Ť Tashkent, cauteloso y con serias dudas sobre el futuro incierto de Kabul
La apertura del puente Termez, piedra en el zapato de la relación entre EU y Uzbekistán
Ť El próximo dirigente afgano fue consultor de una petrolera con planes en Asia central
JUAN PABLO DUCH ENVIADO
Tashkent, 6 de diciembre. Antes de que Estados Unidos se lo pida por enésima vez, el presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, prometió este jueves que abrirá ''en un futuro cercano'' el puente de Termez, principal obstáculo para que fluya la ayuda humanitaria al vecino país de Afganistán, donde cientos de miles de refugiados la necesitan sin demora del otro lado del río Amudaria.
Este viernes llegará a Tashkent el secretario estadunidense de Estado, Colin Powell, en su primera visita desde que Uzbekistán y Estados Unidos acordaron recientemente en Washington ''consolidar una relación estratégica de largo plazo'', que no se inició el pasado 7 de octubre, cuando se lanzó el ataque contra Afganistán, pero se volvió más importante a partir del amplio apoyo logístico que presta el gobierno de Karimov a esa campaña militar.
La actitud de Uzbekistán, desde el punto de vista de Estados Unidos, es impecable, salvo un detalle que provoca creciente malestar en los funcionarios de la Casa Blanca: la obstinación de Karimov de mantener cerrado el puente de Termez, la vía más directa y eficaz para el transporte de la ayuda humanitaria.
Emisarios estadunidenses de alto nivel no lograron convencer a Karimov en cinco visitas de octubre para acá, dos del titular del Pentágono, Donald Rumsfeld, y tres del jefe del comando central del ejército, Tommy Franks.
Ahora le toca el turno a Powell y aunque la situación es distinta con la región colindante dominada de modo oficial por el general de origen uzbeko Rashid Dostum, el gobierno de Uzbekistán sigue renuente.
Hábil como pocos, Karimov se anticipó este jueves a la petición de abrir el puente que sin duda hará Powell. Aunque lo hizo muy a su manera.
''Estamos preparados para abrir el puente de Termez en un futuro cercano, espero que ustedes apoyen esta decisión'', dijo Karimov a los miembros del Parlamento uzbeko, cuya tribuna utiliza cuando quiere transmitir al exterior cualquier mensaje.
Y agregó: "El puente será abierto, pero planteamos varias condiciones. La primera es que se garantice nuestra seguridad y la ciudad de Termez y las zonas adyacentes queden protegidas ante cualquier sabotaje o situación impredecible. Estoy convencido que el puente debe abrirse no como parte de juegos políticos, sino para restaurar la amistad entre nuestros dos pueblos".
Las razones de la cautela
La cautela de Uzbekistán obedece no sólo al deseo de convertir el puente en pretexto para sacar mayor beneficio de Estados Unidos, si bien Powell ofrecerá más dinero para modernizar el ejército uzbeko y reiterará el compromiso de acudir en defensa de este país centroasiático ante una eventual agresión.
Influyen varios factores. El principal, quizá, es que el gobierno de Karimov mantiene serias dudas sobre el futuro inmediato de Afganistán. La fórmula de compromiso impuesta por la ONU en Alemania para los próximos seis meses, a juicio de los expertos locales, no asegura una transición ordenada y puede desmoronarse en cualquier momento.
Esto genera una reacción dual. Por un lado, para el gobierno de Karimov no podía ser mejor noticia que Estados Unidos haya logrado colocar a Hamid Karzai al frente de la administración provisional, pues aquí se tiene muy presente que este líder pashtún no sólo es dueño de restaurantes en Chicago, San Francisco, Boston y Baltimore, donde vivió los últimos años, hasta que empezó el ataque estadunidense contra Afganistán.
Hay un periodo de su estancia en Estados Unidos que el flamante jefe del gobierno provisional afgano no gusta publicitar demasiado: Karzai fue consultor de Unocal, la petrolera estadunidense que vuelve a acariciar ambiciosos planes de construir ductos para sacar, vía Pakistán, el petróleo y el gas de Asia central, objetivo en que Uzbekistán se apunta en primera línea.
Por otro lado, la conformación desequilibrada de la administración afgana provisional, en la cual la facción tadjika de la Alianza del Norte se adjudicó las principales carteras, en contra de los acuerdos que existían, causó la ira del general Rashid Dostum, el principal aliado de Uzbekistán en el vecino país.
Tashkent teme que Dostum, hombre de carácter imprevisible y violento, acabe por romper con la Alianza e intente expulsar a tiros a los soldados del tadjiko Mohamed Ustad Atá y del hazara Mohammad Mohaquiq, que también se instalaron en Mazar-e-Sharif, el feudo del general uzbeko.
En medio de este incierto panorama, hay dos aspectos más que preocupan al gobierno de Karimov. El primero son los nuevos "aliados" de Dostum, los talibanes del norte que se acogieron a la amnistía que éste les ofreció. Tan sólo en Mazar-e-Sharif siguen con sus soldados Abdul Hayum, Mohammad Hasan y Mohammad Ibrahim, tres connotados comandantes talibanes de origen pashtún, ahora generales del ejército de Dostum.
El segundo motivo de preocupación es que no es claro qué pasó finalmente con los varios miles de combatientes del Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU), que lograron romper el cerco en Kunduz, en el flanco que atacaba el comandante tadjiko Mohamed Daud.
En la reciente masacre de prisioneros de guerra en las afueras de Mazar-e-Sharif, entre los casi 700 que fueron de hecho ejecutados, sólo unos 30 eran militantes del grupo radical islámico que constituye el mayor dolor de cabeza para Karimov. Había en territorio de Afganistán cerca de 6 mil combatientes del MIU y se cree que se replegaron a las montañas cercanas a Tadjikistán.
Karimov ni siquiera cree, como se dice, que haya muerto en combate el líder del MIU, Dzhuma Namangani, que a la vez encabezaba la llamada legión extranjera de los talibán.
"Hay muchos rumores y suposiciones al respecto, pero ninguna confirmación documental o visual. Si me preguntan si creo en ellos, mi respuesta es que no", afirmó hoy Karimov ante los diputados uzbekos.
Con dichas preocupaciones en mente, recibirá Karimov a Colin Powell este viernes. En el mejor estilo de la diplomacia oriental, Karimov ya prometió abrir el puente de Termez, sólo falta concretar qué plazo tenía en cuenta el presidente uzbeko al decir que esto sucederá "en un futuro cercano".