Bajo la rueda
En 1986, el gobierno cubano creó en las afueras de La Habana el sanatorio Santigao de las Vegas, donde se interna a seropositivos y personas con sida. En este lugar, popularmente conocido como Villa de los Cocos, los aficionados a la literatra crearon el taller literario La Montaña Mágica, que más tarde se abrió a gente externa interesada en el tema el VIH y sus implicaciones íntimas y colectivas. El cuento que reproducimos a continuación es producto de ese taller. Su autor (1965) es médico, dramaturgo y actor.
Juan Carlos Roque Moreno
Una camisa a cuadros, un maletín al
hombro, un par de botas rusas y hasta un pantalón de látex.
Ay no, si desde que te ví, te retraté: Cheo, militar, guajiro
y homofóbico reaccionario. Por eso te disparé a ráfaga
seguida: Llevo dos años antes que tú en este cuarto. Me respetas
y te respeto. No me toques los casettes ni me destiendas la cama. Ah, y
no me llames por la espalda. Sí niño, por la espalda, porque
me erizo. Última noticia... y la más mala: ¡Soy maricón!,
querido, ¿qué te parece? Suerte que la silla estaba recostada
en la puerta, suerte para ti, porque a la pobre por poco la desfondas del
desmayo que te dio.
Te pusiste serio, te temblaba la mandíbula y entonces hablaste por primera vez: me llamo Abel, tengo una niña y no me gusta meterme con nadie. Tampoco soy maricón; sólo estoy enfermo.
Y a seguidas ¡cómo lloraste mi hermano! Yo me avergoncé de lo que había hecho y te traje un vaso de agua con un meprobarmato de los que tengo escondidos. Te viraste contra la pared y poco a poco te dormiste llorando...
No supe qué hacer en ese momento, pero a las pocas semanas ya éramos amigos:
¡Comemierda! eres un inculto. Era Tagore, niño, ¡el poeta!; OK, dejemos la poesía. Está bien, me gusta la idea, pero yo digo la obra y tú el autor.
¿Fiesta? Ernest Hemingway.
¿La Montaña Mágica? Tomas Mann.
¿Bajo la rueda?
¿Bajo la rueda? Tú siempre pierdes, eres un inculto, Abel. Aquí dentro hay que estar para parar a los demás, igual que afuera.
Somos el resumen de una sociedad que delante del muro es igual, pero más amplia y seguimos empeñados en odiarnos como si la enfermedad no fuera la misma para todos.
Te conté montones de mentiras sobre mi vida. Hablé del teatro, los aplausos. Nada de mi infancia, ni de mi adolescencia. Mucho menos sobre aquel tío mío... Y después te obligué a contarme lo tuyo:
Mira Chen, yo leo bastante y eso, y no soy un bruto, pero de ahí a contarle mi vida a otros...
Tienes que hacerlo. Es como si contándome tu vida le dieras un poco más de tiempo a la mía.
Soy de Cienfuegos y desde chiquito siempre me gustó lo militar. La boina que uso es por lo del Ché, sabes. Cuando pasaban un programa sobre él, con la musiquita esa que siempre le ponen, hasta me erizaba y todo... Ná, que cuando terminé el Pre cogí una carrera militar y a los dos años de graduado ya estaba afuera. En Cienfuegos dejé a mi mujer y a una niña. Al año de estar en la misión conocí a Marian. Era radista. Negra como la noche y no hablaba español, pero tenía la misma forma de Acela, mi mujer, de decirlo todo con la mirada... Cuando llegamos a Cuba me hicieron los análisis y sin darme cuenta me encontré acá adentro, sin familia, sin la niña. Coño, lo que más me jode es la niña. Quisiera verla crecer, criarla, Herman, tú no te has puesto a pensar que nunca sabremos cómo pudimos haber sido de viejos. Yo necesito tiempo, mucho más. ¿De qué me sirve todo aquí? ¿De qué nos sirve?
Ay, no, por tu madre charlas políticas aquí dentro no. Tú no te das cuenta que a partir de ese muro no existe el tiempo, que ni siquiera somos seres humanos: ¡Somos una nueva especie! Cometimos el delito de contagiarnos y ahora por edicto de no sé quien carajo, somos hasta clasificables: "Confiable" es la palabrita. O por qué tú crees que salimos más tiempo de pase y hasta solos. Esos son privilegios, Abel, ¡Cuidado! Ser confiable aquí adentro es como ser pincho o burgués. ¡Pertenecemos a la élite! Tú sabes que si no eres confiable, eres mierda y si confiable, mierda también. Mira a Manolito, cada vez que sale se tiempla a dos o tres y hasta se empastilla y todo. Y aquí adentro es un santo. ¡Charlas! Esto es una jaula de oro y con mucha comida, pero jaula. Tú no entiendes que allá afuera está el doble de los que estamos acá. Que son miles los que siguen regando el sida por ahí y no van siquiera a los hospitales para que no los cojan. ¿Cuál es el objetivo? Ya no es sólo de los gays. Esto lo coge cualquiera... Y sin embargo nos quedamos solos, sin familia, sin amigos... Y tú me vienes con charlas, no me jodas coño, lo que hay es que seguir soñando.
Anoche estuve leyendo tus papeles. No iba a dejar que se los llevaran, por eso escondí un montón de cartas escritas a tu familia, pero no enviadas. Sabías que Acela te las iba a devolver como las otras. ¡Y entre tantos papeles un poema! De puño y letra. ¿Era tuyo?, ¡haciéndote el cheo y hasta poesía escribes!
Sobre la ciudad diluvian sentencias de muerte
y afuera la gente ha comenzado a morir como las gacelas tristes tibias.
Cuando la fiebre persistió por cuatro días, me asusté. "Diles que es un catarro o que estoy pintando".
Qué decir sino te sueño.
Presiento tu respiración ¿Habrás muerto? No.
Las estrellas no dicen nada diferente.
Después confesaste, me siento mal, Chen, me duele la cabeza. ¡Qué vaina me está pasando! No, no vayas Chen, si se lo dices me llevan para el IPK y si caigo ahí me muero.
Hay un desierto que se extiende más allá de éstas fronteras donde la vida es común, comúnmente feliz.
Y allí falta el agua donde abundan los peces, y aquí faltas tú y nada abunda.
¿Abel?, pintado. No, dice que no sale hasta que no termine.
¿Abel?, pintado. No, no, dice que no sale hasta que no termine.
¿Abel?, pintado. No, no, dice que no sale hasta que no termine.
Hay murciélagos por todos lados,
creo que la gente ha comenzado a colgarse de los pies desde las manecillas de antiguos relojes.
No sé qué sucede, al caminar encuentro muertos en todas las esquinas.
Era la fiebre del caballo. Me lo dijo por teléfono la secretaria del Director... Yo también la tengo, por haberte cuidado. La muerte debe ser como este cuarto. Oscuridad y silencio. Tengo que salir de él. Uno se cansa de seguir el juego, de ser una pieza más. Cada noche se me hacia más difícil dormir. Siempre terminaba tomándome una de mis pastillas clandestinas para alejar el pensamiento de que también la muerte se parece al sueño. Hoy no, hoy estoy seguro de lo que voy a hacer. Pero antes tengo que contarte una verdad aunque no quede tiempo:
Nunca te lo dije, pero yo era un gran actor --apenas comenzaba
en el ISA cuando me trajeron para el sanatorio. Tampoco era un Gran Maricón.
El arete, la pintura y la cadena eran pura escenografía para hacerme
el chocante y que no te metieras en mi vida. ¡Dios mío, ni
eso era! Ni siquiera me llamo Herman, sino Hermenegildo, así me
puso mi vieja y yo me lo cambié a los 17 y ya tengo 26... y no tengo
nadie que me abrace, yo también necesito alguien que me dé
un beso en la frente. ¿Porqué me fallaste ahora, Abel? Justo
cuando tengo que salir a saludar al público.
Toda esa gente solitaria. Cuentos cubanos sobre
el sida
Ediciones La Palma. Madrid, 1997.