Marco Rascón

El gabinete de segundo piso

En ese contexto, tan injusto ha sido pedir a los gobiernos cumplimiento de promesas sexenales en un año, como afirmar campiranamente que las promesas ya se lograron. En el caso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador su vehemencia hace pensar que si ya se cumplió a los pobres en un año, ahora siguen los ricos por los cinco restantes, y lo reafirma al anunciar desde una cabina de radio en espacio pagado de Radio Red, la construcción de un segundo piso al Periférico, obra faraónica propuesta y archivada desde tiempos de Manuel Camacho, Manuel Aguilera y Oscar Espinosa. Paralelamente y como dato adjunto, se anunció por separado la monumental obra del Atrio de América en la Basílica que financiará el Gobierno del DF y como regalo adicional a los 500 millones donados por el jefe de Gobierno a Norberto Rivera para la Catedral.

Estos anuncios -golpes audaces, gran zanahoria para que los diputados locales y federales de PAN, PRI y PRD aprueben presupuesto y mayor endeudamiento para subsidiar contratistas tras 12 meses de subejercicio- no podrán ocultar que los ahorros de la austeridad republicana no serán en el futuro para los pobres y los ancianos, sino para el tejido de las alianzas que pacta López Obrador. Con ello no renace un espíritu social del gobierno, sino una mezcla compuesta por el autoritarismo de Uruchurtu y el económico de Carlos Hank.

Sin mediar consulta, no sólo de la ciudadanía, sino de su gabinete y el partido de la ilusión democrática que lo postuló, el jefe de Gobierno, convertido en regente de las oligarquías, anunció esta obra sexenal en contradicción con su adhesión a la Carta de Río de 1995, que se pronunció por el desarrollo urbano sustentable y que en uno de sus primeros puntos fue comprometerse a pugnar por privilegiar el transporte público sobre el privado, en la idea de revertir los vicios en las megalópolis regidas por el gran capital trasnacional.

Un día antes en el Zócalo, López Obrador había defendido las formas de consulta en sus decisiones como un principio fundamental de gobierno, advirtiendo que hay quienes desean que sólo se cumpla con las minorías y "prefieren cocinar los asuntos con sigilo y mediante el regateo entre elites políticas burocráticas". No obstante, 24 horas después, por el sigilo y la forma secreta de cocinar esta decisión, el jefe de Gobierno quiso asegurarse de que no habría críticas y resistencias en su partido ni en su equipo, pese a las implicaciones contaminantes, destrucción de viviendas y negocios turbios que generará la ocurrencia de David Serur. Por ello, para este caso, no habría consulta, pues podría pensarse que esta obra es demasiado seria como para dejarse en manos de los ciudadanos.

En los días subsiguientes anunció al nuevo secretario de obras real, el empresario inmobiliario David Serur, en lo que ya es el gabinete de segundo piso que López Obrador lleva a cabo, como reflejo natural de sus alianzas personales, y que integran: Carlos Slim, como secretario de fomento económico; Juan Sánchez Navarro, jefe de asesores; Martha Stuck, comunicación social; René Bejarano, secretario de gobierno; Norberto Rivera, en desarrollo social y religioso, y María de los Angeles Moreno, coordinadora de la fracción de diputados locales de López Obrador en la Asamblea Legislativa, en sustitución de Quintero.

Pese a su odio al bando dos antes de su nombramiento como encargado del proyecto y la obra, Serur entendió que tanto el bando dos, el atrio de la Basílica y el segundo piso al Periférico, se complementan como una misma visión de intereses políticos y económicos en favor del contratismo, de la industria automotriz contaminante y la derecha.

Sólo alguien comprometido con ellos no podría darse cuenta, sin mayores datos, que uno de los problemas centrales de la ciudad no es un segundo piso al Periférico, sino los miles de autos a vuelta de rueda en los periféricos y circuitos interiores con una persona a bordo en promedio, gastando miles de litros de combustible y desperdiciando cientos de miles de horas-hombre, que ni todas las manifestaciones ciudadanas causaron en diez años de lucha social, mientras en el Metro, trolebuses y destartalados camiones y micros, se traslada insegura, hacinada y torturada, la fuerza laboral mayoritaria de la ciudad con jornadas inhumanas que rebasan las 12 horas por estancamiento del transporte público.

Hank González, como regente y concesionario de la Mercedes Benz, supo hacer compatible el gobierno con los negocios propios y los de la industria automotriz. López Obrador retoma esa raíz y distribuye a su antojo la ciudad a los ricos, aunque en adelante, para demostrar lo contrario, él se traslade a pie o en bicicleta para ocultar así sus convicciones y nuevas alianzas integrando un gabinete empresarial, ilegal y de facto.

Toda resistencia de la ciudad contra esta obra incoherente y autoritaria, será justificable como una lucha por el desarrollo sustentable, pues no es una obra a favor de los habitantes del DF sino una idea, donde es más grande la ambición que el talento.

Ford, GM, Toyota, Honda, Marcedes Benz, VW, Nissan, Renault, están de plácemes, Hank ha regresado.

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