránsito aéreo más intenso en la ciudad de México no sólo no demanda la expropiación de tierras ejidales de San Salvador Atenco y la zona de Texcoco, sino por lo contrario, demanda que esas tierras se preserven como fuente de trabajo y como áreas que se mantengan verdes en esta región que pide más oxígeno, para una vida de mejor calidad.