Eduardo Galeano
Los músicos
La tormenta se desató, el río se desmandó, la furia se los tragó: los músicos de la banda Madera, que andaban cantando de pueblo en pueblo, fueron devorados por el Orinoco. El río engulló a los cantores y a sus tamboras y sus maracas y sus cuatros, sus guitarritas de cuatro cuerdas que alzaban los sones de los joropos y los polos.
Después, la lluvia se cansó, el río se aquietó, Venezuela lloró: todo el país agachó la cabeza en duelo por aquel naufragio de la música. Unanimidad menos uno, o menos una: a orillas de la isla Tobejuba, doña Conchita reía. La escuchó el Nacho Martínez, que andaba navegando por el Orinoco.
El río estaba quietito, haciéndose el yo no fui, y la fronda de la orilla se desdoblaba en su espejo. Con los pies hundidos en el agua que había tragado a los músicos, doña Conchita, isleña de muchos años y diente ninguno, riendo decía:
?¡Jodidos! ¡Bien jodidos están los de Caracas! Ahora, para escuchar a los muchachos, tendrán que venirse acá.