JUEVES Ť 6 Ť DICIEMBRE Ť 2001
Ť El músico de Malí presenta esta noche en México su disco Kassi Kasse
Si mi voz se escuchara en el mundo, negociaría la paz: el griot Diabate
Ť La grabación fue producida en Africa por la firma mexicana CoraSon y la especialista inglesa Lucy Duran Ť Por vez primera se develan, mediante el canto, secretos guardados por milenios
PABLO ESPINOSA
Kasse Mady Diabate, quien posee una de las voces más bellas de Africa, concentra la mirada que sonríe en un punto indefinible del jardín nocturno donde departe y charla. Su mirar es cuasi acuoso, lleno de luz y siempre a punto de brotar en rocío. En su medio francés dice parquedades pero en su lengua natal, mandinga, dice muchas cosas. Define: ''Soy un simple músico, soy musulmán y soy un griot, pero los griots no tenemos influencia en el mundo, solamente en nuestra aldea".
Hace grandes pausas mientras habla. Ahora sus ojos son fanales de agua a punto de cascada: ''Si me fuera dado intervenir, si tuviese la capacidad de influencia, si mi voz fuese escuchada en medio de la guerra que ahora agobia al mundo, les aseguro que yo buscaría negociar, conciliar, dialogar para lograr la paz. En cada una de mis oraciones anida ese anhelo, porque ese es el anhelo de mi corazón".
''El que mueve a llanto''
En Africa Occidental el griot, o jeli, es una figura fundamental, casi sagrada. Es un puente con la divinidad. Estos músicos heredaron su oficio de familias, cuya genealogía se remonta al siglo XIII. Sus ancestros fueron consejeros de emperadores y reyes de Malí. Desde entonces son los depositarios del saber, la historia y la cultura de su pueblo. Hoy no hay monarquía; sin embargo, los griot o los jeli guardan recuerdos prodigiosos de días anteriores a la Colonia y los cantan.
En caso de conflicto en la tribu, en el pueblo, en la sociedad, el griot es la figura apaciguadora; concilia, arregla, armoniza. Un griot, incluso, cura con música.
Kasse Mady Diabate condensa en su persona buena parte de la cultura de su pueblo. La expresa con música, con risas y con la mirada. Vino a México por vez primera hace un año, invitado con su hermano Lafia para hacer su música junto a Oumou Sangare, cantante cuyo arte está documentado en un disco grabado por la editorial independiente Cora Son.
Una tarde en casa de Ery Camara, eminencia senegalesa residente en México, dejó como testimonio la historia de la vida de Kasse Mady Diabate, quien narró aquel atardecer todas sus gestas y las de sus ancestros en su medio francés y en su completa lengua mandinga, cantando en un embrujo humano acompañado por su hermano Lafia, quien tañía un goni a manera de diálogo socrático.
Kasse Mady Diabate, cuyo apellido se remonta a 13 siglos y cuyo nombre significa ''El que mueve a llanto", demuestra con creces el talante de su apelativo: cuando canta, es decir cuando narra, es decir cuando habla, estremece. Mueve a conmoción. Conmueve. Lo dice mejor un buen amigo: ''Lo inexorable es lo que no se puede evitar con lágrimas ni llanto".
La historia de Kasse Mady Diabate y la de su pueblo están documentadas en la nueva producción de la empresa cultural Discos CoraSon: Kassi Kasse, hermoso disco compacto que será presentado esta noche a las 20 horas en el Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez 30, Centro Histórico), en una gran fiesta conciliada por el griot Kasse Mady Diabate y la prodigiosa música africana que ha quedado quieta y en movimiento para siempre en este disco. La entrada a esta fiesta es libre.
Rituales de tierra, choza y árbol
A esa celebración obedece el nuevo viaje de Kasse Mady a México. En el jardín de la casa de Mary Fahrquarson y Eduardo Llerenas, artífices de CoraSon, el griot departe con cuatro periodistas y con la musicóloga inglesa Lucy Duran, prácticamente una leyenda por su trabajo especializado, desde mediados de los años setenta en la música de Africa Occidental.
El disco Kassi Kasse fue grabado por músicos malienses en la ciudad natal de Diabate, Kela, en una serie de jornadas que parecen fábula: es la primera vez que se graba, in situ, la historia de la cultura de ese pueblo. Es la primera vez, también, que se graban en disco compacto preciados secretos que ese pueblo ha guardado durante milenios, previo permiso otorgado por el consejo de ancianos en sesiones rituales de tierra y choza y árbol.
Precisamente en una choza de adobe se acondicionó, como en un cuento modernizado de Las mil y una noches, un estudio de grabación. Si se considera que en la aldea de Kela no hay energía eléctrica, pero sí temperatura de 42 grados Celsius y elevada cultura espiritual, lo que uno vive al escuchar el disco es la puesta en escena de esas sesiones de grabación en particular, pero uno vive los milenios, trece, que ha vivido Kasse, el que mueve a lágrima, desde que sus primeros ancestros fueron declarados griots.
Hay en el disco cantos de caza y aldea, historias secretas del bosque donde viven los espíritus con quienes nos hace convivir el periodista Ryzard Kapuscinsky en sus crónicas. Hay, incluso, dos canciones en las que se reúnen la música cubana y el canto en español de Kassy Made quien, por cierto, vendrá de vuelta en abril próximo para participar en el Festival del Centro Histórico al frente de la Orquesta Aragón y en recuerdo de cuando cantaba en Africa con Las Maravillas de Malí, cuyo nombre era obvio guiño a la gloriosa orquesta de Arcaño y sus Maravillas. Pero esa es otra historia.
Por lo pronto, este disco mueve a llanto. Porque también de gozo uno se moja.