DOMINGO 2 DE DICIEMBRE DE 2001
MAR DE HISTORIAS
Hermano mayor
Domingo, seis de la tarde. El departamento de Luisa y Enrique huele a grasa y a tabaco. Entre la sala y el comedor no hay separación. Los comensales demorados que apenas se sientan a la mesa siguen conversando con quienes, ya satisfechos, se instalaron en los sillones de falso terciopelo para beber café y nuevas dosis de ron o de tequila.
Mientras sirve las raciones Luisa da órdenes a la joven que atiende la cocina. Sus gritos se confunden con las bromas y las risas de los invitados a su séptimo aniversario de bodas. En un ángulo de la habitación dos niños sentados en el suelo miran en la tele una película de guerra. El estruendo de los aviones y el estallido de las falsas bombas contribuyen a hacer más confuso el ambiente.
Enrique va de un lado a otro renovando las bebidas de sus huéspedes. Al pasar junto a Jordi, su hijo mayor, le revuelve el cabello tieso a base de espray. El niño no parece advertir la caricia: está absorto, mirando a su hermana menor Jennifer. El fleco arriscado sombrea su rostro moreno, dos hoyuelos enmarcan sus labios y le dan a su rostro un aire de perpetua alegría.
Desde la calle se escucha un silbido largo que anuncia la llegada de Renato, el amigo íntimo de los anfitriones. Luisa corre a la ventana y deja caer las llaves. Enseguida aparece el invitado enarbolando un cartón de cerveza para hacerse perdonar la impuntualidad.
-Ay, chiquito, pensamos que ya no venías -comenta Enrique. -ƑCómo crees? Primero muerto.
Pues órale, ven a sentarte -interviene Luisa colocando platos limpios. -Hice sopita de médula, porque sé que te gusta.
-No le sirvas todavía, deja que se tome siquiera una cubita-. Enrique muestra una botella de Solera. -ƑCampechano?
La respuesta de Renato queda triturada entre las voces que salen del televisor y las órdenes de Luisa:
-Niños: ya apaguen eso y vengan a saludar a Renato.
-Déjalos, están entretenidos-. Renato bebe todo el contenido del vaso. Los comensales elogian su resistencia. Enrique bromea:
-Como que traías sed, cabrón...
-Dame la ficha y sírveme otra, pero más cargadita -contesta Renato quien, como siempre que pronuncia esa frase, provoca risas y miradas maliciosas.
-No, ya no le sirvas. Déjalo que se venga a comer, porque si no se le va a subir -recomienda Luisa mientras vierte la sopa de médula en un plato con filos dorados.
-šUh, qué la canción! Tienes mucha prisa o qué? -protesta Enrique entre bromista y agresivo. -Déjalo que se tome lo que quiera.
-Si no me opongo, viejo; la cosa es que no se vaya a sentir mal -se disculpa Luisa.
-ƑEres su pilmama o qué?- Enrique pone entre las manos de su invitado otro vaso. Vuelven a escucharse carcajadas y elogios para la buena sazón de Luisa.
-Un aplauso para la cocinera -sugiere Encarnación, la prima solterona que nunca falta a las celebraciones familiares.
En medio de la algarabía se escucha el gemido largo de Jennifer. Todos se vuelven a mirarla. Su padre se le aproxima:
-Muñeca, Ƒqué tienes?
Jennifer señala a su hermano con dedo flamígero:
-El me está molestando.
-ƑYo?- Jordi mira a Enrique: -Pero si ni la he tocado.
-ƑQué te hizo tu hermano, mi vida? -pregunta Luisa acuclillándose frente a su hijita.
-El Jordi todo el tiempo nomás me está viendo.
La respuesta de Jennifer provoca la hilaridad de la concurrencia. Enrique se solidariza con Jordi y le guiña un ojo mientras finge amonestarlo:
-No estés viendo a tu hermanita, déjala en paz-. Luego se dirige a Jennifer: -Y tú, no seas chiquiada. ƑQué te quita tu hermano con verte?
-Siento feo -responde la niña remolineándose y metiéndose un dedo a la boca.
De nuevo se escuchan risas y la voz de Renato:
-Oigan, Ƒya supieron lo del programa de tele que van a poner? Estará bien locochón.
-Espero que no sea otro de violencia, porque las criaturas nomás están aprendiendo barbaridades -reflexiona Luisa, como si no se hubiera dado cuenta de que sus hijos siguen absortos las secuencias bélicas en la televisión.
-No. Es algo así como un experimento-. Renato se limpia la boca con una servilleta de papel. -Seis tipos van a vivir dos semanas en una casa chiquita sin salir, sin tele, sin radio, creo que hasta sin teléfono ni periódicos ni nada.
-No le veo el chiste -afirma Encarnación, experta en soledad y enclaustramiento.
-ƑNo? Lo bueno está en que van a instalar cámaras en la casa para que todos podamos ver lo que hacen esos tipos.
-ƑCómo? -pregunta Enrique incrédulo.
-ƑHasta en el baño? -pregunta Jobita acercándose al oído de Encarnación, quien responde escandalizada:
-šAy, no lo creo!
-A ver, a ver: barájamela más despacio-. Enrique ausculta las reacciones de Renato. -O sea que todo el mundo va a ver cuando vayas a mear o hagas del cuerpo...
-Viejo, no seas cochino. šHay personas comiendo!
Enrique no atiende la reconvención de su mujer y sigue el interrogatorio.
-...te subas al guayabo o te hagas justicia por ti mismo.
Luisa vuelve a adoptar una actitud reprobatoria pero sonríe maliciosa a sus invitados:
-Ay, qué asqueroso es éste.
-ƑPor qué? Digo la verdad, o a poco tú nunca...
-šCállate, grosero! -grita Luisa poniéndole a su esposo la mano en la boca. -Y tú, Renato, ya cambia de tema.
-No, no, déjalo -dice su cuñado Alfonso. -ƑY todo eso cuánto va a durar?
-Creo que dos semanas.
-ƑY si uno no aguanta que lo estén viendo todo el tiempo se puede salir de la casa o qué? -insiste Alfonso.
-Ah sí, claro, nomás que te descalifican y te sacan del concurso.
-šEntonces es un concurso! -concluye Jobita aliviada.
-Sí, pero todo va a ser real.
-ƑCon actores?
-No, Luisa, con gente así como nosotros.
-ƑY dan premios?- Los ojos de Alfonso brillan. -Me imagino que ha de ser una buena lana.
-šUn millonsazo!- Renato se deleita con el interés que ha despertado. -Y es que está cañón aguantar que las cámaras te estén viendo de día y de noche. Dicen que van a instalarlas hasta en el alberca, para que no haya pierde.
-Está tentador -reflexiona Alfonso.
-ƑLe entrarías?- Luisa interpreta el silencio de su cuñado.
-Ay, pues fíjate que yo no. Ni por todo el oro del mundo.
-Eso dices, vieja; pero imagínate un chango que lleve años sin trabajo y sin un quinto...
-ƑY lo van a pasar todo por la tele así, normal?
Renato no alcanza a contestar. Se lo impide el gemido de Jennifer:
-Papá: mi hermano sigue mirándome y siento feo.
Tras unos segundos de desconcierto Enrique contesta:
-Déjalo, pero que te pague.