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Ť Precipitó su caída la negativa
peronista de integrar un gobierno de unidad nacional
Se fue De la Rúa; lo sustituye el líder
del Senado, Ramón Puerta
Ť La Cámara alta discutirá hoy la sucesión
presidencial, que incluye el llamado a elecciones
Ť Alegría por la dimisión, y también
inquietud por el futuro de un país con un tercio de pobres
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 20 de diciembre. Se fue Fernando
de la Rúa, mientras todo ar-día a su alrededor en un final
sangriento que nadie anticipaba. El presidente argentino comunicó
su renuncia al Congreso y, cerca de las 20 horas locales, abordó
un he-licóptero que se perdió en el atardecer, en medio del
humo de los gases lacrimógenos y los incendios desatados tras la
represión a una rebelión popular a la que se sumó
la clase media y que dejó más de una veintena de muertos.
De acuerdo con la Constitución, y ante la ausencia
de un vicepresidente, lo sucede temporalmente el presidente del Senado,
el opositor peronista Ramón Puerta, hasta que el Congreso discuta
la sucesión presidencial, lo que sucederá este viernes.
Y aunque algunos grupos de manifestantes festejaron en
los más importantes puntos porteños la renuncia, con bocinazos
y lanzando gritos de "Argentina", no es alegría lo que reina sino
la incertidumbre en un país donde un tercio vive en la pobreza,
un récord histórico de personas carecen de em-pleo, se arrastran
cuatro años de recesión y una deuda externa de hasta 132
mil millones de dólares.
En el helicóptero De la Rúa realizó
su último viaje hacia la residencia presidencial de Olivos. Había
alcanzado a completar sólo dos años y unos días de
su mandato presidencial de cuatro años, después de haber
llegado al poder en 1999 con el apoyo de 50 por ciento de la población,
harta de la corrupción menemista.
Anoche, en el último gesto equivocado de su gestión,
De la Rúa decretó el estado de sitio como respuesta a la
desesperación social que se tradujo en una jornada de violentos
saqueos de los sectores más marginales.
El porteñazo barrió con todo
Minutos después de este mensaje, sin que mediara
convocatoria al-guna, miles de personas comenzaron a golpear cacerolas
en todos los barrios de la capital y hacer so-nar sirenas, y luego se lanzaron
a las calles para ir hasta Plaza de Mayo (frente a la casa de gobierno),
hacia el Congreso o simplemente a cualquier lugar representativo de la
ciudad, para pedir la renuncia del hombre que prometiera el fin de "la
fiesta para unos pocos".
El porteñazo, como muchos ya llaman a la
sublevación social es-pontánea, logró primero la caída
del impopular titular del Ministerio de Economía, Domingo Cavallo,
pero este mañana el pueblo ya pedía no sólo un alto
al rumbo económico neoliberal, sino también la salida de
un presidente al que insultaron tanto como a su an-tecesor, Carlos Menem.
De la Rúa había tomado el po-der el 10 de
diciembre de 1999, ante invitados especiales de todo el mundo que llegaron
aquí para acompañar a una Alianza peculiar entre la socialdemócrata
Unión Cívica Radical (UCR) y la coalición de centroizquierda
Frente País Solidario (Frepaso).
La alegría duró poco. Diversos movimientos
del entorno del mandatario comenzaron a crear dificultades con el Frepaso,
que unidas a la impericia económica para remontar el déficit
fiscal (unos 11 mil millones de dólares), la pobreza y la desocupación
heredadas de los 10 años de gobierno de Carlos Menem, así
como a la presión del sector financiero externo que hizo su fiesta
con las escandalosas privatizaciones de los años 90, fueron arrinconando
al presidente.
A eso se añadió su propia personalidad gris,
la lentitud en la toma de decisiones y su trayectoria po-lítica
ligada al sector más conservador de la UCR, lo que explica su nula
relación con organismos de derechos humanos surgidos durante la
dictadura militar.
Fue un buen jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires
en 1996, pero ya en la primera ma-gistratura se rodeó de un entorno
muy criticado en su propio partido, que lo fue aislando lentamente de la
realidad política.
La decepción mayor llegó a mediados del
año pasado con la revelación de que varios senadores de la
Alianza y de la oposición del Partido Justicialista (PJ-peronista)
habían recibido coimas (so-bornos) para votar una rechazada
nueva reforma laboral, que ahondaba las leyes impuestas por Me-nem para
dar por tierra con conquistas sociales básicas.
El entonces vicepresidente de la nación, Carlos
Chacho Alvarez, líder del Frepaso, denunció el hecho
que hería a la Alianza porque violaba una de las promesas básicas:
combatir la corrupción.
De la Rúa eligió dejar solo a su compañero
de fórmula, que además estaba sometido a los efectos de una
guerra sucia promovida desde los sótanos de los Servicios
de Inteligencia del Estado bajo la jefatura de Fernando de Santibáñez,
asesor de De la Rúa hasta el último momento, aun cuando ha-bía
sido alejado de ese puesto.
En octubre del 2000 Alvarez renunció y a continuación,
lentamente, el mandatario socialdemócrata se fue desprendiendo de
casi todos los funcionarios frepasistas, para después alejar a los
sectores progresistas de su propio partido.
Luego fue una seguidilla de me-didas económicas
de ajuste: vino el blindaje financiero, festejado a fines del 2000
y que terminó llevando a la renuncia del ministro de Economía,
José Luis Machinea. Lo sucedió sólo por días
el economista ultraortodoxo Ricardo López Murphy, rechazado por
di-versos sectores.
El golpe de gracia llegó cuando el gobierno se
sacó entonces de la manga a Domingo Cavallo, quien había
ocupado esa cartera durante la gestión de Carlos Menem y ha-bía
impuesto la convertibilidad cambiaria de un peso por dólar.
Ya no había empresa del Estado alguna que vender,
la deuda externa era enorme, pues el mismo Ca-vallo se había encargado
de destruir uno a uno casi todos los re-cursos estatales, y de privatizar
los fondos de pensiones.
El factor Domingo Cavallo
El presidente De la Rúa dejó de escuchar
a la propia UCR y a to-dos los sectores para concentrarse en su círculo
áulico, y cuando de-cidió la concertación eligió
un mal camino para comenzar.
La reciente invitación a Menem lo malquistó
aún más con la po-blación y también con diversos
sectores del PJ. Los ensayos de Cavallo, a veces calificados como "delirantes",
arrastraron a un mandatario que se negó a reconocer la realidad
incluso hasta el pasado martes, cuando el país ardía.
Y con él arrastró a la UCR.Tenía
muchas más oportunidades que Raúl Alfonsín en 1983,
el encargado de la transición democrática tras la dictadura
militar, pero se aferró a sus asesores sin escuchar a su propio
partido.
En una carta de puño y letra, dirigida al presidente
provisional del Senado, Ramón Puerta, De la Rúa dice: "Me
dirijo a usted para presentar mi renuncia como presidente de la nación.
Mi mensaje de hoy (jueves) para asegurar la go-bernabilidad y constituir
un go-bierno de unidad fue rechazado por líderes parlamentarios.
Confío que mi decisión contribuirá a la paz social
y a la continuidad institucional de la república. Pido por eso al
honorable Congreso que tenga a bien aceptarla. Lo saludo con mi más
alta consideración y estima y pido a Dios por la ventura de mi patria".
El opositor Partido Justicialista, en el que confió
más que en los suyos y al que llamó para un co-gobierno,
le había dado la espalda y con ello también el empujón
final a su corta gestión.
Y como un símbolo, Fernando de la Rúa abandonó
hoy el poder por el helipuerto utilizado cuando Estela Martínez
de Perón fue de-rrocada por el golpe militar del 24 de marzo de
1976.
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