JUEVES Ť 6 Ť DICIEMBRE Ť 2001
Ť Mientras en Bonn hay acuerdo, en Afganistán las luchas tribales se incrementan
Retira la ONU parte de su personal por pugnas de la Alianza del Norte en Mazar-e-Sharif
Ť Están de regreso quienes despedazaron el país y posibilitaron el triunfo talibán: NY Times
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington, 5 de diciembre. Grupos rivales afganos llegaron a un acuerdo en Alemania para formar un gobierno de transición, pero en Afganistán los jefes militares están dividiendo al país y las pugnas internas dentro de la Alianza del Norte se han incrementado a tal punto que la Organización de Na-ciones Unidas (ONU) ha retirado a gran parte de su personal del pueblo de Mazar-e-Sharif, en el noroeste del país.
Las pugnas en Mazar-e-Sharif, la primera ciudad capturada por las fuerzas aliancistas apoyadas por Estados Unidos, se dan al mismo tiempo que se reportan otros conflictos internos de la oposición en el norteño pueblo de Kanduz así como otra pugna por el poder en la oriental de Jalalabad.
Mientras tanto, varios de los jefes militares de la Alianza del Norte no están esperando a ver cómo se implementará el acuerdo concluido en Alemania antes de consolidar su poder local en las zonas "liberadas": en la ciudad occidental de Herat el jefe militar Ismail Khan ya ha organizado una elección para designar el próximo alcalde.
Según varios reportajes, Khan seleccionó a 700 de sus leales que serían lo únicos a quienes se permitiría participar en el ejercicio electoral, y que votaron por Muhammad Rafiq Mojaddadi. Pero este alcalde no es una cara nueva en Herat; hace poco fue miembro del concejo municipal de esta ciudad instalado por el régimen talibán.
Otros jefes militares que hasta hace poco eran aliados del talibán han cambiado de bando y están pugnando por su parte del poder en el nuevo gobierno de Afganistán.
Uno de estos ex oficiales talibanes fue entrevistado por el periódico The Washington Post esta semana en su casa en Kabul, mientras que el Pentágono reportaba que todavía existe resistencia en el norte de la capital y en otras partes supuestamente li-beradas del país.
Todo esto provoca interrogantes sobre el cambio real de la cúpula política de Afganistán como resultado de esta guerra. El Wall Street Journal sugirió hoy que hay una posibilidad de que una derrota del régimen talibán no resulte en la paz sino que podría "encender una nueva ronda de conflictos".
Tal escenario no sería nada nuevo para ese país, y casi todos recuerdan que los mismos grupos que ahora forman la Alianza del Norte tomaron el poder en 1992, y en los siguientes años desataron un conflicto interno que provocó el caos que permitió al talibán tomar el poder. Es por esto que las pugnas entre las fuerzas aliancistas en Mazar-e-Sharif han causado tanta preocupación entre los funcionarios de la ONU.
Unidad efímera, estiman
Aunque otras agencias de asistencia hu-manitaria continúan trabajando en esa ciudad, la evacuación del jefe de seguridad de la ONU y de otro personal sugiere que el consejo conjunto conformado por uzbekos, tadjikos y hazaras, que ahora gobierna esa ciudad, podría no durar mucho.
El jefe militar uzbeko, Rashid Dostum, quien se ha aliado con casi todo líder afgano en las últimas dos décadas sin importar su filiación política, dice ser quien debería gobernar Mazar-e-Sharif; también ha sido acusado por grupos de derechos humanos de comportamiento brutal contra la población y enfrenta la oposición de varios otros comandantes de la Alianza del Norte.
Las luchas entre milicias leales a Dostum y fuerzas de otro jefe militar local con vínculos con Tadjikistán después de la captura de Kunduz, dejó varios muertos.
Una pugna por el poder también ha brotado alrededor de Jalalabad cerca de la frontera con Pakistán. El hombre a cargo ahora de la ciudad es Haji Abdul Qadir, ex gobernador de la zona entre 1992 y 1996, a quien se conoce tanto por su tolerancia del cultivo de amapola durante ese periodo co-mo por su tolerancia a la presencia de Osama Bin Laden en ese tiempo.
Según varios reportajes, Qadir está aliado con varios leales al talibán y simpatizantes de Bin Laden, y también lo es su principal rival en la zona, Isatullah, comandante talibán hasta mediados de noviembre pasado.
La situación en la provincia de Nangarhar, donde se ubica Jalalabad, podría complicarse más por las maniobras de las fuerzas estadunidenses en su búsqueda de Bin Laden, quien se sospecha está escondido en cuevas del sur de esa ciudad.
Irónicamente, las fuerzas militares estadunidenses y la CIA están ofreciendo apo-yo financiero a Qadir para que les ayude a cazar a su viejo aliado.
Mucha de la violencia entre las fuerzas antitalibanes es menos en torno a ideología que una pugna por el control de recursos.
Por ejemplo, la zona alrededor de Jalalabad es considerada como un premio particularmente importante por las rutas de co-mercio y por el negocio de la heroína, porque quien tenga el control tiene la capacidad de recaudar fondos sustanciales al im-poner impuestos por esa actividad.
Pero como sugirió hace poco el New York Times, la campaña estadunidense para ex-pulsar al régimen talibán podría no resultar en un Afganistán más estable.
"La galaxia de jefes militares que despedazaron Afganistán a principios de los 90 y que fueron derrotados por el talibán por su corrupción y perfidia está de regreso en sus tronos, posicionados para ejercer poder de las maneras que siempre lo han hecho", publicó el rotativo.
O sea, llegar a un acuerdo de unidad en Alemania no necesariamente se traduce en un acuerdo en Afganistán.