Taller en movimiento

Así se titula una exposición que tendrá vigencia breve (sólo esta semana) visitable en el taller de Alberto Castro Leñero, ubicado en Independencia 73, calle paralela a San Fernando, en Tlalpan. Vale la pena ir, sobre todo si no se conoce el taller, que es modelo en su género. Yo imagino que Jackson Pollok se hubiera sentido de maravilla en ese recinto, de proporciones tan generosas y de arquitectura llamémosle meramente estructural y funcional, con uno que otro guiño casero que compensa su severidad.

Fue buena idea montar allí una exposición que está integrada por obras del propietario del recinto, de su hermano José Castro, Teresa Zimbrón, Carlos Villanueva y Santiago Borja. Este último parece discípulo de Alberto y no sé si en realidad lo sea o simplemente ofrezca con él ciertas convergencias. Me llamó la atención -en primer término- la variedad de formatos que los artistas ofrecen, así como algunas referencias a la situación que se ha dado en todas las conciencias a partir del pasado 11 de septiembre.

Teresa Zimbrón la asume como tema iconográfico en sus pequeños óleos en los que campea su intuición, sumada a un dejo de ironía. El hecho de que se haya manifestado de ese modo, fuerza es decirlo, no conspira contra el acabado casi minucioso de sus pequeños óleos que a veces cuentan historias, ejemplo claro de lo que se denominaría ''narrativa visual''. Considero que la pintora se encuentra en una de sus mejores etapas: a su madurez suma un modo especial, provisto de sentido del humor, de contar sus historias. Ha abolido por completo todo parentesco con los modos de hacer de su cónyuge y se le ve cada vez más dueña de su oficio.

Alberto ofrece varias obras de formato pequeño junto a otras que ya nos eran conocidas. Lo prefiero cuando asume plenamente la figura o bien cuando la elude de manera total a través de un estallido; en cambio, no tanto cuando se muestra ''in between'' de ambas opciones, tampoco me entusiasman demasiado sus texturas pesadas, pero su manejo de elementos extrapictóricos resulta siempre adecuado. No sólo Santiago Borja se le relaciona, también Carlos Villanueva le está de algún modo cerca y sus cuadros de formato grande puede ser que para algunos se conviertan en favoritos de la exposición.

Hay varias esculturas, la mayoría de Santiago Borja, en pequeño formato más una pieza también volumétrica realizada en piel, cuya disimulada organicidad me recuerda usos que se dieron mucho en los años sesenta, cosa también patente en sus pinturas. No encuentro que eso sea un defecto, pues la historia del arte está hecha de continuas y reiteradas tomas y retomas, pero todavía no me hago una idea clara de las propuestas de este artista.

José Castro Leñero presenta las premisas de su más reciente etapa, que acarrea consigo buena dosis de investigación basada en imágenes computarizadas y llevadas a la pintura. Algunos de sus cuadros son como un test: por ejemplo el dedicado a Vermeer o el que trae consigo a El Greco. La identificación de los modelos, traspasados a la tela en cuanto a sus estructuras básicas y al mismo tiempo ''saboteados'' no cae dentro del campo de las glosas, la intención parece consistir en la alusión simultánea a varios canales perceptivos. José creó la invitación para esta muestra y logró con su diseño lo que la expresión ''taller en movimiento'' implica.

Este modo de autopromoción es inteligente y necesario, ocurre en varios ámbitos y ofrece versiones atípicas de lo que entendemos por ''exposición''. Es tanto más pertinente cuanto que en materia de arte contemporáneo se ha creado una especie de vacío o de enrarecimiento que ataca a algunos de los principales museos. Al parecer, quizá de manera inconsciente, los artistas buscan otras vías para conectarse con sus posibles espectadores, cosa que ha demostrado con creces el maestro Gilberto Aceves Navarro.

Respecto de la exhibición, tengo para mí que si los cuatro hermanos Castro Leñero hubieran exhibido juntos -como antaño acostumbraban hacerlo- la muestra hubiera tenido más público, porque la convergencia hubiera suscitado la curiosidad y hasta el morbo de tirios y troyanos por igual.