Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 21 de diciembre de 2001
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Cultura
05aa1cul Juan Villoro

Decálogo monterrosian

Augusto Monterroso es tan admirado y querido que ha creado un subgénero literario: el homenaje monterrosiano. Aunque algunos despistados han dedicado miles de páginas a su brevedad y solemnes rollos a su sentido del humor, la calidad de los elogios ha sido tan notoria que ya es hora de organizar el homenaje al homenaje a Monterroso. Pensemos, tan sólo, en los entusiasmos que ha suscitado su cuento de siete palabras El dinosaurio, comenzando con el de la señora que, para quedar bien, le comentó al autor: "ya empecé su cuento, voy por la mitad y me está gustando mucho". Otras respuestas han sido más contundentes. Juan Antonio Masoliver Ródenas lo interpretó así: "El dinosaurio es una novela larga porque interpreta la historia de la humanidad, y es esencial porque son siete palabras que proceden del vacío. Y, ¿qué es el vacío? El todo. La eternidad. El silencioso y meditabundo dinosaurio. Augusto Monterroso"; Celia Chávez colocó un dinosaurio de metal afuera de su casa inspirado en un dibujo hecho por el autor y que se ha convertido en lugar de encuentro y parada de autobús; Italo Calvino encontró en "El dinosaurio" la mayor prueba de condensación que registra la literatura; Jorge Valdano lo vio como prueba de la rapidez que se necesita en el área chica; Guillermo Sheridan propuso convertir el cuento en un libreto de ópera de tres horas; Nuria Barrios le dedicó esta parodia: "Cuando el dinosaurio despertó, Spielberg ya estaba allí"; un sinfín de periodistas mexicanos comentaron los repetidos triunfos del PRI citando las siete palabras más célebres desde las que se dijeron en la cruz. Durante un tiempo algo molesto, los fans de Monterroso confundieron su pasión por escribir de animales con el deseo de criarlos, y le regalaron más hámsters y lechuzas de las que podía soportar. Algunos artistas prefirieron celebrar esta afición de otra manera. El poeta José Miguel Ullán impartió una ponencia sobre las fábulas de Monterroso en compañía de un perro amaestrado (o no tanto); Vicente Rojo contribuyó al festejo del bestiario monterrosiano incluyendo en su serie de dibujos La Gatomaquia un entrañable Ga-tito Monterroso, y Rogelio Naranjo lo retrató como un oso de peluche que en vez de aserrín tiene dentro un zológico fantástico.

Faltan pocas cosas en la valoración de Monterroso. Ahora que apaga sus 80 velas pienso en una especie de contrarregalo, en devolverle, así sea en parte, lo que nos dejó en su legendario taller de cuento. Aunque su escepticismo lo protege de tesis definitivas, sus alumnos podemos ensayar un imposible catálogo del perfecto cuentista. Somos tantos que tal vez demos en el blanco. La memoria suele ser tan caprichosa como el azar. Hoy entré al Banco Pastor de Barcelona y oí a un hombre decir que quería depositar una oveja negra. Tal vez hizo un juego de palabras a propósito del curioso nombre del banco o tal vez aludía a su hijo, que llevaba una salamandra tatuada alrededor del cuello. La cita accidental me pareció propicia para recordar enseñanzas del autor de La oveja negra y demás fábulas.

1. Los sueños no interesan como tales. El desorden de una mente que encuentra hormigas y orejas fuera de sitio carece de relevancia literaria. Aprende en Kafka: sus sueños parecen realidad.

2. Si no sabes adónde vas, detente, mira el techo, cuenta hasta diez, bebe un whisky. Las historias avanzan del final al principio. Si ya conoces el final, también detente. Las historias no tienen prisa; no escribas como si ya te hubieras leído o, peor aún, no escribas como si otros te leyeran.

3. Corrige mucho; luego agrega un defecto: una coma rara, una mayúscula caprichosa, una palabra repetida. En nada hay que trabajar tanto como en la apariencia de naturalidad.

4. No te canses de oír hablar a la gente. Los diálogos escritos surgen de traicionar esas voces.

5. Un estilo logrado no parece un estilo. Borges no maquilla cadáveres, los revive.

6. Los símbolos, como las moscas, están en todas partes pero sólo deben ser vistos de repente, por un cazador de moscas.

7. Has visto demasiadas películas. Las historias llegan sin escenografía. No des por sentado que el lector "ve" lo que cuentas. Aprende a revelar imágenes.

8. No te guíes por la emoción mientras escribes ni califiques las reacciones de tus personajes. Un héroe triste no da tristeza. Deja que la emoción sea efecto de la lectura.

9. Lee El Quijote. Luego, relee El Quijote. Luego, escribe un cuento en el que nadie conoce El Quijote.

10. No elogies la brevedad: practícala. No importa que te tome más tiempo. Pascal vuelve a tener razón: se escriben textos largos por falta de tiempo para reducirlos.

11. Los novelistas son aprendices de cuentistas, pero no al revés. El cuento no es una preparación para otro género.

Desconfía de los decálogos de diez puntos. Más aún: desconfía de los decálogos.

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