VIERNES Ť 7 Ť DICIEMBRE Ť 2001
Sergio Ramírez*
La casa de los espejos
Mi participación como jurado del concurso convocado este año por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano me dio la oportunidad singular de hacer un recorrido acucioso y deslumbrante por el vasto paisaje de la realidad contemporánea de América Latina, un paisaje que uno se vive repitiendo que es tan vasto y tan adolorido, pero que no logra desentrañar en su insólita variedad sino en ocasiones como ésta, leyendo uno tras otro a los periodistas que lo viven, y lo describen, todos los días.
Fueron más de 300 trabajos los participantes, la mayoría de ellos reportajes, y los miembros del jurado hicimos una selección final de veinte para escoger, por unanimidad, en la reunión final celebrada en Monterrey a comienzos de noviembre, al premiado y los dos finalistas. Hoy, quiero compartir con ustedes algunas de mis impresiones sobre ese viaje de papel por todo el continente, del que, en muchos sentidos, todavía no me repongo. No se los voy a contar todos sino los que mejor recuerdo, ya habrá un libro que prepara la fundación con los veinte que he dicho.
La clase media argentina, por ejemplo, otrora símbolo de prosperidad, se desmorona frente a los propios ojos del lector en el reportaje Historias de la crisis, del chileno Juan Andrés Guzmán, publicado en la revista Paula de Santiago. Un éxodo imparable de familias que desde las provincias llegan a refugiarse a Buenos Aires en casas de beneficencia que los reciben como si se tratara de sobrevivientes de un naufragio; pero ya en la capital hay otras legiones de ingenieros, dentistas, agrónomos que también se han quedado en la calle, una pareja de antiguos profesores universitarios que se gana la vida con un castillo inflable para que salten los niños en las fiestas de cumpleaños, y plomeros, electricistas, técnicos en aparatos de televisión que intercambian servicios con panaderos y costureras en una pequeña feria que celebran los desocupados en un parque cada sábado.
Pero mientras el cono de sombra del derrumbe crece, por extraño sortilegio crece también el cono de luz del consumo exclusivo para quienes cada vez más acumulan la riqueza, se abren nuevas boutiques y restaurantes en casas restauradas de Palermo Chico, y Guzmán nos cuenta que una revista de a 20 dólares el ejemplar, donde el que la compra puede verse en el espejo de aluminio que es la bolsa en que viene envuelta, agotó el tiraje de su número de estreno el primer día, Mundos compartimentados. Y por el reportaje de Andreia Peres, Gente invisible, aparecido en Unica, sabremos que en Sao Paulo la frontera más lejana de la pobreza no está más en las favelas, sino en la misma calle, debajo de los puentes y en los rincones de las veredas, donde la gente desplazada, invisible para muchos, hace su hogar, prueba de que siempre hay un escalón más por el que descender.
Y hablando de extraños sortilegios, Julia María Urrunuga nos cuenta en una serie de reportajes publicados en El Comercio de Lima la forma en que una red de pandilleros políticos al servicio del dúo formado por Fujimori y Montesinos organizó la operación de falsificar dos millones de firmas que serían empleadas para respaldar la inscripción del partido Perú 2000, que necesitaban para sus juegos electorales. Se montaron talleres de falsificación, con centenares de operarios armados de lapiceros de diversos colores, en edificios cercanos de un mismo barrio, que trabajaban en grupos de tres turnos continuos, como en toda buena fábrica. Uno de los operarios, como suele ocurrir, denunció el secreto, pero la virtud de Julia María estuvo en entrar en el laberinto, desentrañar la trama y salir airosa, con fotos y abundantes datos. Periodismo de verdad.
Un río en busca de un país se llama el reportaje de Claudio Cerri aparecido en la revista Globo Rural, periodismo de verdad también, pero que va ahora por la vertiente de un río majestuoso de Brasil, el río San Francisco, que recorre cuatro inmensos estados, para describirnos su agonía, envenenado por los pesticidas y agotado por la deforestación implacable. Reportaje de viaje que entra en la historia de los poblados ribereños, la cultura rural que va quedándose perdida, las viejas fincas ganaderas donde una vez acampó Joao Guimaraes Rosa, cuando buscaba escribir su inolvidable novela Gran Sertón Veredas. Y Candelaria, la cacería continúa, escrito por Ana Beatriz Magno da Silva en Correio Brazilienze, electrizante indagación sobre la vida de los sobrevivientes de la masacre de niños callejeros perpetrada por la policía años atrás en el atrio de la iglesia de la Candelaria del Río Janeiro, para que descubramos que, olvidados de todos, una vez que el escándalo de aquel crimen se disipó, los niños siguieron muriendo, víctimas de la drogadicción, de sida, en refriegas de pandillas, en encuentros con la policía, porque el ambiente en que vivían su infancia perdida no cambió jamás para ellos.
Nuestro Vietnam, de Daniel Rieira, publicado en la revista Rolling Stone, habla de los veteranos de la guerra de las Malvinas, pobres, olvidados, atormentados, convertidos en suicidas, y no olvidaré nunca la imagen del infante de marina que al volver del campo de batalla se pone su uniforme de gala para exhibirse por Buenos Aires, creyendo que será admirado por todos, y que aun el taxista no va a cobrarle la carrera cuando baje en la estación de Belgrano, todo para su fatal desengaño. Y El traficante de armas, de Daniel Santoro, publicado en Gatopardo, que descubre la trama de las ventas ilegales de armas de guerra que hizo Carlos Menem a Bosnia a través de su cuñado, todo un negocio familiar de jugosos réditos por debajo de la mesa, mientras Argentina formaba parte de la fuerza de paz de las Naciones Unidas en los Balcanes.
De todo verá uno en este paisaje. La historia de otro río, el Magdalena, que se vuelve un río de sangre porque se ha convertido en teatro de guerra, y la historia de los comensales secuestrados por un grupo guerrillero en un restaurante caminero, su martirio y su muerte que están en Viaje al centro de Colombia, de Alvaro Sierra, y en Viaje al infierno, de Armando Neira, ambos en la revista Semana, una guerra sin fin en la que se entreveran la repartición de territorios, el tráfico de drogas, la impunidad de los feroces paramilitares, y la pérdida de santidad de los jefes guerrilleros que hace tiempo dejaron de ser héroes.
Un recorrido por la casa de los espejos. América Latina copia aquí su imagen en cada uno de sus aposentos, el tráfico de la corrupción, los delitos electorales, la destrucción del medio ambiente, el drama de los emigrantes clandestinos, la crisis que crea nuevas capas de pobreza, el poder del narcotráfico, las guerras que aún quedan. Y los mismos espejos multiplican también, pese a todo, la esperanza. Ya el hecho de no vallarse, y que el periodismo sirva para desafiar la realidad, y contarla como es, sin miedo, es ya una esperanza.
* Escritor nicaragüense
www.sergioramirez.org.ni