JAZZ
Antonio Malacara
Tequio, el séptimo álbum de Astillero
DESPUES DE CUATRO años de silencio fonográfico, Astillero nos entrega Tequio, el séptimo de los discos en una larga historia de talento y trabajo y obstinación y compromiso y amor a la música (y que se multipliquen las yes y los lugares comunes en el texto del escribano). Hoy, este nuevo álbum será presentado en la Sala Ollin Yoliztli (Periférico Sur 5141), dentro del ciclo Cinco de Jazz.
ASTILLERO LLEGA CON los dos oficiantes de toda
la vida: Alejandro Pérez-Sáez (bajo) y Pablo Anguiano (batería).
Santiago Derbez, que debutara con el grupo en el disco anterior, El
sexto continente, continúa en el piano; mientras que los alientos
en saxofones y flauta están ahora a cargo de Remi Alvarez, todo
un personaje del jazz nacional que desde hace dos años se incorporó
a este ensamble.
ADEMAS DEL ESTABLECIMIENTO donde se construyen
y reparan buques, Astillero tiene en México una segunda acepción:
es el lugar del monte donde se corta la leña. Esta imagen surge
plena al escuchar al cuarteto, pues independientemente de los evidentes
espacios de improvisación que pueden encontrarse en su música,
los temas son construidos a base de cortes meticulosos y extremadamente
cuidados, son piezas de madera que se moldean en talla directa, bajorrelieves
siguiendo un esquema que se esculpió previamente, con paciencia,
en la tranquilidad de la mente en "reposo".
ENTRE LAS SEIS piezas del disco resalta irremediablemente Trapiche, sabroso huapango donde el bajo igual lleva la línea melódica en solitario que dialogando con la flauta, dibuja acordes y da pie a un medido solo de batería que reafirma la solidez de la propuesta, de un carácter mexicanista que ha llegado a incomodar las puristas trompas de eustaquio de aquellos que se resisten a salir del jazz tradicional que nos ha llegado de Estados Unidos o Europa.
PERO ESTA TAMBIEN Espiral ATM, de rutas mucho más universales y aun con ecos lejanos del ragtime. O la nostalgia valseada de Aramara, en la que la delicadeza del sax nos muestra una más de las múltiples facetas de Remi Alvarez. Formalmente, la pieza más grande y arriesgada es Gzon (La gozona), trabajo en el que todos los instrumentos se instalan en la espesura (que no la levedad) del ser para labrar la materia. Lamentablemente, Gzon no obtiene en este disco los espectaculares resultados de su ejecución en vivo. Y no hablamos de obviedades, sino de producción.
EL ULTIMO TEMA del compacto, Techando una casa zen azul, es una suite de percusiones, un ejercicio de misticismo a ultranza en el que piano, bajo y alientos esbozan algunos trazos emparentados con el minimalismo, y lo hacen sólo por unos cuatro de los quince minutos que dura la pieza; el resto es para las percusiones que pulsan los cuatro músicos simultáneamente, para un quehacer rítmico que te remite a las bondades de la aspereza, a los abruptos y disfrutables terrenos donde la espiritualidad logra desprenderse de las ñoñerías fundamentalistas de principios de milenio, que de no ser tan peligrosas no nos despertarían más que risa.
EN NAHUATL, TEQUIO quiere
decir trabajo, es un elemento de nuestra cultura indígena que transmite
una pauta de conducta. La cita de hoy es a las ocho de la noche.