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Ť Expertos: los maestros no recibieron capacitación
para aplicar un modelo complejo
A medias, la reforma educativa en civismo y derechos
humanos
Ť El proyecto tuvo el propósito de enseñar
un discurso oficialista y limitado, asegura Bertussi
CLAUDIA HERRERA BELTRAN
El regreso de la educación cívica a la primaria
y la inclusión de la enseñanza de los derechos humanos fueron
dos innovaciones de la reforma educativa salinista que, a ocho años
de su vigencia, quedaron "a medias".
Los especialistas aseguran que en el aula predomina la
antigua idea de que el civismo sirve sólo para aprender leyes y
"buenas costumbres", y existe un divorcio entre las prácticas autoritarias
de la escuela y la intención de formar niños democráticos
y defensores de sus derechos.
Aun así, expertos en el tema advierten que hay
avances que no justifican, como lo proponen grupos conservadores, incorporar
la moral religiosa con el pretexto de enseñar valores. Por el contrario,
coinciden en que falta dar el "gran salto", como ya se está intentando
en secundaria, para que el civismo se complemente con la ética,
abandone su enfoque "legalista" y sirva para enseñar conceptos emergentes
en la sociedad mexicana, como el respeto a la identidad cultural y la promoción
de los derechos humanos.
Actualmente el civismo es una materia casi ausente de
la primaria. A partir de tercer grado los niños le dedican apenas
una hora a la semana, mientras a otras le destinan hasta nueve. O sea que
cuando se cumple al pie de la letra el calendario escolar, la materia representa
apenas 40 horas de estudio al año.
Como hasta ahora los esfuerzos de evaluación se
han centrado en materias básicas como español y matemáticas,
se desconoce qué tánto aprenden los alumnos de primaria en
sus clases de civismo La pregunta aquí es ¿cómo saber
si la escuela está ayudando a formar verdaderos ciudadanos?
Silvia Conde, autora de libros de texto y quien representó
a la Comisión Nacional de Derechos Humanos en el grupo que en 1993
elaboró el programa de educación cívica para primaria,
la responde: "el civismo está frito porque no tiene libro de texto
ni cursos de actualización para los maestros ni es una materia con
valor en el currículum, por tanto no pasaba nada si en el aula se
omite esta asignatura".
Los tiempos de Torres Bodet
En
México la enseñanza del civismo ha pasado por muchas vicisitudes.
Hace cuatro décadas, en tiempos de la reforma educativa de Jaime
Torres Bodet, los maestros de primaria se valían de esta asignatura
para enseñar normas de urbanidad y fomentar la disciplina escolar.
Como no había libros de texto gratuitos dedicados
especialmente al civismo, los profesores se auxiliaban de manuales de buenas
costumbres y de materiales hechos ex profeso para enseñar
urbanidad.
"A lo largo del siglo pasado el civismo tuvo muchos nombres:
Educación para el amor, Educación para el ciudadano,
Conocimiento de las leyes... La preocupación central era
que el civismo sirviera para reprimir los impulsos de la persona en bien
de la civilidad", explica Conde.
Sin embargo, el civismo estaba desdibujado como asignatura
formal. Ante las presiones de grupos conservadores, como la Unión
Nacional de Padres de Familia, que pugnaban por la inclusión de
una materia de religión en las escuelas públicas para que
los niños aprendieran valores, el gobierno optó por darle
un bajo perfil a esta asignatura.
A principios de los años 70 el gobierno de Luis
Echeverría hizo una reforma educativa radical. Desapareció
las asignaturas y creó cuatro áreas del conocimiento: matemáticas,
español, ciencias naturales y ciencias sociales. En esos cambios,
el civismo fue sacrificado y desapareció del programa de estudios.
Pero la escuela no lo resintió. Durante 20 años
las clases de civismo fueron sustituidas por los rituales de la escuela.
Los honores a la bandera, las festividades cívicas, la férrea
disciplina escolar y la enseñanza de "buenos hábitos" eran
apenas complementadas con materiales de cajón como la Constitución
Política.
Hasta ese momento el civismo se reducía a que los
estudiantes recitaran de memoria artículos constitucionales y aprendieran
"buenas costumbres". Llevar el uniforme limpio, acudir a la escuela con
puntualidad o guardar silencio en clase eran las reglas de oro.
Mientras tanto, en España y Francia teorías
pedagógicas progresistas en torno a la enseñanza cívica
comenzaron a imponerse, por lo que desde los años 70 estos países
incorporaron en sus planes educativos de primaria temas novedosos como
ética y enseñanza de los derechos humanos.
En México a principios de los años 90 los
diagnósticos del gobierno salinista ponían en duda que la
escuela ayudara a los alumnos a "tener aprecio y pusieran en práctica
valores en la vida personal y la convivencia social".
Fue la antesala de la reforma educativa de 1993, que reintegró
la asignatura de civismo en las primarias e incorporó la enseñanza
de temas como los derechos humanos. Esta iniciativa no fue casual. Empeñado
en que México se subiera al carro de la modernidad, el salinismo
tuvo que hacer algunas concesiones para conseguir la simpatía internacional
en tiempos en los que se negociaba el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte.
Las quejas a causa de las violaciones a los derechos humanos
provocaban fuertes presiones en México y en el extranjero. Así,
en 1990 el gobierno creó la CNDH y, tres años después,
este tema se incluyó en los libros de texto gratuito.
Sin embargo, el tema de los derechos humanos entró
de "manera tibia" al programa de estudios, afirma Silvia Conde. La materia
de civismo se organizó en cuatro ejes: la enseñanza de los
derechos y garantías de los mexicanos; las responsabilidades cívicas
de los niños; los principios de la convivencia social, y la forma
de organización política del país.
"Por primera vez había un esfuerzo serio para incluir
en todos los grados contenidos de derechos humanos, sin embargo se cometieron
muchos errores. Ganó el sentido común magisterial y las presiones
de algunos sectores de padres de familia que lo primero que querían
era formar sujetos disciplinados y después enseñarles sus
derechos", explica.
La investigadora Guadalupe Teresina Bertussi, de la Universidad
Pedagógica Nacional, explica las fallas: "la reforma tuvo el propósito
de enseñar un discurso oficialista y limitado de los derechos humanos.
Por ejemplo, en el libro de texto aparecen las obligaciones del estudiante,
pero no los deberes que tiene el Estado para garantizar los derechos de
los estudiantes".
Hay "grandes huecos", insiste por su parte Conde. El tema
de la democracia aparece poco, y el de la identidad nacional recupera aquella
vieja idea de que todos somos mexicanos, que hay unos pocos indígenas
y que no existen diferencias. "En los libros de texto no hay manera de
enseñar el respeto a esas diferencias", dice.
Los libros de texto omiten información básica
sobre el tema. Hay pocas referencias a las instancias internacionales que
vigilan la actuación del Estado mexicano y a las que el ciudadano
puede recurrir para pedir protección. Además, el estudiante
aprende que sus derechos son fundamentalmente políticos, sin considerar
que también tiene derechos económicos, sociales y culturales.
Para esta materia no se creó libro de texto, con
la intención de que sus contenidos se revisaran en todas las asignaturas
y de que el civismo se aprendiera más con las vivencias que con
teorías; sin embargo, Bertussi y Conde coinciden en que este propósito
fracasó porque los maestros no recibieron suficiente capacitación
para aplicar en las aulas un modelo que es muy complejo.
"En educación cívica el problema es grave,
porque como no es una materia prioritaria no hay cursos de actualización;
entonces se convierte en una materia muerta. Los maestros siguen dando
clases a la antigüita y piden a sus alumnos recitar leyes, conceptos,
aprender el funcionamiento de una institución, privilegiar los contenidos
de identidad nacional y cantar el Himno Nacional", señala Bertussi.
Frente a esa realidad, la disciplina escolar ayuda poco
a enseñar a los niños valores como el respeto, la tolerancia
y la democracia. Los alumnos aprenden una doble moral; en sus libros de
texto saben que tienen derechos, pero en el salón se encuentran
con un contexto autoritario, represor y violatorio de sus derechos humanos.
Conde lo explica así: "el alumno pone en su examen que la democracia
consiste en la participación de todos y en la expresión de
sus ideas; sin embargo, en la escuela tiene que quedarse callado para que
el profesor no tome represalias, o sabe que su maestro está siendo
sobajado por el director o por el inspector escolar".
Así, este fue un primer paso que permitió
avances importantes. La primaria le abrió las puertas a los derechos
humanos, y desde hace dos años en secundaria el civismo se sustituyó
por la materia de formación cívica y ética, que incluye
contenidos novedosos. Lo importante, dice Bertussi, es no quedarnos a medio
camino, sino avanzar para que los niños y los propios maestros adquieran
la conciencia de que tienen derechos y que deben defenderlos.
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