LUNES Ť 3 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť Gastón Castellanos Villegas

Dr. Manuel Velasco Suárez. In memoriam

En la madrugada del domingo 2 de diciembre el corazón de un hombre extraordinario dejó de latir; su vida larga y fructífera se extinguió después de un periodo de dolorosa agonía.

En 1959 el doctor Velasco Suárez fue designado el primer director de la División de Salud Mental de la SSA, y un año después llevó a cabo la operación Castañeda, es decir, la demolición del antiguo manicomio construido en la ex Hacienda la Castañeda, que fue inaugurado en 1910 por el general Porfirio Díaz, y que fue modelo de hospital siquiátrico en esa época. Inició la construcción de siete hospitales siquiátricos en áreas estratégicas del país.

En febrero de 1964 creó el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía con un enfoque holístico: brindar atención médica especializada a los enfermos del sistema nervioso, convertirse en un centro de enseñanza y de investigación en el campo de las neurociencias y señaló en la ceremonia de inauguración: "que este Hospital Escuela de alto nivel académico se ha construido gracias al apoyo del presidente de la República, licenciado Adolfo López Mateos, y de su querido amigo, el doctor José Alvarez Amézquita, secretario de Salud, y que sería, ante todo, una casa de misericordia abierta a los enfermos más desvalidos, los que sufren un daño del cerebro y de la mente".

Reclutó a sus alumnos más cercanos que ya colaboraban con él en el Hospital Juárez y otros recién llegados del extranjero, como los doctores Francisco Escobedo, Jesús Rodríguez Carbajalo, David Lozano, Andrés Bustamante, Guido Belsasso, Arturo Fernández Cerdeño, Fernando Chong, Armando Grajales, y el que escribe esta nota, entre otros más. Pero en primer término invitó a colaborar a dos grandes maestros en neurocirugía, el doctor Gregorio González Mariscal y en psiquiatría al doctor Dionisio Nieto, exilado español, y así formaron los pilares del programa de enseñanza que estaba por edificarse y crecer a ritmo rápido.

Cuando estaba en la plenitud de su carrera falleció el doctor González Mariscal y expresó: "se nos adelantó este eminente neurocirujano, pero quedan sus alumnos". Más tarde, cuando murió el profesor Nieto, en 1985, dijo: "hemos perdido a un sabio, a un hombre bueno y generoso". Y ahora se repite la misma escena dolorosa:

Hemos perdido a un sabio, a un hombre bueno y generoso, pero aún más, el artífice de una serie de proyectos para beneficio de la comunidad, el maestro ejemplar que fue pródigo y paternalista con todos sus discípulos, el líder intelectual que nos marcó el camino de la excelencia académica, de la probidad, la honestidad y la entrega absoluta a servir a los demás.

Su personalidad vigorosa y polifacética desbordó el campo de la medicina, no se limitó a la teoría, fue eminentemente práctico, innovador, revolucionario hasta cierto punto, promotor incansable de la beneficencia. Decía modestamente que él era un descubridor de talentos, cuando en realidad fue forjador e impulsor de los mismos.

Recorrió el mundo médico de la neurología y neurocirugía y fue reconocido por profesores y colegas distinguidos de un gran número de universidades, creó lazos de colaboración y amistad y recogió frutos que le hicieron acreedor al perfil de destacado universitario, es decir, universal.

Durante el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari y siendo secretario de Salud el doctor Jesús Kumate, su dilecto amigo, funge como secretario ejecutivo del Consejo de Salubridad General de la República, y en ese periodo realizó otro proyecto trascendente al cual consagró sus últimos años, la creación de la Comisión Nacional de Bioética, foro abierto a los grandes dilemas éticos de la medicina contemporánea. Organizó con gran éxito en la ciudad de México, el primer Congreso Internacional de Bioética en el cual participaron destacados científicos, juristas, humanista y bioeticistas con el liderazgo del premio Nobel de Medicina, profesor Jean Dausset, quien posteriormente lo invitó a que formara el capítulo México del Movimiento Universal de Responsabilidad Científica (MURS).

En la década de los 90 se involucra en una empresa universal: la Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, fundada por dos destacados cardiólogos, el doctor Bernard Lown, de Boston, y Eugen Chazov, de Moscú. Esta asociación reunió a miles de médicos sobresalientes que realizaron una labor muy meritoria de responsabilidad social, y como reconocimiento fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz.

Su obra académica y humanista será objeto de reconocimiento en el Instituto Nacional de Neurología que lleva su nombre, por su labor como profesor emérito de la UNAM, miembro honorario de la Académia Nacional de Medicina y de la Academia Mexicana de Cirugía, y por numerosas sociedades científicas nacionales y del extranjero.

Su trayectoria pletórica de triunfos no lo envaneció y la adversidad al sufrir dolorosas pérdidas de su esposa, Elvira, su hijo neurocirujano, José Manuel, y su hija Guadalupe no lo doblegó; su profunda fe religiosa cristiana le permitió superar con fortaleza los retos imprevistos de lo que es irremediable.

Desde hace tres meses constató la gravedad de su enfermedad, ironía del destino, un tumor maligno de la médula espinal, luchó con valor no tanto aferrado a la vida sino a la protección de sus hijos, no externó quejas ni amargura, por el contrario, al acercarse a la frontera de lo desconocido nos dejó un mensaje de sabiduría, de optimismo, de no detenernos en la tarea de servir al prójimo y a la sociedad, a nuestro país, México, al que consagró su mejor esfuerzo. Esta fue su última lección.