JUEVES Ť 6 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Guerra Cabrera

Terrorismo en Israel

Estados Unidos ha aplicado siempre un doble rasero en el conflicto palestino-israelí. De allí la tan comprensiva actitud de la Casa Blanca hacia el "derecho de Israel a defenderse", referida a los últimos actos de barbarie con que el Estado hebreo responde a las acciones suicidas de activistas palestinos. Mientras, Washington exige a Arafat llevar ante la justicia a "sus terroristas" y omite el origen de esta espiral de violencia, cuidadosamente escondido por el complejo mediático.

Israel surgió y se sostiene mediante el uso del terrorismo contra los palestinos. Los expulsó de sus hogares, les arrebató sus tierras y desde entonces ha reprimido salvajemente su resistencia a la ocupación. Con el apoyo de Estados Unidos los ha llevado a una situación límite que es caldo de cultivo para la desesperación y las actitudes extremas, favorecidas también por el desgaste de Arafat y sus colaboradores. Tras la aceptación de las leoninas condiciones del Acuerdo de Oslo, el liderazgo histórico de la OLP fue rebasado por la potente rebelión popular expresada en las intifadas, que junto a la creciente represión israelí favoreció el surgimiento de organizaciones como Hamas y Yihad, partidarias de la violencia a ultranza y del fanatismo religioso. La mayoría de la población palestina no cree ya en la pertinencia de las soluciones políticas ni en un proceso de "paz" que la ha reducido a vivir acosada en bantustanes tipo apartheid sin el gozo de los más elementales derechos políticos y sociales. Es explicable que crezca en este clima la simpatía por el extremismo y la desconfianza en Occidente, sobre todo entre jóvenes que se han criado bajo las bombas y las balas de Israel.

La fuerza moral adquirida después de la Segunda Guerra Mundial por la idea de reparar los crímenes nazis contra los judíos, el menosprecio de Occidente por los derechos de la población árabe de Palestina y la influencia del lobby pro israelí en los grandes medios de comunicación han ocultado la injusticia y el disparate de dar patria a un pueblo a expensas de otro y los reprobables medios conque se ha llevado a cabo.

La necesidad de Occidente -y principalmente de Estados Unidos- de contar con un aliado estratégico que enfrentara al pujante nacionalismo árabe en el Medio Oriente encontró en Israel el perfecto guardián de sus intereses en la zona. Eran los tiempos de la guerra fría y estaba además en juego el apuntalamiento de ese flanco militar contra la Unión Soviética. No menos importante era, y es todavía, el apoyo israelí al control estadunidense sobre las enormes reservas de petróleo del golfo Arábigo-Pérsico.

Aunque Washington contaba con socios como la monarquía saudita y el sha en Irán para proveerse de hidrocarburos, la posición geográfica y la capacidad de Israel para construir un eficiente aparato militar moderno lo convertían en un aliado indispensable. Con una milésima parte de la población mundial el Estado hebreo recibe anualmente de Estados Unidos más de 3.5 miles de millones de dólares en ayuda, 40 por ciento de la que brinda en el mundo la superpotencia.

La política de fuerza de Israel es rechazada por la mayoría de los miembros de Naciones Unidas, como lo reafirman los acuerdos de su Asamblea General, adoptados el lunes pasado, que no son vinculantes pero tienen gran valor moral y político. De todos modos Israel ha incumplido siempre las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Palestina, supuestamente obligatorias, por no hablar del desprecio de su protector estadunidense hacia la ley internacional.

El derecho a oponer la violencia a la ocupación extranjera es incuestionable, pero el asesinato premeditado de civiles israelíes inocentes no es éticamente justificable y políticamente perjudica la percepción internacional sobre la causa palestina. A la vez, refuerza las posiciones agresivas de los líderes de Tel Aviv y enajena potenciales aliados conque podrían contar los palestinos en el seno de Israel.

Es ingenuo pensar que si salen Sharon y el Likud del gobierno cambiará la política israelí. Los laboristas de Shimon Peres son tan responsables como aquéllos del drama que ha hecho rehenes de la violencia a los pueblos palestino e israelí. Pero no tengo duda de que son estos dos pueblos los únicos que a la postre podrían encontrar juntos una salida que les permita vivir en paz.