VIERNES Ť 30 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Leonardo García Tsao

Cortos en Mérida

El fin de la temporada de huracanes pudo haber influido para que este noviembre hayan coincidido tres festivales cinematográficos en lugares cercanos al mar. En la costa del Pacífico vino primero el improvisado de Mazatlán que, según reportes publicados en este mismo diario, se caracterizó por un caos de organización; luego ha seguido el festival de cine francés de Acapulco (ahora franco-mexicano), ya en su sexta edición. Mientras que entre uno y otro, en la península yucateca, se dio el segundo Festival de Cortometrajes Mexicanos, en Mérida, bastante más modesto en ambiciones y, por lo tanto, capaz de cumplirlas sin problema.

Ťcine-sin-sosten-jpgOrganizado por el Instituto de Cultura de Yucatán, el festival tiene un objetivo primordial: reunir programas de cortometrajes mexicanos -cinco en total, de dos horas de duración cada uno, en promedio- para darlos a conocer a los espectadores locales. Por suerte, éstos han acudido en números considerables a la sala de la Cineteca Nacional, en el centro de la capital yucateca, desde el lunes hasta hoy viernes que finaliza el festival. La sala consta de 280 butacas y en varias ocasiones se dieron llenos totales. Incluso varios interesados se quedaron afuera en la función inaugural.

La selección hecha por el Imcine reunió 30 cortos recientes -y no tanto- que han sido elogiados y premiados tanto en nuestro país como en el extranjero. Por ejemplo, Sin sostén, el gracioso trabajo de animación debido a René Castillo y Antonio Villaurrutia; pero también Hasta las huesos, el último de Castillo. O El milagro, de Ernesto Contreras, ganador en su categoría en la Muestra de Guadalajara del año pasado. De Valentina Leduc se ofreció lo que es, supongo, su filmografía completa a la fecha. Y hasta hubo espacio para la nostalgia, representada por Me voy a escapar, filmado por Juan Carlos de Llaca en 1992 y que ciertamente resultó de interés para quienes han visto sus largometrajes En el aire o Por la libre y querían conocer sus inicios en la industria.

Quien esto escribe ya había visto casi la totalidad de los cortos presentados. Sin embargo, el más nuevo de los trabajos fue una sorpresa. Circosis, la tesis de Celia Varona para graduarse en el CCC, se sitúa en un circo venido a menos cuya tiránica dueña ?quien funge a la vez de maestra de ceremonias y mujer barbuda? obliga a los demás miembros a desempeñar suertes ajenas para atraer más público. Aunque su conclusión es algo insatisfactoria, el relato combina la estética de lo grotesco y un apropiado humor negro para conseguir momentos de una comicidad bastante más elaborada que la ejercida por tantos cortos que se han conformado con contar un mero chiste (estrategia cuyos antecedentes históricos se encuentran, quizá, en los cortos de los cómicos Pomponio y Kíkaro, que pasaban con los viejos noticieros).

Las nuevas condiciones de exhibición del cine mexicano prácticamente garantizan que la mayoría de sus títulos se estrenen en forma simultánea en el DF y las principales ciudades de la provincia. Pero el cortometraje sigue sin conseguir una difusión amplia por el país. Esa carencia explica, en parte, el entusiasmo de los espectadores meridanos, jóvenes en su mayoría.

Para darle un mayor cariz de festival, su principal organizador, Manuel Mengual hizo un esfuerzo considerable desde el año pasado por invitar a algunos de los realizadores participantes, convocados de manera aleatoria, para que dialogaran con el público al final de la sesión correspondiente a su corto. Las limitaciones del presupuesto no permitieron lo ideal: la presencia de todos los cineastas (y eso es susceptible de provocar reacciones del tipo "¿por qué él sí y yo no?", tan comunes en un medio dominado por la envidia, la grilla y el canibalismo).

Pero el festival de cortos de Mérida puede crecer ante los buenos resultados. Recuerdo que los inicios de la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara fueron similares, con una diferencia importante: en 1986, el cine nacional de calidad era una especie en peligro y el cortometraje no existía fuera de las escuelas. La Muestra tapatía supo mantener un desarrollo constante hasta consolidarse como el único festival nacional capaz de rebasar los quince años (la Reseña de Acapulco, en cambio, murió al cumplir una década). Y si un festival de cortos ha funcionado en Guanajuato, igual puede darse otro en la península yucateca. El chiste es que el cine mexicano, en sus diversas manifestaciones, se encuentre con el público interesado.
 
 

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