Carlos Marichal

Krueger y Bush contra Argentina

Desde la devaluación mexicana de diciembre de 1994 se han sucedido varios y tremendos cataclismos financieros en el Tercer Mundo, que se han venido a denominar crisis de los mercados emergentes. Hoy una nueva catástrofe está arrasando con la economía y la sociedad argentina. Pero en contraste con las crisis de deuda y banca en México, Tailandia, Corea, Indonesia, Rusia y Turquía que estallaron entre 1995 y 2000, y que fueron parcialmente resueltas con grandes rescates orquestados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por el gobierno de Estados Unidos, la debacle argentina actual no parece que contará con una solución similar.

ƑPor qué no ha deseado el FMI realizar el rescate de Argentina? Una primera respuesta es simple aunque cierta. Las autoridades del FMI, encabezadas ideológicamente por la economista de Stanford Anne Krueger, han resuelto limitar los rescates de gobiernos en bancarrota del Tercer Mundo. La reticencia en entregar un tramo de préstamo de mil millones de dólares antes de Navidad para ayudar a cubrir el servicio de la deuda externa del país sudamericano es indicativa de esta estrategia. Los altos mandos del FMI consideran que la administración de Fernando de la Rúa no merece más apoyos, y sostienen que su quiebra se convertiría así en caso demostrativo para los inversores internacionales de los peligros de prestar a países menos desarrollados que enfrentan problemas fiscales o económicos.

Sin embargo, debe subrayarse que esta política no se aplica de manera homogénea. Recientemente, el FMI ha resuelto seguir apoyando a Turquía, que sigue sufriendo grandes déficits y una alta inflación y que está a punto de convertirse en el mayor deudor de la institución, con cerca de 40 mil millones de dólares en adelantos suministrados en los últimos años. ƑPor qué se apoya a Turquía y no a Argentina? La razón es clara. Turquía es una pieza militar y política clave en el Medio Oriente en un momento de gravísimos conflictos y guerra en la región. Las bases estadunidenses (ahora de la OTAN) en Turquía aseguran que el flujo financiero siga llegando a Ankara.

En cambio, Argentina no tiene importancia militar estratégica para la administración de George Bush. Por ello el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O'Neill, apoya la política esbozada por Krueger, empeñada en castigar al gobierno sudamericano por no contar con un déficit cero en las finanzas públicas. Y eso a pesar de que el ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo, realizó las más extraordinarias piruetas financieras para evitar la devaluación y el derrumbe definitivo. En la práctica, las autoridades argentinas han seguido las instrucciones del FMI al pie de la letra, exprimiendo a la población para sacar cada vez más impuestos, lo que ha provocado protestas masivas en años, meses y días recientes.

El problema de fondo, sin embargo, es otro. El hundimiento de Argentina no serviría solamente como una especie de lección del poder del FMI sino que, además, asegura el hundimiento del Mercosur. Ello debilitaría de forma notable la capacidad de Brasil para negociar frente a Estados Unidos con respecto a su propuesta Area de Libre Comercio de las Américas. Puede recordarse que esta iniciativa fue lanzada originalmente por Bush, el padre, cuando era presidente, a fines del decenio de 1980. Sin embargo, esta política estadunidense aún no ha prosperado, en parte importante por la existencia del Mercado Común Sudamericano.

Al parecer, es necesario volver a hacer hincapié en que las finanzas y la política están estrechamente entrelazadas. El quid de la crisis argentina se deriva de la acumulación de una enorme deuda, la cual no puede desvincularse de la historia política en su dimensión nacional e internacional. Una parte importante de la deuda argentina se originó con los préstamos contratados por la dictadura militar entre 1976 y 1983 con la banca internacional para compra de equipo bélico. Otra gruesa porción se derivó de las políticas de privatización impulsadas por la administración nada pulcra de Carlos Menem a principios de los años de 1990. En ese entonces Domingo Cavallo contaba con el aval del gobierno de Estados Unidos para vender empresas públicas a precios de subasta y cargar al gobierno con las deudas. Para completar este triste panorama, en los últimos años se contrató un préstamo tras otro para cubrir el abultado servicio de la deuda pública, pero siempre con el conocimiento del FMI, que como sabemos es un supervisor vigilante de las finanzas nacionales e internacionales.

El desenlace temible de la muy anunciada crisis financiera de Argentina no tenía que haber sido el derrumbe total. Así lo han señalado expertos en política económica internacional como Riordan Roett. Es clara la responsabilidad del FMI y del gobierno de Estados Unidos por no buscar una solución previa y más ordenada. En vez de esto, está ante nosotros el espectro de una catástrofe financiera y una profunda crisis política social que inevitablemente va a golpear muy severamente al conjunto de los países latinoamericanos.