Lunes en la Ciencia, 17 de diciembre del 2001
Peter Burke en México La nueva historia desde abajo Alberto Betancourt Posada Son la 11 de la mañana. El auditorio del Instituto Mora está repleto. Hace unos instantes la investigadora Cristina Sacristán concluyó la presentación de Peter Burke, uno de los más importantes renovadores de la historiografía en el siglo XX. El autor de Las notas para una historia social del silencio en la Europa moderna temprana está a punto de tomar la palabra. En el conocido capítulo de su libro Hablar y callar, el profesor de la Universidad de Cambridge estudia los diversos significados que una comunidad puede asignarle al silencio: respeto, indiferencia, sacralidad, duelo o conspiración. El silencio expresa cosas diferentes en la biblioteca, en el convento o en el tribunal. Su significado es distinto cuando lo guardan las mujeres frente a los hombres o los siervos frente a sus señores. El lunes 10 de diciembre, Burke se encuentra en el país donde el silencio de los zapatistas constituye una arma y un misterio. Segundos antes de iniciar su intervención, lo envuelve el silencio de un público dispuesto a la recepción creativa. La recreación del pasado es una actividad plagada de conflictos. Cada clase social, género o nación tiene diferentes intereses, deseos y conocimientos sobre el pasado y consecuentemente aspira a iluminar diferentes aspectos de la historia. Por ejemplo, afirmó Burke, diversos historiadores han mostrado los conflictos suscitados en la tercera república francesa sobre la fecha en que debía conmemorarse la revolución. Fue después de una larga disputa y de confrontar diversas alternativas que se optó por celebrar el 14 de julio y la toma de la Bastilla. Nuestra visión sobre el pasado cambia continuamente. "A finales de los sesenta, [declaró Burke] cuando llegué a la Universidad Cambridge, reinaba la historia política, la historia económica tenía su lugar, pero la historia cultural era vista como algo exótico". A diferencia de aquellos años, en nuestros días, la historia cultural cuenta con una gran variedad de campos fértiles y consolidados sobre: la alimentación, el vestido, el cuerpo y la sexualidad, abundó Burke durante un seminario posterior a su conferencia. La nueva historia ha desplazado su atención de las elites a la cultura popular, de la historia política a la historia de la vida cotidiana, de lo espiritual a lo material, de la economía a la cultura, de lo dado a lo construido socialmente, y de lo homogéneo (por ejemplo las historias nacionales) a lo heterogéneo (la nación como entretejido de clases y regiones). "En la última generación el universo estudiado por los historiadores se ha expandido a un ritmo vertiginoso", afirma Burke en su libro Formas de hacer historia. Los historiadores han pasado de hacer historia "desde arriba" (centrada en las personalidades) a hacer historia "desde abajo" (sobre gente común). En los últimos 30 años han proliferado las historias sobre asuntos antes considerados irrelevantes: la niñez, la muerte, la locura, el clima, los gustos, la limpieza, la lectura, el habla y hasta el silencio". En conversación con Joaquín Barrientos, editor de la revista Transverso (publicación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM) y el autor de esta nota, Peter Burke afirmó: "Los historiadores deben desarrollar un estilo narrativo que les permita dar la palabra a muchos actores sociales. Un estilo que permita describir y explicar las diferencias de opinión existentes en un determinado periodo histórico. Esta necesidad se agudiza cuando se relata un conflicto. Si un historiador estudia la guerra civil española debe reconstruir el punto de vista de franquistas y republicanos. ƑCómo podría explicarse lo ocurrido sin reconstruir los choques de opiniones de los que emerge la historia?" A pregunta expresa sobre la importancia de la narración para el conocimiento histórico, Burke declaró: "en cualquier cultura o grupo social, la narrativa es la forma principal en que la gente organiza y expresa su experiencia. La narración estiliza las descripciones y explicaciones. Si le preguntamos a alguien sobre algún evento de su vida y 20 años después volvemos a interrogarlo sobre el mismo episodio, seguramente hallaremos muchas diferencias entre ambas narraciones. Estas discrepancias son muy reveladoras respecto al individuo y su cultura". Por eso, remató, "sería fascinante profundizar en lo que podríamos llamar la cultura narrativa", la forma en que una cultura convierte en narraciones su experiencia. El autor es historiador y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde coordina el seminario de Historia y Semiótica |