Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 18 de diciembre de 2001
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Sociedad y Justicia
030n1soc Ť Expertos: los maestros no recibieron capacitación para aplicar un modelo complejo

A medias, la reforma educativa en civismo y derechos humanos

Ť El proyecto tuvo el propósito de enseñar un discurso oficialista y limitado, asegura Bertussi

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

El regreso de la educación cívica a la primaria y la inclusión de la enseñanza de los derechos humanos fueron dos innovaciones de la reforma educativa salinista que, a ocho años de su vigencia, quedaron "a medias".

Los especialistas aseguran que en el aula predomina la antigua idea de que el civismo sirve sólo para aprender leyes y "buenas costumbres", y existe un divorcio entre las prácticas autoritarias de la escuela y la intención de formar niños democráticos y defensores de sus derechos.

Aun así, expertos en el tema advierten que hay avances que no justifican, como lo proponen grupos conservadores, incorporar la moral religiosa con el pretexto de enseñar valores. Por el contrario, coinciden en que falta dar el "gran salto", como ya se está intentando en secundaria, para que el civismo se complemente con la ética, abandone su enfoque "legalista" y sirva para enseñar conceptos emergentes en la sociedad mexicana, como el respeto a la identidad cultural y la promoción de los derechos humanos.

Actualmente el civismo es una materia casi ausente de la primaria. A partir de tercer grado los niños le dedican apenas una hora a la semana, mientras a otras le destinan hasta nueve. O sea que cuando se cumple al pie de la letra el calendario escolar, la materia representa apenas 40 horas de estudio al año.

Como hasta ahora los esfuerzos de evaluación se han centrado en materias básicas como español y matemáticas, se desconoce qué tánto aprenden los alumnos de primaria en sus clases de civismo La pregunta aquí es ¿cómo saber si la escuela está ayudando a formar verdaderos ciudadanos?

Silvia Conde, autora de libros de texto y quien representó a la Comisión Nacional de Derechos Humanos en el grupo que en 1993 elaboró el programa de educación cívica para primaria, la responde: "el civismo está frito porque no tiene libro de texto ni cursos de actualización para los maestros ni es una materia con valor en el currículum, por tanto no pasaba nada si en el aula se omite esta asignatura".

Los tiempos de Torres Bodet

estudiantes_tamez_b1jEn México la enseñanza del civismo ha pasado por muchas vicisitudes. Hace cuatro décadas, en tiempos de la reforma educativa de Jaime Torres Bodet, los maestros de primaria se valían de esta asignatura para enseñar normas de urbanidad y fomentar la disciplina escolar.

Como no había libros de texto gratuitos dedicados especialmente al civismo, los profesores se auxiliaban de manuales de buenas costumbres y de materiales hechos ex profeso para enseñar urbanidad.

"A lo largo del siglo pasado el civismo tuvo muchos nombres: Educación para el amor, Educación para el ciudadano, Conocimiento de las leyes... La preocupación central era que el civismo sirviera para reprimir los impulsos de la persona en bien de la civilidad", explica Conde.

Sin embargo, el civismo estaba desdibujado como asignatura formal. Ante las presiones de grupos conservadores, como la Unión Nacional de Padres de Familia, que pugnaban por la inclusión de una materia de religión en las escuelas públicas para que los niños aprendieran valores, el gobierno optó por darle un bajo perfil a esta asignatura.

A principios de los años 70 el gobierno de Luis Echeverría hizo una reforma educativa radical. Desapareció las asignaturas y creó cuatro áreas del conocimiento: matemáticas, español, ciencias naturales y ciencias sociales. En esos cambios, el civismo fue sacrificado y desapareció del programa de estudios.

Pero la escuela no lo resintió. Durante 20 años las clases de civismo fueron sustituidas por los rituales de la escuela. Los honores a la bandera, las festividades cívicas, la férrea disciplina escolar y la enseñanza de "buenos hábitos" eran apenas complementadas con materiales de cajón como la Constitución Política.

Hasta ese momento el civismo se reducía a que los estudiantes recitaran de memoria artículos constitucionales y aprendieran "buenas costumbres". Llevar el uniforme limpio, acudir a la escuela con puntualidad o guardar silencio en clase eran las reglas de oro.

Mientras tanto, en España y Francia teorías pedagógicas progresistas en torno a la enseñanza cívica comenzaron a imponerse, por lo que desde los años 70 estos países incorporaron en sus planes educativos de primaria temas novedosos como ética y enseñanza de los derechos humanos.

En México a principios de los años 90 los diagnósticos del gobierno salinista ponían en duda que la escuela ayudara a los alumnos a "tener aprecio y pusieran en práctica valores en la vida personal y la convivencia social".

Fue la antesala de la reforma educativa de 1993, que reintegró la asignatura de civismo en las primarias e incorporó la enseñanza de temas como los derechos humanos. Esta iniciativa no fue casual. Empeñado en que México se subiera al carro de la modernidad, el salinismo tuvo que hacer algunas concesiones para conseguir la simpatía internacional en tiempos en los que se negociaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Las quejas a causa de las violaciones a los derechos humanos provocaban fuertes presiones en México y en el extranjero. Así, en 1990 el gobierno creó la CNDH y, tres años después, este tema se incluyó en los libros de texto gratuito.

Sin embargo, el tema de los derechos humanos entró de "manera tibia" al programa de estudios, afirma Silvia Conde. La materia de civismo se organizó en cuatro ejes: la enseñanza de los derechos y garantías de los mexicanos; las responsabilidades cívicas de los niños; los principios de la convivencia social, y la forma de organización política del país.

"Por primera vez había un esfuerzo serio para incluir en todos los grados contenidos de derechos humanos, sin embargo se cometieron muchos errores. Ganó el sentido común magisterial y las presiones de algunos sectores de padres de familia que lo primero que querían era formar sujetos disciplinados y después enseñarles sus derechos", explica.

La investigadora Guadalupe Teresina Bertussi, de la Universidad Pedagógica Nacional, explica las fallas: "la reforma tuvo el propósito de enseñar un discurso oficialista y limitado de los derechos humanos. Por ejemplo, en el libro de texto aparecen las obligaciones del estudiante, pero no los deberes que tiene el Estado para garantizar los derechos de los estudiantes".

Hay "grandes huecos", insiste por su parte Conde. El tema de la democracia aparece poco, y el de la identidad nacional recupera aquella vieja idea de que todos somos mexicanos, que hay unos pocos indígenas y que no existen diferencias. "En los libros de texto no hay manera de enseñar el respeto a esas diferencias", dice.

Los libros de texto omiten información básica sobre el tema. Hay pocas referencias a las instancias internacionales que vigilan la actuación del Estado mexicano y a las que el ciudadano puede recurrir para pedir protección. Además, el estudiante aprende que sus derechos son fundamentalmente políticos, sin considerar que también tiene derechos económicos, sociales y culturales.

Para esta materia no se creó libro de texto, con la intención de que sus contenidos se revisaran en todas las asignaturas y de que el civismo se aprendiera más con las vivencias que con teorías; sin embargo, Bertussi y Conde coinciden en que este propósito fracasó porque los maestros no recibieron suficiente capacitación para aplicar en las aulas un modelo que es muy complejo.

"En educación cívica el problema es grave, porque como no es una materia prioritaria no hay cursos de actualización; entonces se convierte en una materia muerta. Los maestros siguen dando clases a la antigüita y piden a sus alumnos recitar leyes, conceptos, aprender el funcionamiento de una institución, privilegiar los contenidos de identidad nacional y cantar el Himno Nacional", señala Bertussi.

Frente a esa realidad, la disciplina escolar ayuda poco a enseñar a los niños valores como el respeto, la tolerancia y la democracia. Los alumnos aprenden una doble moral; en sus libros de texto saben que tienen derechos, pero en el salón se encuentran con un contexto autoritario, represor y violatorio de sus derechos humanos. Conde lo explica así: "el alumno pone en su examen que la democracia consiste en la participación de todos y en la expresión de sus ideas; sin embargo, en la escuela tiene que quedarse callado para que el profesor no tome represalias, o sabe que su maestro está siendo sobajado por el director o por el inspector escolar".

Así, este fue un primer paso que permitió avances importantes. La primaria le abrió las puertas a los derechos humanos, y desde hace dos años en secundaria el civismo se sustituyó por la materia de formación cívica y ética, que incluye contenidos novedosos. Lo importante, dice Bertussi, es no quedarnos a medio camino, sino avanzar para que los niños y los propios maestros adquieran la conciencia de que tienen derechos y que deben defenderlos.

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