VIERNES Ť 7 Ť DICIEMBRE Ť 2001
José Cueli
Adiós al músico del lenguaje
La poesía del escritor jalisciense Juan José Arreola, por tendencia de escuela y por temperamento, era el paisaje de su natal Zapotlán el Grande y la ofrecía con un fiel poder de evocación de recuerdos en la búsqueda del rasgo que mejor destacara lo que a su mente llegaba acentuando el más leve detalle que con mayor exactitud lo matizara bellamente.
En Juan José pugnaba un subjetivismo inquieto al que se le prestaba siempre esa vibración lírica con la que fue dotado por la naturaleza. Traducía a su quehacer poético y narrativo -en sus escritos y en sus conversaciones- no sólo lo visto, lo escuchado, sino lo que del espíritu emanaba. Así la poesía, sus cuentos y relatos y el teatro con el cual se deleitaba cambiaban en cada lectura acorde al modo en que los sentía.
Su amor a las leyendas y tradiciones, su acendrado romaticismo y su carácter de soñador impenitente lo hacen acreedor al título de poeta por antonomasia. Sintió siempre inmenso amor por lo caballeresco y experimentó gran placer describiendo la osadía en el pensar, el atrevimiento en el bien decir, el arrojo de ser él mismo. Confabulario y La feria son muestra de la pasión que profesaba a los recuerdos, las leyendas de antaño y las tradiciones populares.
La prosa poética leída en voz alta por Arreola encantaba por la belleza con que envolvía, de tal modo, la idea en armonía con la forma convirtiéndose en el gran músico del lenguaje, al cantar sus impresiones en la magia natural del que siente, en su propio espíritu, la música de la naturaleza. El mismo confesaba su amor, desde la infancia, por las sonoridades.
Por otra parte Juan José Arreola, con un reducido pero brillante y entusiasta equipo de trabajo, dio vida a un proyecto cultural novedoso e imaginativo en la Casa del Lago. A pesar del escaso presupuesto, el proyecto vio la luz, iniciándose con un programa de lecturas de poesía coral bajo la dirección de Juan José Gurrola, con la participación de destacados personajes del mundo literario y escénico. Imbuidos todos ellos por el espíritu creador de Arreola y su amor por la palabra, Pilar Pellicer, Enrique Lizalde, Elda Peralta, María Teresa Rivas y Jana Kleimburg protagonizaron numerosas obras literarias que deleitaron a un numeroso público, ávido de rencontrarse con sus autores y sus poetas preferidos. Aún se recuerdan con nostalgia aquellas lecturas y representaciones teatrales.
En relación con el memorable proyecto de Poesía en voz alta, Juan Soriano relata: ''Junto con Octavio Paz, Leonora Carrington, Juan José Arreola y un grupo de jóvenes directores y actores vivimos una experiencia extraordinaria: Poesía en voz alta. Realizamos la hazaña de poner en comunicación al teatro del Siglo de Oro con el teatro del absurdo, entonces novísimo, desconocido por completo en México".
Asimismo, durante la gestión de Arreola al frente de la Casa del Lago se crearon una biblioteca y una hemeroteca, se organizaron partidas de ajedrez, se presentaron exposiciones con acervos nacionales y se efectuaron ciclos de conferencias en los que se estimulaba la discusión y la reflexión entre los autores y los asistentes, en su mayoría jóvenes, ávidos de conocer y ''dialogar" con autores que han dejado huella indeleble en la literatura.
Grande es el legado que Juan José Arreola deja a nuestra cultura. Adiós al último juglar, al músico del lenguaje.