DOMINGO Ť 2 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť Immanuel Wallerstein

A cinco años de hoy

Desde el 11 de septiembre el go-bierno ha pontificado que debemos "estar alertas", pero "que continúe la vida normal". En momentos en que el ejército en Afganistán propina reveses al talibán, Ƒdónde debemos buscar la vida normal? Quizás en Doha, donde la conferencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC) concluyó recientemente.

La conferencia se celebró en Doha, Qatar, porque ningún otro país se ofreció como sede, temiendo que se suscitaran dificultades al enfrentar protestas del movimiento antiglobalización. En ese sentido, la decisión fue efectiva, pues el número de manifestantes fue mucho menor que el de Seattle. Desde luego, los acontecimientos del 11 de septiembre también jugaron un papel en esta disminución. Doha parecía casi un éxito al final, dado que se logró una especie de acuerdo. Pero Doha llama la atención debido a que el futuro de la economía mundial no es la simple cuestión de una lucha entre los que están a favor y en contra de la globalización.

Al contrario. Tal como señalamos en el comentario del 15 de diciembre de 1999 sobre Seattle, existen tres batallas distintas y las alineaciones varían en cada una de ellas. Hay una lucha entre Estados Unidos y la Unión Europea. Otra batalla entre el norte y el sur. Y existe una lucha más entre los que quieren proteger el medio ambiente y las conquistas laborales de los trabajadores; y los que no.

Estados Unidos obtuvo algo importante en Doha. La nación deseaba que hubiera pláticas renovadas sobre la continuación de la liberalización de la economía mundial, y logró un acuerdo sobre cuándo deben comenzar tales conversaciones. A India se le permitió incluir sus reservas en la minuta. Y el comienzo del curso a tomar aún no termina. Para lograr esta decisión Estados Unidos tuvo que ceder en dos asuntos fundamentales: debió aceptar que los subsidios agrícolas europeos no queden formalmente excluidos en el futuro, y que sean tratados en futuras negociaciones. También flexibilizar las medidas de protección de patentes de las compañías farmacéuticas (fue sólo una flexibilización; no se abandonaron). Nada se hizo respecto del medio ambiente, y no se hizo mucho para incrementar el acceso del norte a los textiles producidos en el sur.

ƑDónde nos deja esto? El editorial del Financial Times del 14 de noviembre sobre "El trato en Doha" señala: "Lograr un acuerdo requirió de tantos compromisos y concesiones que el documento final quedó prácticamente sin significado alguno". Estoy de acuerdo. En la economía mundial, al igual que en Afganistán, el jue-go permanece abierto. Todos los participantes siguen en pie y no puede descartarse ninguna nueva dirección de los acontecimientos por venir.

Durante su participación en Doha, Eu-ropa lanzó dos advertencias a Estados Unidos. Una fue la declaración de Pascal Lamy, comisionado europeo de comercio: "Nuestro interés en los lugares de desarrollo nos coloca en la posición de intermediario entre Estados Unidos y las naciones del sur". De ninguna forma es claro si Estados Unidos o el sur dan la bienvenida a la condición de intermediario de Europa. Pero, a mediano plazo, esto consuela muy poco a Estados Unidos, que prefiere verse como el líder de un norte unido.

La segunda advertencia apareció en la revista empresarial portuguesa Fortunas e Negocios. Su edición de noviembre ex-ploró de viva voz dos cosas que se están susurrando en toda Europa. Su artículo principal discutió las ventajas económicas del eje París-Berlín-Moscú, yendo de Lisboa a Vladivostok luchando contra Estados Unidos, al que acusa de hacer todo lo posible por "mantener débil a Europa". En su editorial se señala, de manera aún más provocadora, que Europa tiene una larga tradición de nexos con el Islam y que en el pasado ha vivido: "El Islam es un caso paradigmático para Europa, porque en términos de economía tenemos a un adversario común".

El gobierno estadunidense parece estar pensando que los hechos del 11 de septiembre le han dado la oportunidad de revivir su papel central en la coalición mundial que combate a fuerzas malvadas y minoritarias. También se felicita por el éxito que parece haber logrado en este empeño. Pero tendremos que volver a es-te punto dentro de cinco años para saber si esta alucinación será total o parcial.

Lo primero que debemos observar los próximos cinco años es si, independientemente de la OMC, existen o no tres zonas económicas separadas: las Américas, Eu-ropa (de Lisboa a Vladivostok) y Asia este y sureste. Una pequeña reunión de la ASEAN, a la que no se prestó gran atención, llamó recientemente a la creación de una zona de libre comercio que incluyera a China con el fin de lograr "mayor independencia" de Estados Unidos. La inclusión de China (y Taiwán) en la OMC tendrá un efecto muy importante que se notará poco. Acelerará considerablemente las inversiones y el comercio de Taiwán en China, lo que llevará a una integración de facto entre ambas entidades, que a su vez transformará la política interna de Taiwán y ayudará a los objetivos de China en la región.

Otra cosa que debe tenerse en cuenta los próximos cinco años es si las fuerzas que conforman el movimiento de Porto Alegre pueden o no, y en qué forma, reagruparse y plantearse objetivos concretos que logren un amplio apoyo, así como alcanzar coherencia organizacional.

La tercera cosa que se debe observar es el impacto de una decadencia económica en las políticas internas de Estados Unidos. En cualquiera de los dos escenarios más probables (Afganistán pierde importancia como tema preponderante, o bien Estados Unidos se enfrasca en un continuo atolladero en Afganistán y en el mundo islámico en general).

El resultado posible será el derrumbe de la unidad temporal de Estados Unidos. Los políticos estadunidenses podrían volverse mucho más duros de lo que han sido en las décadas pasadas, y podría haber algunos cambios en las lealtades. Aquello crucial en lo que debemos pensar es en las tendencias a largo plazo.

 

Traducción: Gabriela Fonseca