DOMINGO Ť 2 Ť DICIEMBRE Ť 2001
Ť Riesgo de que un acervo milenario quede en el limbo; llaman a rescatarlo
El Museo Nacional de Afganistán, víctima olvidada de la conflagración
Ť Cinco mil años de arte, ausentes en las pláticas en Bonn Ť Guerras intestinas redujeron la colección de 100 mil a sólo 30 mil piezas, en una década Ť Expresiones budistas, principal blanco de los talibanes
DE LA REDACCION
Es el otro saldo de la guerra en Afganistán: la pérdida del patrimonio cultural y artístico. El alguna vez espectacular Museo Nacional de Kabul, que albergó cinco milenios de historia afgana y una vasta colección de obras originales procedentes de la época prehistórica, clásica, budista-hindú e islámica, luce hoy saqueado y en ruinas; un edificio cuya reconstrucción sólo será posible si interviene la comunidad internacional, más ocupada sin embargo en resolver la conformación del nuevo gobierno que en asuntos de carácter cultural. La petición de ayuda a los países extranjeros para reconstruir el museo fue planteada este 29 de noviembre por el ministro temporal de Cultura, Abdul Hafiz Mansour, informaron despachos de agencias internacionales.
No hay más que desolación en el recinto. Montones de escombros y un escaso número de piezas se acumulan en el desorden de las habitaciones antaño ocupadas por arte milenario. La confusión se refleja en los rostros de quienes actualmente resguardan el sitio.
El deterioro no es nuevo, aunque el ataque de Estados Unidos contribuyó a precipitar un daño que, temen los conocedores, ya es irreversible
El arte según el mullah
Las voces de alerta e indignación comenzaron a principios de año, cuando se difundió que gobernantes talibanes llegaron al Museo de Kabul y destruyeron piezas de arte porque retrataban seres vivos y ofendían el concepto de Dios. Se cumplió así el edicto religioso dictado por el mullah Omar, pues de acuerdo con su concepción los símbolos de cultura preislámica no eran más que signos de idolatría y, por lo tanto, insultantes para la cultura islámica.
El Museo de Kabul alojaba antes de la incursión fundamentalista unos 6 mil fragmentos de arte budista, catalogados y almacenados en el sótano.
Para destruir estas preciosas reliquias, los talibanes usaron hachas, martillos y, en ocasiones, proyectiles de artillería.
Uno de los elementos más valiosos del museo era un bodhisattva hecho de arcilla, cuya antigüedad se calcula en 2 mil años. En el budismo, los bodhisattvas son personas de gran cualidad espiritual, que ayudan a otras a emerger de las tinieblas de la ignorancia. Esa estatua enfureció a los clérigos talibanes porque estaba casi totalmente desnuda.
Para el máximo líder espiritual talibán la destrucción de los Budas "tuvo su recompensa", ya que después de muchos meses la lluvia volvió sobre Afganistán.
"Hemos despedazado los ídolos y Alá nos trajo lluvia", agradeció el mullah Omar, según difundió entonces el diario paquistaní Ausaf.
Afganistán padecía aquellos días una de sus peores sequías de los últimos 30 años.
El historiador Mohebzadah declaró a Los Angeles Times que una guía turística del Museo de Kabul, impresa en 1974, es todo lo que le queda de los objetos destruidos, amén de algunos pedazos que semejan un complicado rompecabezas.
La acción de los talibanes, arrinconados en su bastión de la localidad de Kandahar por fuerzas de la oposición apoyadas por Estados Unidos, pasó inadvertida para el resto del mundo hasta el pasado marzo, cuando dos inmensas esculturas de Buda cavadas en una ladera estallaron.
El arqueólogo Abdul Rauf Zaker, de acuerdo con la misma fuente, informó que durante los tres primeros años de gobierno talibán en Afganistán, que comenzó en 1996, los milicianos asumieron como prioridad la destrucción de las influencias occidentales; prohibieron, en consecuencia, la música, el cine y la televisión.
Saldos de constantes conflictos
Los talibanes no son los únicos responsables de la ruina en el museo. Las constantes guerras civiles en el país por un periodo de más de 20 años afectaron también estos acervos.
La explicación proviene de Naqibullah Wahidyar, clérigo que fungió durante el régimen taliban como responsable del recinto.
Una aproximación a la pérdida de ese patrimonio, según cálculos de los trabajadores: en 1995, tras los combates por el intento de invasión de la Unión Soviética en 1992, sólo quedaban 30 mil de casi 100 mil piezas. Se teme que varios objetos desaparecidos circularon en el mercado negro de Paquistán.
En una entrevista en mayo pasado con el periódico español El País, detallaba: "22 años de lucha se han cobrado su precio; muchas piezas resultaron dañadas. ƑCuántas? Es difícil saberlo, porque antes no existía un registro de las colecciones, en los últimos años estamos trabajando para registrar el legado histórico". La reportera desconfiaba de su respuesta, porque -se lee en la publicación- ninguno de la docena de individuos que pululan a su alrededor es arqueólogo, licenciado en Bellas Artes o conservador.
No hay, pues, cifras exactas que permitan conocer la dimensión real de las pérdidas, la única certeza son los escombros, como los de una enorme estatua de piedra caliza, representación de un rey del siglo II, que estaba colocada como anfitriona en la entrada del museo y que fue destruida en la campaña religiosa de los talibanes. Trabajador del recinto durante 18 años, Yahah Mohebzaddeh muestra los pedazos recolectados y manifiesta sus esperanzas de que algún día se puedan unir para reconstruirla, ilusión que, por ahora, parece tan lejana como la posibilidad de reconstruir ese otrora esplendoroso museo convertido en testimonio del ocaso.